La revista ‘Afal’, un milagro artístico en una España oscura

Una muestra en Serrería Belga recupera la historia de este hito decisivo en la fotografía española

Varios números de la revista ‘Afal’ publicados entre 1956 y 1963.

De la revista Afal se dice que fue un milagro. Un hecho asombroso, orquestado por dos visionarios, Carlos Pérez Siquier (Almería,1930 - 2021) y José María Artero (Almería, 1921- 1991) desde una capital de provincia incomunicada territorialmente, Almería, dentro del yermo cultural franquista, de la España de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Un proyecto que tomaba como título el acrónimo de la Agrupación Fotográfica de Almería y que conseguiría aunar a los fotógrafos más inconformistas del momento, m...

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De la revista Afal se dice que fue un milagro. Un hecho asombroso, orquestado por dos visionarios, Carlos Pérez Siquier (Almería,1930 - 2021) y José María Artero (Almería, 1921- 1991) desde una capital de provincia incomunicada territorialmente, Almería, dentro del yermo cultural franquista, de la España de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Un proyecto que tomaba como título el acrónimo de la Agrupación Fotográfica de Almería y que conseguiría aunar a los fotógrafos más inconformistas del momento, mientras daba entrada a los aires renovadores procedentes de distintos puntos de Europa. “Una nueva voz libre de prejuicios, que intenta sacar a la fotografía española de su desván de anticuario”, como la decían sus fundadores.

‘Semana Santa’, Barcelona (1957) Ricard Terré
‘Sin título’ (1957) Jesús Aguirre (Colección Mario Fernández)
‘Semana Santa’ (c. 1958) Jesús Aguirre (Colección Mario Fernández)
‘Cristo’ (1958) Paco Gómez
‘Sin título’, de la serie ‘La Chanca’ (1956) Carlos Pérez Siquier
‘Semana Santa’, Sant Boi, Barcelona (1958) Ricard Terré
Imagen de la sala donde se muestra la exposición ‘Revista Afal. Pequeña y libre’

Fueron siete intensos años los que duró la andadura, de 1956 a 1963, durante los cuales conseguirían consolidar dicha renovación. Un periplo que recorre la exposición Revista Afal. Pequeña y libre, en el Espacio Cultural Serrería Belga de Madrid. Centrado únicamente en la historia de esta publicación, el nuevo proyecto complementa la lectura de la exposición celebrada en 2018 en el Reina Sofía, Una aproximación a Afal. Donación Autric- Tamayo. Sin un itinerario marcado y con un diseño ágil y dinámico, la nueva exhibición rememora el legado de aquella arriesgada empresa. “Sin dinero, sin ayudas, ni el apoyo de ninguna firma comercial, fueron capaces de conectar la fotografía más interesante que se estaba produciendo en esos momentos en España”, destaca la historiadora Laura Terré, comisaria de la muestra. “Fueron muy valientes a la hora de tratar los temas, contaban solo con la confianza de los suscriptores”.

En la muestra han quedado reunidos por primera vez los 36 tomos de la publicación. Una colección difícil de encontrar, donde tanto el contenido gráfico como los textos rompen con los moldes de la época. La revista constituía una ruptura frente a las agrupaciones fotográficas y concursos de aquel momento, dominados por los principios estéticos del pictorialismo, establecidos como los principales canales de difusión de la creación fotográfica. “Afal, y nosotros no lo sabíamos, era el Internet de la época”, advertía Xavier Miserachs, décadas más tarde.

Junto a las páginas de Afal reproducidas en la pared, se presenta la obra de algunos de los componentes más representativos del grupo: Carlos Pérez Siquier, Francisco Gómez, Jesús Aguirre, Joan Colom, Gabriel Cualladó, Ramón Masats, Xavier Miserachs, Oriol Maspons, Nicolás Muller, Francisco Ontañón, Leopoldo Pomés, Alberto Schommer, Ricard Terré y Julio Ubiña. No había ningún nexo estético entre ellos. Cada uno mantenía su individualidad. El nexo era su entusiasmo, su actitud vital, y una misma concepción de lo que era el medio fotográfico. La revista obraba como una válvula de escape para este grupo de contestatarios que pretendía documentar la realidad como reflejo del tiempo en que vivía. Ofrecer una visión auténtica de esa España oscura y pobre, por encima de la calidad técnica y los valores formales, donde la imagen adquiría un valor “como instrumento de cultura y de comunicación”.

‘Sin título’ (1957), imagen publicada en la revista 'Afal'. Jesús Aguirre (Colección Mario Fernández)

De carácter bimensual, uno de los principales escollos a los que se enfrentaba la revista era conseguir el placet del censor provincial. “Hubo números enteros estuvieron a punto de ser retirados pero finalmente salieron”, señala Terré. “Sin embargo, fueron varios los artículos, sobre todo los dedicados al cine, que hubo que retirar”. El destape suponía mucho más riegos que el enfoque neorrealista de los reportajes. Artero escribía al fotograbador: “Tenemos a la censura local. La foto que acompaño y que será portada del número 27, debe llevar Afal en lugar que disimule lo más posible la apertura de la camisa. Usted ya me entiende”.

Entre las firmas más conocidas se presenta el trabajo de un fotógrafo que no se había expuesto con anterioridad: Jesús Aguirre, que inicialmente colaboró desde Almería y más tarde desde Madrid. “Tuvo bastante importancia dentro del Anuario de la Fotografía Española editado por Afal”, destaca la comisaria. “Una de sus fotografías más provocadoras muestra unos cerdos muertos, amontonados unos encima de otros, llamó mucho la atención de Edward Steichen, entonces director del departamento de Fotografía del MoMA, quién en un momento dado consideró incluir a varios de los componentes del grupo en una exposición colectiva que finalmente no se hizo”.

Fue el fotógrafo Roger Doloy, creador de la asociación Club photographique de París Les 30 x 40, quien sorprendido por el contenido del boletín de la revista, se lo mostró a Oriol Maspons. “En Barcelona no había nada parecido”, asegura la comisaria. Ni tampoco en Madrid. A partir de ahí, Maspons comenzó a animar a distintos fotógrafos a que enviasen material y surge ese intercambio entre esos jóvenes. Y ellos mismos se llamaban ‘los inquietos’”. Comenzarán a llegar colaboraciones de artículos de cine, entre ellas las de Manuel Michel, José María Berzosa, Ricardo Muñoz Suay y otros exiliados, aunque era imposible hacer alusión a cualquier cuestión política. En 1959, el grupo Afal expondrá de forma colectiva con Les 30 x 40 en la Biblioteca de la embajada española de París. Una muestra que itinerará por Berlín, Moscú y Milán, un recorrido insólito en aquellas fechas. Así empezaron a sucederse intercambios con distintos países, como la participación en el Salon Albert I de Charleroi, en Bélgica y en la Bienal de Pescara. “Fue algo muy ambicioso para unos jóvenes que tenían entre 18 y 32 años”, advierte Terré.

La nueva exposición se articula en torno a distintos apartados, como la poesía, el humor, el cine, la censura, las artes gráficas, los ingresos y las suscripciones. También pone el foco en las mujeres que colaboraron con la publicación entre ellas, la Condesa de Campo Alange, Esthers Tusquets, Ana Fox Valle, la fotógrafa mexicana Ruth Lechuga y la belga Rose de Loz Biard.

A lo largo de los siete años de publicación los contenidos fueron cambiando sensiblemente. Con el fin de imitar las portadas de revistas de gran tiraje como Life que habían ido substituyendo las imágenes de guerra por pin- ups, ilustrarán las suyas con retratos femeninos, la mayoría de Maspons.”Adopta un aire internacional, pero al tiempo pierde la fuerza que les habían proporcionado las portadas más experimentales, dentro del neorrealismo, o a veces de abstracciones, con mucha personalidad.”, apunta Terré.

“Dentro de España, tuvieron la ambición de hacer una revista de venta libre en los quioscos”, señala la comisaria. “El impacto fue prácticamente nulo. Yo creo que porque les faltaba el amplificador de la publicidad. Sin ella no había posibilidad de grandes tirajes, ni de soportar el trabajo de difusión. Todo resultaba muy caro para ellos. Fue un fracaso económico. El interés en ese momento en España por el cine y la fotografía era nulo. Sí contaban con la respuesta de gente dentro del mundo de la cultura como suscriptores, pero no nos podemos inventar una historia de éxito de la revista, porque no la hubo”.

“Las revoluciones tienen que morir jóvenes”, escribía Pérez Siquier, “y no hay que procurar alargarles la vida porque languidecen”. En diciembre de 1963, los fundadores de la revista enviaron una tarjeta de defunción a sus socios. En ella aparecía una tumba infantil blanca rodeada de hierba. Sobre la lápida se lee: “Revista AFAL 1956-1963 R.I.P.”. En el reverso aparecía la foto de un entierro con su cortejo obra de Miserachs.

Revista Afal. Pequeña y libre. Espacio Cultural Serrería Belga. Madrid. Hasta el 23 de febrero

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