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NACIONES UNIDAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ochenta años después: el multilateralismo que debemos conducir

El camino a seguir requiere más Naciones Unidas. Debemos fortalecer sus instituciones, optimizar sus recursos y renovar su legitimidad

Asamblea General de la ONU

En 2025 se conmemoran 80 años de la creación de Naciones Unidas, lo que nos obliga a revisar su historia y proyectar sus próximas décadas, especialmente en un contexto mundial agitado, cambiante y complejo. El fin de la Segunda Guerra Mundial fue el término de una pesadilla y también una gran toma de conciencia sobre la necesidad de buscar una forma de gobernanza mundial que impidiera nuevas conflagraciones que azotaran a la humanidad. Así la comunidad internacional decidió crear la Organización de Naciones Unidas (ONU) con la visión de preservar la paz, defender la dignidad humana, proteger el derecho internacional y promover el progreso social.

A lo largo de ocho décadas, la ONU ha tenido grandes frutos como la Declaración de los Derechos Humanos y las normas de derecho internacional. Así como sus programas de salud —fundamentales en la reciente pandemia—, alimentación, cooperación nuclear, ayuda humanitaria, igualdad de género, derechos humanos, cuidado del medio ambiente y el desarrollo sostenible. A través de sus fuerzas de paz –conocidas como cascos azules–, ha buscado poner término a conflictos graves y estabilizar zonas de conflicto.

La ONU ha sido el escenario de la cooperación internacional más relevante de la historia, y todavía es un espacio insustituible donde los pueblos se encuentran para enfrentar desafíos comunes; y donde los Estados miembros trabajan juntos, pese a sus diferencias. La diversidad es un valor que la organización cuida y respeta.

Hoy tenemos un mundo en el que enfrentamos desafíos que ponen a prueba a nuestras instituciones: guerras como la de Ucrania, conflictos como el de Gaza, Sudán y otros lugares, dejan tras de sí miles de personas muertas, destrucción y hambrunas; donde la desigualdad se profundiza, el crimen transnacional organizado se hace más fuerte, la crisis climática empuja a millones de personas a desplazarse, la desinformación campea, el uso de la inteligencia artificial crece a pasos agigantados, y la confianza en el multilateralismo se erosiona.

¿Cuál es la mejor respuesta a estas múltiples crisis y amenazas? ¿Necesitamos carreras solitarias o unir fuerzas para respuestas comunes? La respuesta es clara: el multilateralismo es más necesario que nunca, porque transforma vidas, naciones y el rumbo de la humanidad, tal como lo ha demostrado la ONU por décadas. Es lo que nos permite navegar en medio de la turbulencia sin perder el rumbo ni el propósito común.

Más allá de las crisis visibles, la mayoría de los países respeta el derecho internacional. Y eso nos dice algo esencial: el orden basado en reglas todavía funciona. Los Estados lo hacen no solo por convicción, sino porque sin paz no hay desarrollo posible. Construimos esas reglas entre todos, y en Naciones Unidas alcanzan su formulación final. Vale la pena defender y fortalecer la institución que hace posible que nos entendamos y lleguemos a acuerdos.

Dag Hammarskjöld dijo que las Naciones Unidas no fueron creadas para llevar a la humanidad al cielo, sino para evitar que caiga en el infierno. Ochenta años después, esa claridad de propósito sigue siendo necesaria.

Y si queremos más multilateralismo, si queremos que la ONU evite los males que nos amenazan, es necesario ponerla a tono con los tiempos. A propósito de sus 80 años, hay una iniciativa de reforma que es un buen punto de partida. La organización debe ser más eficiente y para eso hay que eliminar redundancias, optimizar su estructura y recursos. Debe tener mayores capacidades para anticipar las crisis y reconstruir la confianza en el diálogo como vía legítima y efectiva para la paz. Su gestión debe orientarse a resultados tangibles y medibles, que reflejen de manera concreta los avances en la paz, el desarrollo sostenible y el respeto a los derechos humanos.

Para ello necesitamos un multilateralismo abierto, inclusivo y arraigado en la realidad actual. Sabemos que la paz, la justicia y la sostenibilidad son interdependientes, pero el cemento que une todo es la promoción y defensa de los derechos humanos, que hacen valer, por sobre todo, la dignidad de las personas.

El camino a seguir requiere más Naciones Unidas. Debemos fortalecer sus instituciones, optimizar sus recursos y renovar su legitimidad. Con más cooperación y compromiso colectivo, podemos construir soluciones duraderas frente a las amenazas que enfrentamos como comunidad internacional. Cuando miramos juntos el futuro, somos más fuertes. Cuando pensamos y definimos compromisos exigibles para todos, somos más fuertes. Tenemos que pensar y actuar juntos y juntas, sólo así aseguraremos un futuro sostenible para toda la humanidad.

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