Anna Ballbona, premio Llibres Anagrama con un retrato irónico sobre una generación periférica

'No soc aquí' hace uso de un lenguaje familiar propio para describir un viaje por la extrañeza

Barcelona -
Anna Ballbona, este lunes en Barcelona.Andreu Dalmau (efe)

A partir de un embarazo “un poco incierto”, Mila empieza a analizar la extrañeza en que ha vivido siempre. “Recuerda su niñez, la juventud, la entrada en la universidad [es la primera de la familia que llega, para estudiar Historia del Arte] y se encuentra entre dos mundos que chirrían, de los que da la idea el lugar donde vive, un barrio o un pueblo indeterminados, entre la autopista, la vía del tren, el cementerio y polígonos industriales, a media hora de Barcelona, ciudad que sí que aparece explícitamente a la novela”. Son palabras de la escritora Anna Ballbona (Montmeló, 1980) explicando s...

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A partir de un embarazo “un poco incierto”, Mila empieza a analizar la extrañeza en que ha vivido siempre. “Recuerda su niñez, la juventud, la entrada en la universidad [es la primera de la familia que llega, para estudiar Historia del Arte] y se encuentra entre dos mundos que chirrían, de los que da la idea el lugar donde vive, un barrio o un pueblo indeterminados, entre la autopista, la vía del tren, el cementerio y polígonos industriales, a media hora de Barcelona, ciudad que sí que aparece explícitamente a la novela”. Son palabras de la escritora Anna Ballbona (Montmeló, 1980) explicando su libro No soc aquí, con el cual este lunes ha ganado el 5º Premi Llibres Anagrama de Novel·la. Este galardón de literatura en catalán, al que se habían presentado 28 originales, está dotado con 6.000 euros.

¿Tiene algo que ver con Montmeló, su pueblo? “No, no… hay muchos lugares como el de la novela a media hora de Barcelona”, asegura ella. Un lugar cada vez más común en la literatura, el cine, la cultura… “Unos espacios en los que hay mucho más que chonis y quillos ”, dice la escritora. “El polígono es un lugar de vida, donde se fuma, donde se hace el amor, un lugar donde se vive…” Imma Monzó, miembro del jurado, habla de la novela como de la descripción de un mundo que, sin que nos damos cuenta, ha ido desapareciendo: "No soc aquí nos adentra en la vida de una familia que hace cuatro días vivía en la periferia rural de Barcelona: un mundo campesino que no responde al tópico, un tipo de vida que ha sido arrasado por el tejido urbano".

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La herramienta para transmitir la vida de esta familia, que ha pasado en una o dos generaciones del campesinado a la fábrica, de los campos a los polígonos, es el léxico. Al estilo de la italiana Natalia Ginzburg con su Léxico familiar, Anna Ballbona, en palabras del jurado del premio, “recurre a unos automatismos de frases hechas, lenguaje del cual bebemos cada día y que nos construye (y a veces, nos destruye) como personas. Esta vida se nos muestra a través del lenguaje familiar y desde la mirada y la voz un punto irónicas de la protagonista”. Ballbona hurga en el lenguaje también hasta otro tipo de frontera: “He hecho inventario de palabras y de maneras de decir”, proclama, orgullosa. “El padre, catalanoparlante, habla a su manera y dice cosas como filipolles; la madre dice a menudo de alguien que no le gusta que li aixafaria el cap (le chafaría la cabeza) y la abuela usa mucho la palabra mumarota, para hablar de alguien que no la acaba de convencer”. En la novela, escrita en primera persona “como ejercicio y reto para ordenar los recuerdos”, los personajes, pues, quedan definidos por su manera de hablar: “A veces somos un poco como hablamos”, ha declarado la ganadora.

La extrañeza es el compañero de viaje de la protagonista, Mila (un homenaje a la madre de Ballbona, que se llama Nila, y a la protagonista de Solitud, de Víctor Català). “Su llegada a la universidad le hace ver la distancia que la separa de otros estudiantes, lo pequeño que es el mundo en el que ella nació. Pero entenderá, también, la fuerza del lugar de donde viene y pasará a aceptar su realidad”. El título, No soc aquí, hace referencia a esta extrañeza de la protagonista, “que está, en los lugares, pero siendo más espectadora que otra cosa. Y hará trucos de escapismo hasta que decidirá que basta de huir”. Es la manera de atravesar fronteras, muchas de ellas, fronteras de clase, “que parece que no están, pero que están”, remarca la autora.

“A veces somos un poco como hablamos”, declara la ganadora
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Ballbona hace desfilar por las páginas de la novela, que se publicará en marzo (y de la cual tendremos versión en castellano en junio) todo un “bestiario familiar”. La autora, con humor, habla incluso de “mundo semifantástico de trols”: el abuelo sin una pierna, la abuela a quien le pasa una furgoneta por encima, la tía encarcarada, el esquilador de ovejas que cuenta chistes e historias, el curandero... Aún así, Mita Casacuberta, portavoz del jurado, subraya que “la novela se lee con esa media sonrisa propia de la ironía fina como el bisturí que utiliza Anna”. El humor es clave a la hora de entender esta extrañeza, este reto que afronta la protagonista.

Finalista en la primera edición

Ballbona no es ninguna desconocida en los premios Anagrama. De hecho, la escritora quedó finalista de la primera edición, en 2016, con su novela Joyce y las gallinas, que supuso su debut en narrativa, puesto que hasta entonces se había dedicado a la poesía. "Ser finalista aquella vez me ayudó a comenzar, definitivamente, este viaje a explicar historias”, ha reconocido. Periodista de profesión, Ballbona ha trabajado en El Punt Avui y en El 9 nou y colabora en varios medios de comunicación. Ha publicado los libros de poemas Conill de gàbia (LaBreu, 2012) y La mare que et renyava era un robot (Galerada, 2008, Premi Amadeu Oller).

El jurado del premio, integrado por Mita Casacuberta, Guillem Gisbert, Imma Monzón, Jordi Puntí y las editoras Isabel Obiols y Silvia Sesé, ha hecho un reconocimiento especial a Terres mortes, de Núria Bendicho, un drama rural sobre una familia que vive aislada en un pasado un poco mítico. Esta novela también se publicará próximamente en Anagrama.

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