Daniel Mansuy: “En el futuro, el presidente Boric tiene enormes posibilidades de hacer lo que en este Gobierno no pudo”
El analista reflexiona sobre la política chilena y actual Administración, que cumple su primer mitad: “Fallaron en su diagnóstico y, por lo tanto, los sueños, ilusiones refundacionales y su épica desaparecieron”, dice
Justamente cuando se cumple la primera mitad del Gobierno del presidente Gabriel Boric, un hito que invita a los análisis y las reflexiones de la opinión pública, Daniel Mansuy (46 años, Valparaíso) conversa con EL PAÍS sobre la política chilena, el oficialismo, la oposición y estos 2024 y 2025 de elecciones. El profesor de la Universidad de Los Andes y autor de libros que han marcado la conversación en los últimos meses –Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular y Enseñar entre iguales. La educación en tiempos democráticos–, analiza esta nueva etapa donde se habrán superado los intentos constitucionales. Investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), recibe a este diario el jueves por la mañana en su casa de Las Condes.
Pregunta. ¿Cómo está Chile en marzo de 2024?
Respuesta. Chile vive problemas serios, hace ya varios años. Y uno tiene la sensación de que todos y cada uno de estos problemas se han agravado a vista y paciencia de la clase dirigente chilena, que mira estos problemas, los contempla, intenta hacer algo y, como tampoco tiene muchas herramientas, no pasa nada. Porque el sistema institucional –no solo la clase política– no da el ancho. Por lo tanto, no soy muy optimista respecto del futuro.
P. ¿Dónde están los problemas que describe?
R. En economía, seguridad, sistema político, pensiones, educación, sistemas de emergencia –sabemos ahora cómo es capaz de reaccionar el Estado chileno frente a un incendio gigantesco–, entre otras. Las crisis siguen avanzando y nadie hace nada y a nadie parece importarle mucho.
P. Se le nota pesimista. Como a los chilenos, según las encuestas.
R. Son ciclos de ánimo. Después de un periodo de exaltación y de pensar que habíamos encontrado el camino para resolver tantos problemas –siempre me pareció que eso tenía una dimensión de ilusión– te das cuenta de que fracasaste, por el motivo que fuera, y viene un periodo de caída. Junto a la crisis social que se reveló en la dimensión pacífica de lo que ocurrió en el estallido de 2019, estaban pasando otras cosas: una crisis de seguridad que se agravó y una crisis económica, porque los problemas de Chile tienen que ver con un estancamiento económico hace ya por lo menos 10 años. Todas esas crisis avanzan juntas, se alimentan entre sí y, aunque por momentos unas salen más a la superficie, siguen estando. Por lo tanto, no veo muy bien cómo podría cambiar por lo pronto el estado de ánimo de la sociedad.
P. Habla de problemas en el sistema institucional chileno. ¿Por dónde pasa una solución?
R. No me enamoro nunca de las soluciones mágicas, porque no existen. Pero no vamos a resolver nuestros problemas si no reformamos el sistema político, básicamente disminuyendo el número de partidos y aumentando los incentivos para la colaboración entre Ejecutivo y Legislativo. Es una urgencia de primer orden para la próxima elección parlamentaria, para la que no queda tanto tiempo, noviembre de 2025. Porque sea quien sea el sector que gane la próxima presidencial, no podrá responder a ninguno de los desafíos que tiene el país con esta disgregación en el Congreso. O reducimos el número de partidos drásticamente o es imposible para un Gobierno negociar en el Parlamento.
P. De los problemas de Chile, ¿cuáles le parecen prioritarios de solucionar?
R. El ciclo político que empieza ahora con la elección municipal estará dominado por la seguridad y el empleo. Y quien pueda entregar señales claras de que avanzará en esas materias, tendrá una ventaja cierta. En este sentido, hay izquierdas que pueden jugar este partido, pero el Frente Amplio no. Ni en seguridad ni en empleo tiene discursos elaborados ni credibilidad. No son sus temas preferidos ni predilectos, no tiene voceros, no tiene propuestas.
P. ¿Tan así le parece?
R. Hablo del Frente Amplio, no de toda la izquierda. Porque la seguridad nunca estuvo entre sus prioridades –es cuestión de leer el programa de Gobierno– y en economía tampoco son los que entregan mayor seguridad y solvencia. El socialismo democrático tiene más credibilidad, pero paga el costo de estar asociado al mundo del Frente Amplio, al presidente Boric en particular, en un negocio cuyos términos yo todavía no termino de entender.
P. ¿En qué sentido?
R. Por ejemplo, ¿qué gana Carolina Tohá poniendo la cara por las decisiones del presidente de un Gobierno que pierde protagonismo en años de elecciones y, en ocasiones, la termina dañando? Me sigo preguntando en qué medida el socialismo democrático está siendo responsable con su propio capital político de cara al futuro del país. ¿Dónde está el negocio? No lo termino de entender. Pareciera que el socialismo democrático nunca hubiera puesto condiciones claras: “Hasta aquí llego yo y, si usted pasa estos bordes, yo no estoy dispuesto a pagar el costo”. Entonces, como no hay límite, este sector termina pagando aquellos costos. Y no solo se trata de un error de cálculo estratégico, sino que este país necesita una centroizquierda seria, capaz de ofrecer gobernabilidad.
P. ¿Cómo llega el Gobierno a su primera mitad?
R. Llega mal. Fallaron en su diagnóstico y, por lo tanto, los sueños, ilusiones refundacionales y su épica desaparecieron. Este Gobierno se encontró con un país distinto, con urgencias diferentes, perdió el plebiscito del 4 de septiembre de 2022 y no ha mostrado eficiencia. No tiene cuadros disponibles y uno ve que hay errores y problemas en cada lugar donde uno mire. Estos últimos dos años están marcados por elecciones, que consumen mucha energía política, y el Gobierno cada día que pase tendrá un poco menos de poder. Por lo tanto, si no ha sacado reformas en estos dos años, es difícil que las saque ahora.
P. ¿Qué importancia le otorga al reconocimiento que hace el presidente en el funeral de su antecesor, Sebastián Piñera, sobre el tipo de oposición que fue su propio sector en la Administración anterior?
R. Existen dos momentos importantes en la evolución, inflexión o giro ideológico del presidente Boric. Uno es el discurso que concede cuando inauguró el monumento al presidente Patricio Aylwin. Es tremendo, porque Aylwin era la bestia negra para esta generación. El segundo fue en el funeral de Piñera. Y observo al presidente Boric muy solo, porque sus autocríticas no van acompañadas de una reflexión de su mundo político que le entregue soporte para que se genere un nuevo clima. Entonces, quedan como gestos individuales y aislados que, como tal, no tienen ningún correlato.
P. Usted habla de giro ideológico. ¿No se trata de un aprendizaje que ha llevado a un legítimo cambio de diagnóstico y de prioridades?
R. Todo político cambia y está bien que cambie. Además que ha cambiado en una dirección correcta, a mi juicio. Simplemente diría que una cosa es una inflexión ideológica, un cambio de énfasis, y otra cosa es un giro tan radical como el que han dado. Lo que también se puede hacer, en todo caso. Pero ese giro radical requiere de una explicación. Una explicación de cara a ellos mismos y al país. ¿Cuál es la línea del Gobierno? ¿Hacia dónde están gobernando? ¿Cuáles son los diagnósticos que orientan su acción?
P. Usted dice que el presidente está solo. ¿Es más socialista de lo que su mundo quisiera?
R. Es más socialista que lo que su mundo quisiera, por el lugar en el que está. En el futuro, el presidente Boric quisiera liderar una gran coalición de izquierda y por lo tanto, le gustaría que el Frente Amplio tuviera visiones más equilibradas y que lo ayudaran más.
P. ¿Le parece viable liderar una coalición de izquierda, que reúna al socialismo democrático, el Frente Amplio y el Partido Comunista?
R. Interesante, porque obliga a preguntarse por el futuro del presidente Boric, una pregunta un poco precoz. Pero creo que el presidente aspira a liderar una izquierda unida. Es un lindo objetivo, porque las izquierdas tienen fracturas profundas en énfasis y generacionalmente. Y esa unidad de la izquierda es viable, siempre y cuando la hegemonía esté en el socialismo democrático. De lo contrario, este sector estaría obligado a anclarse en un 25% o 30% que hace muy difícil cruzar el río para construir acuerdos. Yo creo que, en el futuro, el presidente Boric tiene enormes posibilidades de hacer lo que en este Gobierno no pudo. A uno le puede gustar más o menos, pero él será un activo para la izquierda cuando salga del Gobierno. Si sale con 30% de respaldo, va a tener 40 años y le quedarán todavía 30 años de vida política.
P. Sobre la derecha chilena. ¿El viento juega hoy a favor de este sector?
R. Ese es el mapa general, sin duda. Dicho eso, la derecha tiene que administrar el momento. Y tiene un primer hito que es octubre, en las elecciones municipales. Si las caras luego de la elección de octubre no son sonrientes en la derecha, se producirá un cambio de clima brutal, sabiendo que la izquierda tiene una candidata realmente competitiva para La Moneda, Michelle Bachelet.
P. ¿Piensa posible una candidatura de Bachelet 2025?
R. Ella no lo ha descartado nunca. Y es un cuadro político. Esto lo digo como elogio, no como crítica. Es una militante disciplinada. Si siente que solo ella puede evitar que en Chile gane una derecha de tal tipo, yo no tengo ninguna duda de que estará en la papeleta. La hipótesis Bachelet crecerá conforme pase el tiempo y no surja un candidato fuerte de la centroizquierda. De lo que estoy convencido –y esto también lo digo con cierta admiración– es que la izquierda no va a regalar la presidencia.
P. ¿Cómo observa al Partido Republicano de José Antonio Kast?
R. Entre la derrota del plebiscito en diciembre y la muerte de Sebastián Piñera, quedó en una posición, no quiero decir marginal, pero mucho menos expectante que la que tenía antes. Es un momento incómodo para él, del que no sé cómo va a salir, porque además le surgió competencia por la derecha. Kast no ha administrado bien un capital político importante que tenía. Aunque creo que no se trata de una carrera corrida para una eventual candidatura de Evelyn Matthei [de la derecha tradicional], porque habrá una competencia dura por la hegemonía.
P. ¿La derecha chilena tiene un diagnóstico y propuestas para solucionar los problemas que tiene Chile?
R. Hoy no lo sé, sinceramente no lo sé. Porque uno puede ganar una elección, pero ¿qué haces después? Lo difícil es qué haces después. Este sector político tiene que trabajar mucho para que un eventual Gobierno no sea una repetición, un bis, una nueva frustración que vaya a agravar todo. ¿Con qué ideas se gobierna, con qué plataforma, con qué diagnóstico, con qué equipo, con qué cuadros, a partir de qué principios? Porque si es para ver la misma película de nuevo... Eso me preocupa mucho.
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