‘Ucrania, 22. La guerra programada’, que se joda la Unión Europea

Francisco Veiga denuncia la estrategia de Estados Unidos de apoyar a los partidos nacionalistas para devaluar la unidad política europea ante el auge militar de la OTAN

Una mujer sostiene una vela en la ventana de su casa durante un corte de energía en Borodyanka (Ucrania), en octubre pasado.Emilio Morenatti (AP)

“Sería genial ayudar a arreglar esta cuestión, que la ONU ayude y ya sabe, que se joda la Unión Europea”. Esa fue la opinión que la secretaria de Estado adjunta americana espetó al teléfono a su embajador en Kiev a principios de 2014. El Euromaidán, la violenta manifestación que acabó con la destitución del presidente ucranio prorruso, se acercaba a su desenlace. Las palabras pronunciadas por tan experimentada diplomática, embajadora de carrera, si...

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“Sería genial ayudar a arreglar esta cuestión, que la ONU ayude y ya sabe, que se joda la Unión Europea”. Esa fue la opinión que la secretaria de Estado adjunta americana espetó al teléfono a su embajador en Kiev a principios de 2014. El Euromaidán, la violenta manifestación que acabó con la destitución del presidente ucranio prorruso, se acercaba a su desenlace. Las palabras pronunciadas por tan experimentada diplomática, embajadora de carrera, significaban que Washington no apoyaría al candidato a formar nuevo Gobierno propuesto por los alemanes, en un intento de buscar una solución de compromiso. Alguien grabó ese diálogo y lo filtró a la prensa, apenas meses después de que Edward Snowden hubiera denunciado que la NSA (Agencia Nacional de Seguridad) había intervenido los teléfonos de la mismísima Angela Merkel.

Francisco Veiga, catedrático de Historia en la Autónoma de Barcelona, recupera la anécdota en su excelente libro Ucrania 22, de lectura obligatoria para cuantos se interesen por una guerra cuyas consecuencias, al margen de la terrible masacre de vidas humanas y la enorme destrucción de bienes, también las padece la Unión Europea sin haberla declarado formalmente. Se trata, según el autor, de una guerra programada, una especie de guerra por poderes, donde el contraataque a la criminal invasión rusa de Ucrania es liderado abiertamente por Estados Unidos, y sus aliados de la OTAN sufren los efectos colaterales.

En opinión de Veiga, la Casa Blanca ha venido apoyando durante décadas, después de la caída de la Unión Soviética, los diversos partidos nacionalistas europeos en un intento de establecer un nuevo orden mundial, liderado unipolarmente por Estados Unidos. Frente a cualquier eventual plan para reinventar una nueva Unión Soviética, las potencias occidentales, con el brazo armado de la OTAN, han reinventado por su parte una nueva Europa. En ella los sentimientos identitarios de­sem­pe­ñan un protagonismo político que devalúa la unidad política del continente en beneficio del pensamiento militar. El actual conflicto ucranio se enmarca en una trayectoria tendente a la fragmentación geopolítica de los antiguos territorios del Pacto de Varsovia. La guerra de los Balcanes, en la que la propia OTAN intervino bombardeando Serbia sin ningún tipo de encomienda legal por parte de Naciones Unidas, sería el precedente más obvio de decisiones posteriores que llevaron a ampliar la Alianza con la entrada de países fronterizos con el antiguo imperio moscovita. Muchos estudiosos y algunos políticos han señalado la responsabilidad occidental en la creación de un ambiente geoestratégico que alimentó los temores de Moscú a sentirse bajo amenaza. Ya en 1991, Bush padre “buscaba propiciar la desintegración de la URSS de la forma más segura posible, colocar en el Kremlin a un estadista todavía más dócil que Gorbachov y convertir a Ucrania en un país aliado”. Ese guion, “en la onda de las teorías de Fukuyama sobre el fin de la Historia”, ha sido seguido tanto por las administraciones demócratas como por las republicanas. El autor señala a Zbigniew Brzezinski como brillante instigador del proyecto. En su libro El gran tablero mundial (1997), el que fuera consejero de Seguridad del presidente Carter alertaba de que “si Moscú vuelve a hacerse con el control de Ucrania, con sus 52 millones de habitantes y sus importantes recursos, además del acceso al mar Negro, Rusia volverá a contar automáticamente con suficientes recursos para convertirse en un poderoso Estado industrial, por encima de Europa y Asia”.

Muchos estudiosos y algunos políticos han señalado la responsabilidad occidental en la creación de un ambiente geoestratégico que alimentó los temores de Moscú a sentirse bajo amenaza

Al hilo de la reflexión, el lector se encuentra ante una historia pormenorizada de la posguerra fría en la región. De ella se desprende un cierto cinismo occidental en sus actuales argumentaciones bélicas, que nos sitúan siempre del lado correcto de la Historia. La desintegración de Yugoslavia, la agresión a la Libia de Gadafi, las invasiones de Irak y Siria y la intervención en Afganistán, de tan lamentable epílogo, jalonan esa tesis. De Ucrania se apunta que era y es el país de Europa oriental más corrupto después de la propia Rusia. Su sistema de gobernanza compite incluso con el de Moscú en lo que se refiere a la predominancia política de los oligarcas, saqueadores de las empresas públicas del antiguo régimen al hilo de la implantación del liberalismo económico. También subraya la incompetencia de sus líderes y, sobre todo, la escisión del país entre territorios y poblaciones absolutamente enfrentadas entre sí. De un lado, el oriente entregado en gran medida a la identidad rusófila, por razones culturales, lingüísticas e históricas; y del otro las provincias del oeste deseosas de sumarse a la Unión Europea. Es interesante la comparación entre la independencia decidida de forma unilateral por Kosovo y el referéndum instado por Putin en Crimea para su anexión a Rusia en 2014. Como también lo es el relato de una confrontación efectivamente civil en el Donbás, donde Moscú prestó primero ayuda a los insurgentes prorrusos para acabar interviniendo de forma directa. A señalar también la descripción de la guerra de propaganda en la que Occidente y Zelenski salen del todo victoriosos.

No es necesario estar de acuerdo con todas las tesis de la obra, que, por lo demás, exige una lectura detallada. Yo guardo algunas discrepancias, en ocasiones mayores. Pero Veiga lleva a cabo una contribución seria al pensamiento crítico sobre unos sucesos que comienzan a afectar seriamente a la vida de los europeos y sobre los que el relato dominante se parece más a un reality show del caballero Zelenski que a un debate sobre la creación del nuevo orden mundial. Ojalá alguien lo organice sin el ruido de las bombas. No vaya a ser que lo de “que se joda la UE” (fuck the UE) acabe siendo un pronóstico acertado del resultado de los acontecimientos.

Ucrania, 22. La guerra programada

Autor: Francisco Veiga.


Editorial: Alianza Editorial, 2022.


Formato: tapa blanda (336 páginas, 19,95 euros) y e-book (13,99 euros).

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