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COPA CHILE
Columna
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Cuando Robinson Crusoe jugó al fútbol

El partido inaugural de la Copa Chile en el archipiélago de Juan Fernández es más que un hito inédito. Es además, por los desafíos que implica, un esfuerzo por acercar un territorio insular devastado por las tragedias a las urgencias del Estado

Copa Chile
La cancha de fútbol en el puerto de San Juan Bautista, en el archipiélago.Ricardo Sepúlveda

La selección de fútbol del archipiélago Juan Fernández no tiene jugadores oriundos y la razón es simple: no hay nacimientos en este territorio insular chileno, ubicado a casi 700 kilómetros del continente, porque representa un riesgo mayor para las madres y sus hijos. No hay hospital, por lo que las embarazadas son trasladadas a Valparaíso cuando cumplen treinta semanas de gestación. “No es que no pueda asistirse un parto, pero los riesgos son mayores, por lo que es Estado asume el procedimiento”, dice el médico Rodrigo Corvalán, quien atendió varios de los partos de los veinte lactantes isleños que registra la bitácora del hospital Van Buren.

Los seleccionados son en su mayoría pescadores de langosta y atún, la principal actividad productiva de las islas. Los hay también profesores, obreros de la construcción, marinos y dos concejales, que representan a la Municipalidad y al aparato administrativo del Gobierno.

Hay isleños o Fernandinos, como se definen, y los foráneos, entre los que se cuenta Io Teao, hijo de padre Rapa Nui y madre isleña. Todos se preparan, bajo la dirección técnica de Jorge Garcés –ex campeón del fútbol chileno y entrenador de la selección en las clasificatorias para el Mundial 2002– para jugar el partido inaugural de la Copa Chile frente a Wanderers, el club más antiguo de la liga.

El partido en la isla forma parte de una costumbre ya arraigada que comenzó el 2009 cuando Colo Colo enfrentó a la selección de Rapa Nui en Hanga Roa, y que siguió la tradición al desierto en San Pedro de Atacama y a Puerto Natales, en la Patagonia, para enfatizar los duelos entre profesionales y amateurs en la disputa del torneo que aúna todas las divisiones de la Federación.

El duelo supuso resolver muchos problemas logísticos para trasladar al cuadro visitante, a los árbitros y los equipos técnicos y profesionales que transmitirán el partido el sábado 25 a mediodía. 16 jugadores de Wanderers se embarcaron en el Aquiles, el buque transporte de la Armada de Chile, en una travesía que se prolongó por 36 horas. Entrenaron en el helipuerto del barco, pero sin utilizar balones, por el riesgo obvio de que cayeran al Océano Pacífico. Llevaron sus propios alimentos, como huevos, jamón y ensaladas, para no depender del rancho del resto de los pasajeros. Y se sometieron a la tradición marinera chilena, que impone almorzar, todos los jueves y en todos los barcos de la Armada, empanadas de horno, cazuela y mote con huesillos.

Los futbolistas del Wanderers abordo del buque Aquiles
Los futbolistas del Wanderers abordo del buque AquilesAldo Schiappacasse

Los inconvenientes se compensaron con los cuidados médicos. Los jóvenes futbolistas compartieron en el Aquiles con 44 profesionales médicos integrantes de la Fundación Acrux, que realizarán un operativo sanitario con todas las especialidades para los casi mil habitantes de la isla. Una tripulación especial para el comandante Cyril Jackson, quien entre risas confiesa que recibió el llamado del entrenador Jorge Garcés pidiéndole que llevara a sus rivales “lo más mareados posible”. También se embarcaron un ministro de la Corte de Valparaíso y jueces de la Niñez y el Trabajo, para resolver en tres días los juicios civiles pendientes en el territorio insular.

En la isla esperan los rivales, con muy poca experiencia competitiva, pero advertidos del valor del encuentro. Un territorio que ha sufrido, desde el descubrimiento del español Juan Fernández en 1574, más tragedias que alegrías. Conocidas originalmente como Más Afuera y Más A Tierra, ganaron notoriedad después que Alejandro Selkirk, un marino inglés, fuera abandonado en los solitarios parajes entre 1704 y 1709 por el capitán del navío, como castigo a su mal comportamiento. La historia fue adaptada por Daniel Defoe en la célebre novela Robinson Crusoe. Se transformó en Parque Nacional en 1935, refrendando los derechos reclamados por el Estado chileno. En 1966 la islas pasaron a denominarse Robinson Crusoe y Alejandro Selkirk, más el islote Santa Clara.

Fue cárcel de los patriotas durante la reconquista española en 1814, que sobrevivieron en cuevas hasta que se consolidó la Independencia.

En la Primera Guerra Mundial el acorazado alemán Dresden fue dinamitado en la bahía Cumberland para no ser atrapado por las embarcaciones inglesas que lo perseguían. Volvió a ser prisión durante el Gobierno del presidente Carlos Ibáñez del Campo y fue arrasada por un maremoto el 2010, cuando el desesperado intento de advertencia de Martina Maturana, una niña de 12 años, quien tocó la campana de emergencia no pudiendo evitar que diez isleños murieran y otros seis desaparecieran para siempre.

La escuela destruida aún no se reconstruye y los vestigios del azote del mar son todavía evidentes en el poblado de San Juan Bautista, donde está emplazada la cancha artificial construida por el municipio en terrenos que el océano no pudo llevarse. Las comunicaciones con el continente son más difíciles desde el accidente aéreo del 2011, cuando un avión de la Fuerza Aérea se precipitó al mar cuando intentaba el aterrizaje en el precario aeródromo con el trágico saldo de 21 muertes. Entre las víctimas estaba Felipe Camiroaga, el más famoso de los animadores de la televisión chilena en ese momento, convirtiendo la tragedia en un duelo nacional.

Por eso el partido despierta entusiasmo y esperanza en el archipiélago, que ha tratado desesperadamente transmitir sus necesidades más urgentes a las autoridades de Gobierno. La presencia de tres senadores de la República en la delegación significa que, finalmente, el pequeño punto en el mapa será, al menos por noventa minutos, un tema de atención para el resto del país. Un fenómeno que el fútbol espera poder lograr.

La bahía y el puerto de San Juan Bautista.
La bahía y el puerto de San Juan Bautista.Aldo Schiappacasse

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