Tras las hojas del calendario

Caminatas y barracones motivan a las madres de Montserrat

Dos de las madres a mitad de trayecto entre campos en el recorrido entre el colegio y la urbanización L'Hort de la Rabassa.MÒNICA TORRES

El pasado viernes a las 8.25, el autobús pagado con las primeras ventas del calendario erótico de las madres del colegio Evaristo Calatayud de Montserrat salió del centro del pueblo, se encaró hacia Valencia y giró a la derecha para recoger niños de Maset del Pou y después seguir hacia Turís para llevarse al grupo más numeroso, de 10 niños, en la la urbanización Hort de la Rabassa. “Vive más gente en las urbanizaciones que en el pueblo”, explicaba Silvia Lucas, la madre que en el calendario blande unas tijeras como protesta por los recortes. Allí coincidió con el bus subvencionado por la Conse...

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El pasado viernes a las 8.25, el autobús pagado con las primeras ventas del calendario erótico de las madres del colegio Evaristo Calatayud de Montserrat salió del centro del pueblo, se encaró hacia Valencia y giró a la derecha para recoger niños de Maset del Pou y después seguir hacia Turís para llevarse al grupo más numeroso, de 10 niños, en la la urbanización Hort de la Rabassa. “Vive más gente en las urbanizaciones que en el pueblo”, explicaba Silvia Lucas, la madre que en el calendario blande unas tijeras como protesta por los recortes. Allí coincidió con el bus subvencionado por la Consejería de Educación. Es la parada oficial, que cuenta con cartel azul indicativo, pero sin un atisbo de paso de peatones, como subrayó Yolanda Peiró, otra de las madres, en una larga recta de la CV-415 donde el límite de velocidad es de 70 kilómetros por hora.

Al otro lado de la carretera, en la urbanización La Montaña vive la familia de Ana Belén López, la madre que en el calendario simula brincar la valla de una casa y a su lado se lee: “Saltando de casa en casa llegaré en línea recta al colegio”. En el autobús “solidario”, como lo denominan, van sus dos hijos, uno de de Primaria y otro de primeroº de Infantil. “Por ser de enseñanza obligatoria, el mayor tendría derecho a ir en el autobús de la consejeria”, explica esta madre, “pero no le dejan porque según las mediciones de la Adminsitración le faltaban 70 metros para los 3.000 que es la distancia mínima en línea recta”.

Silvia y Yolanda subieron con los niños y la monitora en el autocar, mientras otras madres desistían porque iban “a vender calendarios”. A las 9.00 , tras recorrer seis kilómetros de carretera, que durante tres meses sus ocupantes han estado haciendo a pie, el autobús llegaba al centro Evaristo Calatayud, el único colegio del pueblo.

La parcela para construir, no se sabe cuándo, un colegio nuevo espera

Entran por la misma puerta que los autobuses públicos, “aunque ellos lo hacen entre cinco y diez minutos antes de las nueve y nosotros después”, aclararon. Más de 600 alumnos, tres líneas en Primaria y tres más un curso en Infantil, todos escolarizados “provisionalmente” en barracones desde hace cinco años.

El pequeño de Silvia, de tres años, va a una clase de 29 alumnos porque con los recortes el Gobierno ha permitido subir las ratios en lugar de aumentar las unidades necesarias. Ahora se pueden tener hasta 30 niños de tres años en una misma aula. “No tienen ni dos metros cuadrados por niño, es el primer año que estoy asustada”, confesaba la madre.

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La parcela para construir, no se sabe cuándo, un colegio nuevo espera a la salida del pueblo por el extremo opuesto a las actuales aulas prefabricadas. Está al lado del camino transitable más corto que comunica el casco urbano con La Rabassa y La Montaña y que bordea entre campos la Serra de Castellet, que deberían atravesar para ir en línea recta a su casa desde el colegio, cosa imposible porque en medio sólo hay una especie de cortafuegos herido, acaso practicable por excursionistas.

Silvia y Yolanda aceptaron recorrer con los periodistas la ruta que, bordeando la sierra y los campos circundantes, anduvieron con sus hijos en ocasiones antes de lograr con la venta de calendarios el dinero para alquilar tres meses del autobús solidario estrenado el pasado lunes. Antes de salir del colegio activamos en el móvil una aplicación que sirve para indicar los metros recorridos.

Hay una hora caminando desde la salida del colegio

Transitaron primero un camino asfaltado sin arcén, rodeado de cultivos. Es un largo trecho, salpicado primero de olivos tras superar los 3.500 metros de caminata, de naranjos, donde se acusa el frío. Al llegar a las primeras viviendas diseminadas, previas a las urbanizaciones, el camino se hace de tierra y piedras, al poco empieza una pendiente y tras rebasar un gran algarrobo, se llega de nuevo de vuelta a L'Hort de La Rabassa. Pasó una hora desde la salida del colegio y la aplicación del móvil marcaba más de 4.300 metros recorridos.

La resolución de 13 de junio de 2012 de la dirección general de Centros Docentes establece que se beneficiará del transporte escolar el alumnado cuyo domicilio habitual, “se encuentre a una distancia, en línea recta, de tres kilómetros o más del centro educativo que le corresponda”. Pero también dice, recuerdan estas madres, que “con carácter excepcional se podrá tener en cuenta aquellas zonas en las que el acceso al centro docente sea dificultoso debido a la orografía del terreno”.

Los niños subiendo al autobús “solidario” y dos madres en el camino al colegio.MÒNICA TORRES

Un expediente de la Policía Municipal de Montserrat sobre las distancias entre siete urbanizaciones y el colegio público señala sobre el acceso al mismo que “existen barreras orográficas que impiden” el acceso “en línea recta” y detalla las distancias más cortas para salvar la El Castellet, de 280 metros de altitud. Desde La Rabassa y La Montaña, “se accede por la CV-415, el Camino de Tras la Sierra y el Camino de la Mina al núcleo urbano” indica el informe, marcando 4.350 y 4.400 metros, respectivamente, como “la distancia más corta al colegio”.

Algo más cerca queda la urbanización Maset del Pou, que no tiene la Serra del Castellet como barrera orográfica, pero sí un barranco, el de L'Om, y la elevación de El Tossal, de 259 metros de altitud. Allí suben en el autobús “solidario” dos hijos de Eva Casas, que tiene dos fotos en el calendario, una precisamente en la parada del bus y otra exigiendo una escuela nueva. El pequeño va a Infantil y la mediana a Primaria; tiene un tercero de 15 años que va en el autobús público al instituto. Eva es, además, un ejemplo de los problemas de las familias por los recortes y la crisis que se manifiestan en los colegios debido, en este caso, a la reducción de las ayudas para el comedor. Teniendo el 70% subvencionado por la Consejería no pueden pagar la diferencia, al haber quedado en paro los dos miembros de la unidad familiar que trabajaban. Y el trabajo logrado por Eva María a final de año con un salario mínimo no resuelve el problema.

Ahora, tras haber ganado la semana pasada las impugnaciones sobre mediciones que interpusieron en su día, les han quedado plazas vacantes de niños que han pasado al bus público. “Le hemos pedido a la directora una lista con los niños más necesitados pero ella no lo sabe, por lo que lo haremos nosotras y esperamos que esta semana entrante todas las plazas estén cubiertas”. “A veces estás agotada”, reconocía Silvia Lucas, “pero dices, uf, no se van a salir con la suya”. Tener una escuela nueva y abandonar los barracones “es lo más importante”, aceptan, pero “lo más inmediato” es el transporte escolar. “Aunque tuviéramos pagado el autobús un año”, aseguraba Yolanda, “pediríamos el restablecimiento del autobús público que dejó colgados a 83 niños con los recortes”.

Y no sólo es el calendario. “Ayer llamó un señor que quería mantener el anonimato para dar un donativo de 500 euros”, recordó la primera. “La Asssociació Aula Mestre Serrano se ha ofrecido para hacer un concierto benéfico”, añadió la segunda. Poco después de reproducir la caminata tuvieron confirmación de la fecha para el partido con los veteranos del Valencia en el campo de fútbol de Montserrat; será el día 20. No paran, ciertamente.

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