Una novela sobre la contradicción de juzgar a los otros pero no a uno mismo
‘Después de Claude’, de Iris Owens, exploró la ética de los Estados Unidos dispuestos a enfrentarse a su hipocresía en materia de política exterior, segregación racial, sexualidad y género
Una amiga llama a uno de sus exnovios “la rata inmunda”. Harriet, la protagonista de Después de Claude, llama al suyo “la rata gabacha”. Las semejanzas terminan allí, sin embargo: el exnovio de mi amiga es un escritor que disfrutó brevemente de un éxito no del todo inmerecido; el de Harriet es un documentalista francés cuyos reportajes parecen “campañas publicitarias sobre disturbios”. Claude es idealista —”los únicos rostros que filmaba estaban cubiertos de sangre o de máscaras antigás”—; Harriet es extremadamente pragmática. Y muy deslenguada: sus tiradas contra los franceses, los per...
Una amiga llama a uno de sus exnovios “la rata inmunda”. Harriet, la protagonista de Después de Claude, llama al suyo “la rata gabacha”. Las semejanzas terminan allí, sin embargo: el exnovio de mi amiga es un escritor que disfrutó brevemente de un éxito no del todo inmerecido; el de Harriet es un documentalista francés cuyos reportajes parecen “campañas publicitarias sobre disturbios”. Claude es idealista —”los únicos rostros que filmaba estaban cubiertos de sangre o de máscaras antigás”—; Harriet es extremadamente pragmática. Y muy deslenguada: sus tiradas contra los franceses, los perros neoyorquinos, los taxistas, las amigas de la infancia, los “maricas”, el cine de autor, los restaurantes pretenciosos y el hospital psiquiátrico de Bellevue son de una crueldad difícil de soportar para Claude, que acogió a Harriet tras su último desahucio y está deseoso de despedirla él también ahora. “¿Sabes qué, Claude? Es posible que se me pase comentártelo de vez en cuando [...], pero para ser un hombre tienes un cuerpo magnífico, y para ser francés es poco menos que un milagro”, le dice Harriet, para reconciliarse. Pero no hay reconciliación posible entre los dos, sobre todo después de que Harriet se emborrache en una cena, insulte a Claude y a su mejor amigo y se burle de la novia del segundo antes de intentar besarla. Harriet va a terminar en el Hotel Chelsea, como tantos inconformistas y marginales de la época.
Después de Claude fue publicada en 1973 y recuperada en 2010 por la prestigiosa New York Review of Books para su colección de clásicos. No fue la única novela de su autora, Iris Owens (1929-2008); ni siquiera la primera. Mientras vivía en París, en la década de 1950, escribió media docena de novelas pornográficas para Maurice Girodias, el editor de Jean Genet, Henry Miller y la Lolita de Vladimir Nabokov, entre otros. En 1984, Owens publicó también con su nombre una segunda novela, inspirada —según se nos dice— en su matrimonio con un príncipe iraní. Pero la autora debe su reputación casi en exclusiva a Después de Claude y, en especial, a su protagonista. Como el Ignatius J. Reilly de La conjura de los necios, la Myra Breckinridge de la novela de Gore Vidal del mismo título, el Portnoy de Philip Roth y los personajes de John Updike y Joseph Heller, la Harriet de Owens explora las posibilidades cómicas de una contradicción habitual: la de las personas que poseen una inteligencia demoledora para juzgar a los otros pero son incapaces de juzgarse a sí mismas.
Harriet es racista, alcohólica, mentirosa y manipuladora; en su opinión, sin embargo, es sólo “una persona desenfadada”, “una naturaleza espléndida y generosa”. Puede que la distancia entre sus acciones y lo que Harriet cree que sus acciones son otorgue a esta novela —como a las mencionadas antes— el carácter de un documento de los convulsos sesenta norteamericanos, cuando el país pareció dispuesto por fin a enfrentarse a su hipocresía en materia de política exterior, segregación racial, sexualidad y género. Pero hay personas como Harriet en todas las épocas; especialmente en la nuestra, en la que los “vicios” y “pecados” de la protagonista se han convertido, por alguna razón, en virtudes públicas. Quien comience a leer Después de Claude por esa razón —la contradicción de Harriet es, en realidad, la de todos nosotros— acabará terminando de leerla por sus diálogos: son magníficos.
Después de Claude
Traducción de Regina López Muñoz
Muñeca Infinita, 2024
232 páginas, 20,90 euros
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