Jonás Trueba, cineasta: “Buscar un amor más intenso es el cáncer de toda relación”

Premiado en Cannes y confirmado como nombre fundamental del cine español, el director estrena ‘Volveréis’, comedia sentimental sobre una pareja que decide separarse con una gran fiesta. De paseo por los escenarios de sus películas, Trueba habló de su fe ciega en la pareja, de la política actual y de su crisis con el cine

El director Jonás Trueba, en la Travesía de las Vistillas, en el centro histórico de Madrid, escenario de su filmografía.Jacobo Medrano

Les pasa a todos los perfeccionistas. Cuando Jonás Trueba (Madrid, 1981) termina una película, le suele parecer “una puta mierda”. La expresión es de su alter ego en su nuevo filme, Volveréis, una cineasta en pleno montaje interpretada, en una ingeniosa inversión de roles, por su pareja, la actriz Itsaso Arana. “Siempre que terminas un proyecto llega ese momento de agotamiento, que es como el final de un embarazo: estás exhausto y todo te irrita”, confiesa Trueba, sentado ante un café americano en un bar del ...

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Les pasa a todos los perfeccionistas. Cuando Jonás Trueba (Madrid, 1981) termina una película, le suele parecer “una puta mierda”. La expresión es de su alter ego en su nuevo filme, Volveréis, una cineasta en pleno montaje interpretada, en una ingeniosa inversión de roles, por su pareja, la actriz Itsaso Arana. “Siempre que terminas un proyecto llega ese momento de agotamiento, que es como el final de un embarazo: estás exhausto y todo te irrita”, confiesa Trueba, sentado ante un café americano en un bar del centro de Madrid, La Divina Bohemia, que parece salido de su cine. Con esta película, esa sensación fue especialmente fuerte. “Nunca lo había experimentado con tanta intensidad, como un rechazo hacia lo que has hecho”. ¿Qué le disgustó? “Me pareció que era demasiado sincera. Me vi a mí mismo deprimido, en crisis con el cine y conmigo mismo. Me recomiendan que no lo diga, pero así es como me sentí. Supongo que esta película marca el final de una etapa”.

Poco antes de que los madrileños deserten de la ciudad o se reúnan en las verbenas populares que se celebran durante la primera quincena de agosto, Trueba ha llegado paseando por las calles de su barrio, ese perímetro del centro de Madrid que aparece en sus películas: el viaducto de Segovia, los bares de Lavapiés, el metro de Antón Martín, un Rastro extrañamente vacío, la plaza Mayor en blanco y negro, una calle que salía en aquella vieja película de Edgar Neville. “Es un Madrid con peso y enjundia, que tiene raíz y capas históricas, aunque no siempre seamos conscientes de ellas”, dice sobre la ciudad que le gusta filmar, desacralizada pese a que las calles lleven nombres de santos.

Le preocupa que desaparezcan los lugares de su juventud por la gentrificación y el turismo salvaje. Pero, siendo un excelente abogado del diablo, logra relativizarlo. “Lo que ahora nos disgusta a lo mejor gustará a otros en unos años, o incluso a nosotros mismos. Fíjate en las tiendas de alimentación, lo que antes llamábamos los chinos. Me solían parecer espantosas y ahora es casi lo más bonito que le queda a la ciudad, porque ya han adquirido un poso”, dice. “Andrés Trapiello dice en su libro sobre Madrid que a las cosas feas solo le hacen falta unos años para ponerse bonitas. Puede que hasta la Almudena, dentro de 200 años, parezca bonita”. La miramos de reojo, asomándose entre los edificios, sin estar convencidos.

El director Jonás Trueba, retratado en julio en el centro de Madrid.Jacobo Medrano

En estos escenarios vuelve a suceder Volveréis. La película, que se estrena en cines el viernes que viene, se inspira en un viejo chiste de su padre, Fernando Trueba, que nunca entendió por qué las parejas no celebran sus divorcios en lugar de festejar sus uniones. “De adolescente, me marcó. Parece solo una ocurrencia, pero siempre intuí que ese chascarrillo escondía una verdad profunda: la necesidad de celebrar en lugar de dramatizar, ver lo positivo en vez de lo negativo”, relata. Y, a la vez, recuerda un aforismo de Juan Ramón Jiménez, para quien la alegría y la pena eran “gemelas”, que cita de memoria: “Tengan por seguro que allí donde haya gente riendo habrá motivos por los que llorar”. “Esa frase ha sido determinante en mi forma de ver la vida y el cine. Siempre se la cito a los actores”, reconoce Trueba. “Esta película es casi una puesta en escena de ese aforismo”.

La pareja protagonista, Ale y Álex, simétricos hasta en sus nombres, ponen fin a su relación organizando dicha fiesta. Antes de que llegue la hora fatídica de repartirse los libros y los amigos, anuncian la noticia a sus allegados, que reaccionan entre incrédulos y enfadados. ¿Qué estupidez es esa de montar una fiesta? Ellos están hechos para estar juntos. Nadie duda de que volverán, como reza el título.

“En el extranjero se ven mis películas sin la carga del apellido paterno. Es una emancipación y una ligereza, aunque nunca escondí ser hijo de mi padre”

El proyecto llega catapultado por el premio que recibió en la Quincena de Cineastas del Festival de Cannes, que apuntaló el éxito en Francia de La virgen de agosto (2019). Tuvo mejores resultados en taquilla que en España, pese a estrenarse en el verano desconfinado de 2020, y obtuvo una nominación al César a la mejor película extranjera. Le Monde lo calificó entonces como “el más francés de los directores españoles”. Le decimos que, en Francia, Fernando es conocido como “el padre de Jonás Trueba”, y no al revés. “Justicia poética”, sonríe Trueba júnior. “En España siempre me he sentido reconocido; he ocupado más espacio mediático del que merecía. La diferencia es que, en el extranjero, se han visto mis películas sin la carga del apellido paterno”, admite. “Es una emancipación y una ligereza, aunque nunca escondí ser hijo de mi padre ni evité hablar de ello. Llevo 15 años respondiendo a las preguntas de los periodistas con mucha paciencia”. Para cerrar el círculo, su padre aparece en Volveréis interpretando al progenitor de Arana (y tal vez también a sí mismo).

Jonás Trueba, en la Costanilla de San Andrés, en Madrid.Jacobo Medrano

Está en crisis con el cine y consigo mismo, decía Trueba al comienzo, con esa mezcla inexplicable de pudor y desinhibición que lo caracteriza, con la locuacidad propia del tímido que habla de más porque tal vez tiene miedo al silencio. Primero llegó la crisis de los 40 (cumplirá 43 años en noviembre), que creyó que él lograría esquivar, como creímos todos. Y luego, el abandono de su proyecto anterior, Segundo premio, la película sobre Los Planetas a la que renunció tras trabajar en ella más de dos años. “Perdí la ilusión. Se necesitaba la energía de un director nuevo, y propuse que Isaki Lacuesta tomara el relevo. Es alguien a quien admiro mucho, además de ser un amigo. La película ha salido muy bien. Es casi un milagro, dadas las circunstancias”. Quiso cambiar de escala y de orientación, y la jugada le salió regular. “No estoy cerrado a probar cosas nuevas, pero también pienso que el cine es un oficio de autolimitación. Soy consciente de mis límites y no me considero un cineasta capaz de abordar cualquier historia”. ¿Cuáles son sus carencias? “El cine actual tiende a la espectacularidad. Yo puedo ofrecer una perspectiva distinta, enfocada en lo pequeño y lo íntimo”.

“Mi dislexia influye en mi manera de escribir y de filmar. Las situaciones que genero tienen que ver con una lentitud, con una comprensión lenta. Para mí, es normal releer una frase siete veces”

Y ahí es, a la vez, donde surge su peor crisis. Si su cine propone un ecosistema distinto, consistente en hacer lo mismo con menos y en despojar al medio de esa tendencia a lo colosal, le parece contradictorio actuar como hacen los demás, ocupando portadas y luchando por la mejor taquilla. “Me encanta fabricar películas, pero me gusta menos la exposición y la competitividad que comporta hacerlas. Las galas de premios sumen a todo el mundo en la obsesión. Es difícil vivir al margen de eso, por ridículo que te resulte”, asegura. “Todo se comenta en términos de competición, de éxito y fracaso. Es tu peor película, es la mejor. Le ha salido mal, le ha salido bien”.

A veces, se plantea dedicarse a otra cosa. “Por ejemplo, a la literatura, que me parece un oficio menos expuesto, aunque en realidad es otra industria con las mismas obsesiones a menor escala”, confiesa Trueba, que en 2013 publicó Las ilusiones (Periférica) y hace poco ejerció de editor invitado del sello Caballo de Troya. Sus amigos nos susurran que no lo dejará ni en broma, y que sigue teniendo varios proyectos por delante en el cine. “Digo una cosa y la contraria”, admite el interesado, con una voz suave y profunda que, por suerte para él, parece desconocer los picos de testosterona.

Los actores Vito Sanz e Itsaso Arana, protagonistas de 'Volveréis'.

Ante estas turbulencias, Trueba se refugió en lo que sabía hacer: una película artesanal, con su equipo habitual y sus actores de siempre, también coguionistas: Vito Sanz, con quien trabaja desde Los ilusos (2013), e Itsaso Arana, cuyo rostro irrumpió en el primer plano de La reconquista (2016) como si fuera una especie de evidencia en su cine: la misma melancolía congénita, un idéntico naturalismo introspectivo. Tras varios ensayos imperfectos, el lenguaje de Trueba se ha ido acercando a la excelencia, dejando atrás el pastiche afrancesado, verborreico y vestido con chaqueta de pana para enmarcarse en un cine que se retroalimenta, pero para ir siempre más lejos.

Su obra ha cambiado a mejor: es cada vez menos masculina y reverencial respecto a una mujer mitificada que seguramente no exista. “Desde el encuentro con Itsaso, filmo a la mujer de otra manera. Creo que le he quitado importancia”, confirma. Hay en ella cada vez más sencillez y silencio, como si ya no necesitara epatar con diálogos altamente literarios. También está más conectada con el presente. “Nunca quise ser anacrónico, pero sí hui voluntariamente de las modas”. Ahora sus personajes hablan de hipotecas y de su menstruación. Sus películas ya no esconden los móviles y hablan sobre vivir cerca del metro Embajadores, pero también en Mataespesa y Alpedrete, como los protagonistas de su película anterior, Tenéis que venir a verla (2022). Cambiar siendo fiel a uno mismo y a los suyos es una obsesión para Trueba, que trabaja en algo parecido a una cooperativa y con un sentido enfermizo de la lealtad. Hasta el punto de que, hace poco, al descubrir a su actor fetiche, Francesco Carril, cenando con Rodrigo Sorogoyen en un restaurante madrileño, tuvimos la sensación de presenciar casi una escena de engaño conyugal.

Jonás Trueba, en el restaurante chino que aparecía en 'La reconquista'.Jacobo Medrano

¿Le ha salido esta vez una película distinta que de costumbre? Puede que Volveréis sea su primera comedia, a falta de un término mejor, pese a ese poso depresivo en el que insiste su autor. Está plagada de referencias a las tesis del filósofo Stanley Cavell sobre la comedy of remarriage, aquellas películas de enredo de los años treinta protagonizadas por Katharine Hepburn o Barbara Stanwyck donde matrimonios separados se daban otra oportunidad, subgénero al que parece homenajear la película. Aunque él no lo vea así, todo apunta a que será su proyecto más accesible y también su mayor éxito.

A Trueba le desconcierta esa afirmación y esa perspectiva, aunque reconozca que fue más sencillo financiarlo que en ocasiones anteriores. Después de todo, existe otra máxima de Juan Ramón Jiménez que también le guía: “Gustar, pero no demasiado”. “Cuando te dedicas a hacer cine sin buscar el éxito comercial o el reconocimiento, da cierto vértigo”, sostiene. “Siempre he intentado mantenerme en un espacio protegido, y exponerme más me genera ansiedad. Soy muy retraído y a veces me pregunto por qué me meto en estos líos. Supongo que es, precisamente, para vencer mi timidez”.

“Apoyo a una izquierda no nacionalista. El nacionalismo no puede invadirlo todo, porque contradice los ideales de igualdad y justicia social”

Trueba fue un niño solitario. La ventana de su casa daba al patio de su primer colegio. A la hora del recreo, su madre solía verlo sentado en un rincón, casi siempre solo. “Era patológicamente tímido y además era hijo único. También era muy disléxico. He sido siempre miedoso y lento”, afirma. En la adolescencia rompió con todo eso. “Tuve la suerte de encontrarme con amigos que me acogieron, que vinieron a mí porque les desperté ternura o compasión”. Su dislexia se tradujo en una dificultad lectora que cree que influye en su forma de escribir y de filmar. “Por ejemplo, ruedo pocos planos y su duración suele ser larga. Las situaciones que genero tienen mucho que ver con una lentitud, con una comprensión lenta. Leer me sigue costando, me genera un esfuerzo. Releer una frase siete veces me parece totalmente normal. No soy una persona rápida, pero encuentras tu manera de llegar a las cosas, que es más sinuosa y que se traduce en tu manera de entender el mundo”.

Jonás Trueba, en el interior de la librería Arranca Thelma, localización de su primera película, 'Todas las canciones hablan de mí'. Jacobo Medrano

Sus personajes recuerdan a los Peanuts de Schulz, aquellos niños pesarosos que vivían sin adultos a la vista y jugaban a ir al psicólogo. Podrían ser sus versiones adultas, hombres y mujeres maduros que, sin embargo, conservan rasgos adolescentes y las huellas de una socialización imperfecta. También tienen una edad imprecisa, igual que su creador. Cuando debutó con Todas las canciones hablan de mí (2010), encarnó a la perfección el arquetipo del viejoven, pero hoy aparenta menos años de los que tiene. “Cuando me dicen que parezco más joven, me molesta. Quiero que me den la edad que tengo y que mis películas traduzcan lo que siento en cada momento de la vida”, protesta. “En realidad, siempre quise ser adulto. Nunca he querido quedarme en lo juvenil. Nunca me dio miedo envejecer”.

Trueba no cree que sus protagonistas sean inmaduros, víctimas de un desarrollo detenido que se manifiesta en su romanticismo recalcitrante. “Buscar un amor mejor y más intenso es el cáncer de cualquier relación. En La reconquista, los protagonistas se separaban por miedo a estar perdiéndose otros posibles amores. Volveréis refleja un momento diferente. Los personajes ya no buscan esa intensidad adolescente, sino que se enfrentan a la dificultad de convivir y crear algo juntos a largo plazo”, asegura el director, que se inspiró, como siempre, en su propia experiencia. “He probado las dos cosas y, con todos sus defectos, prefiero la pareja a la soltería. La vida en pareja es un ejercicio exigente y admirable. El compromiso, la fidelidad, la repetición y las rutinas, todas las dificultades que entraña el hecho de vivir con alguien, siempre me han parecido apasionantes”.

Trueba, en la calle de la Redondilla de Madrid.Jacobo Medrano

Sorprendió, siendo alguien tan reservado sobre sus opiniones políticas, que manifestara su apoyo a Izquierda Española, partido creado a finales de 2023 que obtuvo 28.000 votos en las europeas de junio (después de todo, lo suyo siempre han sido las minorías). “No quiero pertenecer a ningún partido y nunca lo haré, pero me gustaba la idea de apoyar una opción política de izquierdas y no nacionalista. El nacionalismo lo entiendo como filosofía política, pero no puede invadirlo todo, porque es contradictorio respecto a los ideales de igualdad y justicia social”, responde Trueba. “Hemos llegado al punto delirante en el que afirmar algo así parece que sea hacerle el juego a quienes se oponen al Gobierno de coalición, porque toda la política estatal se fundamenta en esta cuestión”. Cuando recupere energías, tiene un proyecto en mente, entre varios otros: una película sobre la España de hoy. “O, mejor dicho, sobre cómo nos afecta la política, o la conversación sobre la política, que lo invade todo y nos envenena”.

Recurrimos una última vez a su admirado Juan Ramón Jiménez, que, en Españoles de tres mundos (1942), hacía un diagnóstico letal sobre el país. Al abrir una página al azar, damos con una cita significativa. “Todo contribuye a que el hombre interior español viva triste”, escribió el autor de Platero y yo. “La tristeza que tanto se ha visto en mi obra poética nunca se ha relacionado con su motivo más verdadero: es la angustia del adolescente, el joven, el hombre maduro que se siente desligado; solo, aparte en su vocación bella”. Con un seis y un cuatro, decíamos de pequeños.

‘Volveréis’ se estrena en cines el próximo 30 de agosto.

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