Un jardín entre las ruinas

El colectivo lleva dos años pactando con los propietarios la cesión de la parcela El solar se llena cada semana de actividades y de niños que necesitan un lugar para jugar

Una vista del solar de la calle de la Corona de ValenciaMònica Torres

Un muro de dos metros de altura lleno de grafittis y una pizarra enorme que anuncia talleres. Una valla metálica que se cierra con una liviana cadena y un candado. Parece un solar abandonado, pero es el Solar Corona, un espacio ciudadano casi rural en uno de los barrios más tradicionales de Valencia, el barrio de El Carmen. Entre palmeras, melocotoneros y un pequeño huerto urbano, este viernes celebran que hace un año entraron para darle vida.

Desde las seis de la tarde, el número 12 de la calle de la Corona se convertirá en escenario de c...

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Un muro de dos metros de altura lleno de grafittis y una pizarra enorme que anuncia talleres. Una valla metálica que se cierra con una liviana cadena y un candado. Parece un solar abandonado, pero es el Solar Corona, un espacio ciudadano casi rural en uno de los barrios más tradicionales de Valencia, el barrio de El Carmen. Entre palmeras, melocotoneros y un pequeño huerto urbano, este viernes celebran que hace un año entraron para darle vida.

Desde las seis de la tarde, el número 12 de la calle de la Corona se convertirá en escenario de conciertos, talleres para niños, batalla de agua, cena popular y cine. "El solar es un proyecto ciudadano y vecinal para la recuperación temporal de un espacio en desuso y su aprovechamiento a pequeña escala", cuenta Adrián, arquitecto. El solar tiene dos partes. La zona más grande, sin vegetación, está ahora llena de mesas hechas con enormes bobinas de madera que originalmente estaban rodeadas de cable.

Al limpiar la parcela se

La zona más pequeña es la joya del Corona y hundida cuatro metros respecto al nivel de la calle, contiene un pequeño vergel. "A la hora de limpiar el solar ahí había zarzas, una nevera, perros muertos... y pensábamos que era un agujero, pero cuando empezamos a limpiarlo, de repente vimos ladrillos y nos dimos cuenta de que había unas ruinas", cuenta Adrián. El desnivel se debe a la presencia de las ruinas del barrio del gremio de los tintoreros, de época cristiana, que pretenden organizar para utilizarlo como pequeñas estancias para actividades.

Este sábado se celebra su primer aniversario con música y talleres

En las ruinas crecieron de manera espontánea cuatro melocotoneros que dan melocotones dulces, cuatro palmeras que ya alcanzan los 10 metros de altura, un olmo ahora enfermo, que tratan porque es de los pocos que quedan en Valencia, y varios lidoneros. Un verdadero jardín de las ruinas que crece con el sustrato agrícola fértil que quedó enterrado con los distintos asentamientos de la ciudad. "Jardín de las ruinas y la clínica de las plantas porque la gente me trae las plantas medio muertas y aquí reviven", cuenta Argentino, sentado en un banco construido con palés. Los vecinos aportan plantas, mobiliario, trabajo e ilusión.

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El solar, de 485 metros cuadrados, se llena cada semana de actividades de personas que necesitan un espacio para su idea y de niños que necesitan un lugar para jugar que no encuentran de otra manera. En ciudades como Madrid, Londres o Berlín hay proyectos similares, pero conseguirlo no es fácil. Para recuperar el espacio los vecinos negociaron dos años con el propietario y con el Ayuntamiento de Valencia. La parcela estaba reservada para la construcción de viviendas, una plaza y un aparcamiento. Como la crisis ha aplazado el proyecto, finalmente, firmaron una cesión "reversible" hasta que pueda desarrollarse.

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