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La vida de Tácito, el más grande historiador romano

La biografía canónica de Ronald Syme reconstruye una época de tiranos, césares ilustrados, poetas mordaces, conjuras palaciegas y emperatrices intrigantes

La traducción de un clásico de la historiografía sobre la Antigüedad merece siempre un aplauso. Quien haya leído La revolución romana, de Ronald Syme (1903-1989), uno de los historiadores más lúcidos sobre la Roma antigua, correrá a hacerse con este Tácito que nos regala l...

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La traducción de un clásico de la historiografía sobre la Antigüedad merece siempre un aplauso. Quien haya leído La revolución romana, de Ronald Syme (1903-1989), uno de los historiadores más lúcidos sobre la Roma antigua, correrá a hacerse con este Tácito que nos regala la Editorial Gredos, un magno tributo al seguramente más grande historiador romano del que quizás no sepan que su retrato de claroscuros de la historia romana forma parte de nuestro imaginario gracias a la novela de Robert Graves y la magnífica serie de la BBC Yo Claudio. La lectura del historiador romano nos interpela hoy y siempre, en especial su Anales, por la sencilla razón señalada por Syme de que la oligarquía es el tema sobresaliente y permanente de la historia romana, quizás de todos los tiempos, y que la elección entre libertad y seguridad es un dilema que se plantea una y otra vez a lo largo de la historia.

Si en La revolución romana (1939) Syme analizaba la pasión fría y maquiavélica de Augusto para explicar la transición de la República al Imperio, con Tácito (1958) cerraba el círculo con la consolidación del poder absoluto de las dinastías de los Julio-Claudios, los Flavios y los Antoninos. El motor de la historia no era otro que las redes de poder, el clientelismo y las luchas y alianzas de una aristocracia que prefirió la tranquilidad del ocio y el negocio que garantizaban los Césares a los riesgos del compromiso y participación en la primera línea política de una República desangrada por guerras civiles entre familias mejor o peor avenidas que sufrían de sus enemigos el mismo destino que tramaban contra ellos. Con el Imperio la libertas retrocedió y se impuso el sometimiento y la obediencia, unas veces con la tiranía (Nerón o Domiciano), otras con un Gobierno (Augusto o Trajano) con la apariencia de restauración de la Edad de Oro y las virtudes que habían hecho grande a Roma. El ingenio ya no podía desplegar su elocuencia en el Foro o en el Senado y la literatura era el único ámbito, y no sin riesgos, para la crítica y la libertad de expresión, pasatiempo y consuelo de ciudadanos desengañados, privados de la acción política. El orgullo y la gloria de Roma se confiaban ahora más que nunca a sus ejércitos y a sus generales y el panegírico y la adulación abundaban en las letras romanas.

Tácito, entre la nostalgia republicana y la aceptación resignada del Imperio, encarna la ambigüedad

Es poco lo que sabemos de la vida privada del historiador romano y no estamos, por tanto, frente a una biografía convencional. Syme reconstruye de la mano de Tácito una historia política por la que desfilan tiranos como Calígula o césares ilustrados como Adriano, poetas mordaces como Marcial o censores de la decadencia moral como Juvenal, hombres de acción como Plinio el Joven o filósofos trágica y ambiguamente comprometidos como Séneca. Las conjuras palaciegas de libertos imperiales y emperatrices intrigantes, como la excepcional Livia o la disoluta Mesalina, moldearon la escritura de Tácito y, sobre esas tensiones y silencios, desplegó también Syme su saber infinito. Tácito, entre la nostalgia republicana y la aceptación resignada del Imperio, encarna la ambigüedad de un senador ilustrado que denuncia con verbo suelto e imaginación pictórica, y no poca imparcialidad (sine ira et studio), la corrupción del poder imperial, pero que se beneficia a la vez de los honores y privilegios que ese opresivo sistema político le concede.

El genio literario y el mérito como historiadores de Tácito y de Syme son incontestables, pero la precisión y erudición del historiador neozelandés es apabullante. Su método prosopográfico —el estudio sistemático de las carreras de senadores y caballeros—, sus más de 200 páginas de apéndices alcanzan de nuevo en este libro su expresión más lograda y, por qué no, suponen un reto hercúleo para el lector. Seguro que habrá quien señale sus límites perdiendo de vista que la obra fue escrita hace más de 60 años, pero incluso esas críticas no cancelan su vigencia ni disminuyen su valor. Leer a Syme, y por supuesto a Tácito, es una experiencia reveladora y un deber moral y político inexcusable para adentrarnos en el auge del despotismo y la ruina de la libertad que suposo el triunfo del imperio sobre la república, una lección de la historia para la vida que quizás nos sirva para no repetir los mismos errores en el presente. En nuestras manos está elegir entre la opresión o la defensa de nuestros derechos, entre la obediencia gregaria o el compromiso con la dignidad humana. Una vez más una prueba de por qué los clásicos nos siguen interpelando al recordarnos la fragilidad de la libertad y nuestra complicidad en ello; una razón de los enemigos de la libertad para silenciar a las humanidades.

Tácito I

Ronald Syme  
Traducción de Roc Filella Escola
Gredos, 2025
606 páginas
24,90 euros

Tácito II

Ronald Syme  
Traducción de Roc Filella Escola
Gredos, 2025
464 páginas
24,90 euros

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