Carlos Primo: “La ausencia de filtros está sobrevalorada”
El escritor y periodista publica ‘Las máscaras de Cleopatra’, un ensayo sobre la construcción de este mito de la cultura popular
Escritor y periodista de la revista de EL PAÍS Icon, Carlos Primo (Madrid, 1984) ha publicado Las máscaras de Cleopatra (Carpe Noctem), un ensayo sobre la construcción de este mito de la cultura popular que inaugura su trilogía sobre la femme fatale.
Su nuevo ensayo indaga en los productos culturales que han dado forma a la imagen actual de Cleopatra. Si tuviera que elegir una obra o texto capital en ese sentido, ¿cuál sería? Los escritores del siglo XIX tenían muy presente el modelo de Antonio y Cleopatra, de Shakespeare, que retomaba el relato de Plutarco. En la época que he estudiado, los sonetos de Heredia y Manuel Machado tuvieron mucha repercusión entre los poetas, pero los éxitos de público fueron las novelas de Rider Haggard y Théophile Gautier.
Ha escrito sobre los dandis y ahora planea una trilogía sobre la femme fatale. ¿Qué queda de esos arquetipos en la actualidad? Siguen teniendo mucha fuerza, porque somos hijos de la idea de modernidad surgida a mediados del siglo XIX y sus arquetipos, para bien y para mal, se han quedado grabados a fuego en nuestra forma de ver el mundo. La diferencia es que ahora podemos afrontarlos con una mirada más crítica, cuestionando su origen y su lo que significan.
¿Qué distancia separa la escritura periodística de la ensayística? Creo que es una cuestión de tiempo. El ensayo reclama una lectura menos inmediata y se permite ramificaciones que no tienen cabida en el periodismo.
Si pudiera elegir, ¿a qué autor/a universal entrevistaría como periodista? Me interesan mucho los autores menores, los que no pasaron a la posteridad ni escribieron libros extraordinarios, pero encarnaron el espíritu de su tiempo. En este libro he estudiado la obra de escritores como Ramón Goy de Silva o Isaac Muñoz, prácticamente olvidados.
¿Cuál sería su pregunta estrella en esa entrevista? Les hicieron pocas entrevistas en su momento, así que empezaría por lo más básico: por qué decidieron escribir, cómo escribieron, cómo vivieron.
¿Qué libro le convirtió en lector? El pequeño vampiro, de Angela Sommer-Bodenburg.
¿Y en escritor? Intenté escribir mi primer cuento después de leer una antología de relatos de Poe que saqué de la biblioteca del colegio. Pero descubrí las posibilidades del ensayo ya en la universidad, leyendo Mnemosyne, de Mario Praz, y La risa de la medusa, de Hélène Cixous.
¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado? Lo puro y lo impuro, de Colette.
¿El que tiene abierto ahora mismo en la mesilla de noche? Lugares donde quienes se amaron se amaron mucho, de Héctor Aceves.
¿Uno que no pudo terminar? Petróleo, de Pasolini. Pero volveré a intentarlo.
¿Qué película ha visionado más veces? Probablemente Vértigo o Todo sobre mi madre. Aunque pertenezco a la generación del VHS, así que de pequeño quemé todo el catálogo de Disney.
¿Una que le recuerde a su infancia? Astérix y Cleopatra.
¿La última serie que vio del tirón? Mi reno de peluche.
Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería? Una distinta para cada día de la semana.
¿En qué museo se quedaría a vivir? En la Fundación Calouste Gulbenkian de Lisboa. Mejor dicho, en su jardín.
¿Qué suceso histórico admira más? La invención de la imprenta.
¿Qué encargo no aceptaría jamás? Mi entrada en el mercado laboral coincidió con la crisis de 2008 y fui freelance varios años, así que sé que a veces hay que hacer todo tipo de trabajos para llegar a fin de mes. Se me da fatal conducir, pero tampoco sé si eso sería una línea roja.
¿Qué está socialmente sobrevalorado? La ausencia de filtros.
De no haber sido periodista y escritor le habría gustado ser... Bibliotecario o diseñador.
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