El triple más difícil de Pepu Hernández

El campeón del mundo acepta el reto de reflotar al PSOE en la capital

Pepu Hernández, en una imagen de archivo.SANTI BURGOS

Diez años después de coronarse campeón del mundo en Japón, impertérrito en el banquillo pese a que penaba la muerte de su padre, José Vicente Pepu Hernández (60 años) vuelve a pisar una pista de baloncesto. Ocurre en el barrio de Hortaleza, en Madrid. Corre el mes de mayo. Juegan niñas de 13 años, las infantiles del Pumas Chamartín y las del Dinámica. A las últimas les falta el entrenador y las fichas. Preguntan si alguien puede sustituir...

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Diez años después de coronarse campeón del mundo en Japón, impertérrito en el banquillo pese a que penaba la muerte de su padre, José Vicente Pepu Hernández (60 años) vuelve a pisar una pista de baloncesto. Ocurre en el barrio de Hortaleza, en Madrid. Corre el mes de mayo. Juegan niñas de 13 años, las infantiles del Pumas Chamartín y las del Dinámica. A las últimas les falta el entrenador y las fichas. Preguntan si alguien puede sustituir al técnico. Y Hernández, que está en la grada, porque juegan sus hijas Claudia y Candela, baja.

La vida del entrenador es la historia del amor por su deporte y del compromiso con la formación. Su credo vital se declina en latín, se expresa en el club Estudiantes y se vincula irremediablemente al Ramiro de Maeztu, el centro de gran parte de su vida. Allí conoce a Paco Torrent, catedrático de latín, que marca para siempre su actitud ante el trabajo y la vida cuando le tatúa con sus lecciones y sus suspensos el valor del esfuerzo, la importancia de la responsabilidad individual, la necesidad de apreciar a todos —independientemente del talento— y el deseo de mejorar.

Todo eso lo traslada Hernández a su labor como entrenador, cuando empieza a labrar la carrera de algunas de las mejores estrellas de la historia del baloncesto: Alberto Herreros, Nacho Azofra, Carlos Jiménez o Sergio Rodríguez. Todo eso está presente en Japón, durante aquel mágico 2006, cuando la selección reina en el mundo y él lo celebra ante miles de aficionados en la plaza de Castilla (“Ba-lon-ces-to”, grita). Y todo esto está aquel día en Hortaleza, cuando el técnico de las grandes estrellas se pone a entrenar a un grupo de infantiles.

“La ilusión puede rescatar al individuo”, suele decir el técnico, uno que bebe coca-cola cuando se encuentra con los periodistas, inquieto ante todo lo que le rodea, devorador de periódicos, y desde este martes, aspirante a la alcaldía de Madrid por el PSOE. El triple más difícil de su carrera.

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