‘Ucrania, encrucijada de culturas’: el futuro de Europa en un espacio trágico

Karl Schlögel actualiza a la luz de la guerra de Putin un ensayo de 2015 en el que ‘lee’ ocho ciudades de pasados tortuosos, urbanicidios, exterminios y mestizajes

Una calle de la ciudad de Lviv (Ucrania), en 1988.Bruno Barbey (Magnum Photos / ContactoPhoto)

El historiador alemán Karl Schlögel nos propone un recorrido espacial y temporal por Ucrania, esa “Europa en miniatura” que la propia Europa desconocía hasta fechas trágicas recientes. Se trata, según el autor, de “una exploración de la geografía cultural, un paseo de un lugar a otro”, una suerte de arqueología urbana. Esta manera de abordar las cuestiones históricas ya fue teorizada y explicitada en ...

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El historiador alemán Karl Schlögel nos propone un recorrido espacial y temporal por Ucrania, esa “Europa en miniatura” que la propia Europa desconocía hasta fechas trágicas recientes. Se trata, según el autor, de “una exploración de la geografía cultural, un paseo de un lugar a otro”, una suerte de arqueología urbana. Esta manera de abordar las cuestiones históricas ya fue teorizada y explicitada en En el espacio leemos el tiempo (Siruela, 2007), un título que alude a una famosa frase de Ratzel. Los textos del volumen constituían una seria advertencia a los historiadores sobre su olvido del espacio. Siguiendo estos presupuestos, Schlögel elaboró Terror y utopía. Moscú en 1937 (Acantilado, 2014) y El siglo soviético. Arqueología de un mundo perdido (Galaxia Gutenberg, 2021), dos de los libros de historia más monumentales, interesantes, inteligentes y sugestivos entre los publicados en este siglo XXI. Ahora, en Ucrania, encrucijada de culturas, cuya edición primera data de 2015, se reúnen textos escritos entre finales de la década de 1980 y 2014, acompañados de otros redactados en los últimos años, bien de nuevo cuño o que actualizan los anteriores en función de los efectos de la criminal guerra putiniana contra territorio ucranio —desde febrero de 2022, aunque iniciada ya en 2014 con la ocupación de Crimea—. Se trata de capítulos proporcionados, anota, por la propia realidad. La crisis de Ucrania, añade adecuadamente, es una crisis de la incapacidad rusa por modernizarse.

Los paisajes de fina cultura y moderna arquitectura conviven con los de una terrible y devastadora violencia en los siglos XX y XXI

Las ocho ciudades del subtítulo no son otras que Kiev, Odesa, Yalta, Járkov, Dnipropetrovsk —popularmente, Dnipró—, Donetsk, Czernowitz y la soviética Lvov, ahora Lviv, antigua Lemberg austrohúngara, visitada por el autor en 1988, cuando era otro mundo. En los textos añadidos para la edición actual no faltan páginas dedicadas a una novena ciudad, que ya no existe: Mariúpol, centro industrial del acero, devastada por los ataques rusos. Muestran todas estas ciudades pasados complejos y tortuosos, urbanicidios y renombramientos, melting pot, mestizaje y exterminios —centro del judaísmo del este europeo—, multiconfesionalismo y multilingüismo. A Kiev, capital ucrania desde la década de 1930, ciudad del monasterio de las Cuevas —el llamado Vaticano de la Ortodoxia— y del Maidán, dedica muchas páginas Schlögel. Presta especial atención a los más de 700 días de ocupación alemana, que supusieron la pérdida de más de dos tercios de la población. En las afueras, en el barranco de Babi Yar, se asesinó a 33.771 judíos a finales de septiembre de 1941. El gran poema que Yevtushenko dedicara a Babi Yar fue musicalizado por Shostakóvich en su impresionante Sinfonía n. 13. Odesa, construida en 1794, es mundialmente reconocida por la gran escalinata de El acorazado Potemkin de Eisenstein. A principios de la década de 1860 ya contaba con 116.000 habitantes. Ciudad multiétnica y cosmopolita, urbe de la Belle Époque, Odesa sufrió serias transformaciones en la etapa soviética: el comercio y los negocios quedaron atrás y lo industrial se impuso, en un flamante “baluarte del proletariado”. De la Riviera rusa de tintes aristócratas a la Riviera roja de los sanatorios para los agotados ejercitantes del poder, Yalta aparece como un núcleo decisivo. Con el final de siglo, sostiene Schlögel, sucumbió a la “mallorquinización”. Ahora es, en esencia, zona militarizada.

La segunda ciudad del país y capital entre 1919 y 1934, Járkov, compendia perfectamente todos los desastres novecentistas: guerra civil, colectivizaciones y Holodomor, Gran Terror, ocupación alemana y Holocausto, totalitarismo soviético. Dnipró, fundada como Yekaterinoslav en 1783 en honor de Catalina II, considerada la “capital judía” ucrania, era el centro de la metalurgia y la industria mecánica de la URSS, antes de convertirse en centro financiero. Donetsk, capital de la hoy castigadísima región del Donbás, fue fundada en 1869 por el industrial galés John Hughes con el nombre de Yuzovka y rebautizada, en 1924, como Stálino. En 1961 renace como Donetsk. A finales del siglo XIX convivían en la ciudad treinta y siete nacionalidades. El Gran Terror de 1937-1938 tuvo efectos terribles en la población. Rica zona en carbón y mineral de hierro, en sus minas trabajó el ínclito Stajánov y en sus calles iba a empezar su carrera política Nikita Jrushov. Czernowitz fue eslava, moldava, turca, polaca y profundamente judía —muchos refugiados del oeste de Europa—, antes de integrarse en el Imperio austrohúngaro, ser anexionada por Rumania en 1918 e incorporase a la URSS, tras la salida de los alemanes, en la II Guerra Mundial.

Leer las ciudades, como plantea el autor, es una enriquecedora propuesta, en tanto que puntos de máxima condensación de espacios y experiencias históricos. Schlögel, que ha dedicado toda su vida académica a la historia de Rusia y la URSS, se nutre de sus experiencias viajeras desde finales de la década de 1960 hasta hoy. Los paisajes de fina cultura y moderna arquitectura conviven con los de una terrible y devastadora violencia en los siglos XX y XXI. Esta tierra, como su nombre indica —Ucrania, un Estado soberano desde 1991—, es y ha sido una sociedad de frontera, que no admite una historia hecha desde una única comunidad étnica, lingüística o religiosa ni desde la obsesión por lo nacional. Constituye este libro un espléndido ejemplo de la compatibilidad necesaria entre el historiador fiel a su oficio y el compromiso del ciudadano. La causa de la agredida Ucrania, “una nación activa que ha cobrado conciencia de sí”, lo amerita. En este país, que ya no desaparecerá nunca más de nuestros mapas mentales, asegura Schlögel, va a decidirse si Europa tiene futuro.

Ucrania, encrucijada de culturas. Historia de ocho ciudades’

Karl Schlögel
Traducción de José Aníbal Campos
Acantilado, 2023
448 páginas. 32 euros

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