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Chile

Cuánto cuesta oponerse al Gobierno de Boric: las guerras de la derecha tradicional en Chile

El rechazo a la acusación constitucional al ministro de Educación oficialista desató una crisis en Chile Vamos, la histórica coalición que, en las elecciones de mayo, fue superada por el Partido Republicano

Ana María Sanhueza
Seguidores del Partido Republicano celebran el resultado de las elecciones del pasado 7 de mayo, en Santiago.
Seguidores del Partido Republicano celebran el resultado de las elecciones del pasado 7 de mayo, en Santiago.Esteban Felix (AP)

En mayo, en las elecciones del Consejo Constitucional, no solo el oficialismo del presidente de izquierdas, Gabriel Boric, sufrió una derrota. El triunfo del Partido Republicano, de derecha extrema, arrasó al conseguir 22 de los 50 escaños del órgano a cargo del segundo intento de cambiar la Ley Fundamental en Chile, también golpeó duramente a la derecha tradicional. La histórica Chile Vamos, coalición que agrupa a Renovación Nacional, la UDI y Evópoli, aunque en público festejó la mayoría de su sector, en privado solo celebró 11 cupos. Sus preferencias fueron la mitad que Republicanos, que lidera el excandidato presidencial, José Antonio Kast, pese a que es una colectividad que nació recién en 2019.

Dos meses después, cuando todavía no se recupera de ese golpe y el triunfo de Republicanos sigue tibio, Chile Vamos se ha vuelto a tropezar. Ha sido un autogol el que ha desatado una guerra intestina en la derecha tradicional, con amenazas de ruptura de la coalición y un cruce de recriminaciones -y frases dramáticas- después del rechazo a la acusación constitucional, el 13 de julio, que el sector impulsó en contra del ministro de Educación de Boric, Marco Antonio Ávila. Era un libelo que, en cuatro de los siete capítulos, tenía referencias a sus políticas de género o educación sexual. Pero, además, se le achacaba el retraso en la entrega de los resultados de la prueba del Sistema de Medición de la Calidad de la Educación (Simce) de 2022 -los peores de la última década- y del ausentismo y la deserción escolar en Chile (más de 50.000 estudiantes abandonaran el sistema educativo entre 2021 y 2022).

Tras el rechazo al libelo, que dio un respiro al oficialismo en su crisis por el escándalo de platas del Caso Convenios, hubo una serie de descoordinaciones de sus propios impulsores, en especial desde Renovación Nacional. Uno de ellos fue la invitación al Congreso de parte de un parlamentario de RN a Marcela Aranda, directora del Observatorio Legislativo Cristiano, quien dijo sobre el ministro de Boric que “su activismo LGTBIQ+ y su condición ha superado el límite de lo privado”. Tras ello, el Ejecutivo acusó que había homofobia. Pero también pesó que votaron en contra de la acusación dos diputados de Evópoli, según dijeron, por razones jurídicas. Esa fue una decisión que fue “una puñalada al corazón de Chile Vamos” para el diputado y secretario general de RN, Diego Schalper. “La oposición está en un punto de inflexión, hay que repensar la coalición”, ha advertido el sábado en una entrevista al diario La Tercera.

La de Ávila fue la cuarta acusación constitucional de la oposición que fracasa en su intento de destituir a un ministro de Boric, una herramienta que también usó varias veces el Frente Amplio, el conglomerado de Boric, durante el Gobierno del expresidente de derecha tradicional, Sebastián Piñera (2018-2022).

Lo que ocurrió con Ávila en el Congreso es una situación que, para la abogada y analista política María José Naudon, “refleja los nefastos efectos de utilizar una herramienta inadecuada para el logro de un objetivo. Hay consenso en que la gestión del ministro ha adolecido de graves problemas de gestión. Sin embargo, la acusación no lograba configurar las infracciones exigidas por la Constitución”. Coincide el politólogo de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, quien ve en el episodio “la incapacidad para presentar una acusación con fundamento jurídico, la torpeza de no contar bien los votos para desbancar un ministro muy mal evaluado y la debilidad para generar un consenso robusto al menos en el bloque que le corresponde”.

Morales agrega que, la suma de errores, entre ellos la invitación a Aranda, ha dejado a Chile Vamos como “anacrónica, extemporánea, discriminadora y anticuada”. Pero que, a pesar de todo, “sigue con ventaja respecto a al Gobierno, pero evidencia un problema de marca mayor. Es decir, en vez de fortalecer la coalición, la está debilitando, pues desde RN se pide la salida de Evópoli. Dicho en simple, hay una especie de encapsulamiento de la derecha en creencias, valores y principios totalmente superados por la historia, siendo Evópoli un representante de la derecha liberal que entrega mayor diversidad programática al pacto”. Pero, añade el politólogo, “de lo que no se dan cuenta los dirigentes de RN y la UDI es que con este tipo de conductas corren desesperadamente a los brazos de Republicanos. No para formar alianza, sino que para ser fagocitados”.

¿Qué viene ahora para Chile Vamos? “Recuperar el rumbo. Evitar los errores no forzados y no caer en la tentación de herramientas efectistas”, señala María José Naudon. “Lograr una unidad que se funde en negociar desde la identidad de cada sector y que no pretenda diluir o diluirse. La homogeneidad no es una virtud en sí misma, pero la percepción de diferencias internas afecta la claridad del mensaje. Comprender que el adversario político es el oficialismo y que aun cuando las condiciones les sean favorables, no toda estrategia es efectiva. En política la forma y el fondo son sustantivos. Se puede tener la misma causa (mismo fondo), pero transformarse una caricatura de la misma”.












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Sobre la firma

Ana María Sanhueza
Es periodista de EL PAÍS en Chile, especializada en justicia y derechos humanos. Ha trabajado en los principales medios locales, entre ellos revista 'Qué Pasa', 'La Tercera' y 'The Clinic', donde fue editora. Es coautora del libro 'Spiniak y los demonios de la Plaza de Armas' y de 'Los archivos del cardenal', 1 y 2.

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