‘Los embajadores’, para quitarse el sombrero
Se publica por fin una excelente traducción de la comedia dramática de Henry James, una absoluta obra maestra con personajes variados y soberbios
Dentro de la extraordinaria obra literaria de Henry James, las tres últimas novelas concluidas, la llamada “trilogía final”, son consideradas unánimemente las tres obras maestras que coronan la obra del gran escritor. De las tres, conocíamos en España La copa dorada, en la estimable traducción de un veterano del oficio, Andrés Bosch (Alba, 1988), pero las otras dos han tenido que esperar la llegada de unas traducciones legibles. ...
Dentro de la extraordinaria obra literaria de Henry James, las tres últimas novelas concluidas, la llamada “trilogía final”, son consideradas unánimemente las tres obras maestras que coronan la obra del gran escritor. De las tres, conocíamos en España La copa dorada, en la estimable traducción de un veterano del oficio, Andrés Bosch (Alba, 1988), pero las otras dos han tenido que esperar la llegada de unas traducciones legibles. Las alas de la paloma, de la que había una traducción argentina más que discutible, apareció al fin en 2016 (Alba) excelentemente traducida por Miguel Temprano García; y, por último, Los embajadores, de la que existían dos traducciones, una de ellas casi ininteligible y la otra demasiado explicativa, acaba de aparecer en otra excelente traducción de Miguel Temprano García. Con esta edición se resuelve una más que grave ausencia de James en la edición española.
Ciertamente, es difícil traducir a James, sobre todo cuando alcanza su mayor complejidad y poderío expresivo. Estas tres novelas son, sin duda, más enrevesadas que otras grandes obras anteriores muy bien traducidas, como, a título de ejemplo, Retrato de una dama (por Marisa Balseiro), Otra vuelta de tuerca (por José Luis López Muñoz) o Lo que Maisie sabía (por Fernando Jadraque). Pero en la trilogía, James alcanza su cenit de dificultad (y, paradójicamente, de precisión) debido a la selva de oraciones subordinadas en la que se interna, a la sutileza de las situaciones que construye, a la espléndida ambigüedad con que expone las relaciones de sus personajes y a los constantes sobreentendidos de éstas. Sus personajes suelen pertenecer a clases acomodadas o altas en las que el refinamiento es condición decisiva, tanto si lo poseen como si lo procuran.
El asunto favorito de James —un norteamericano culto integrado en Europa— es el de la corrupción moral y lo suele ejemplificar en el encuentro entre el americano rico e ingenuo que acude a Europa como una fase de su educación mundana y la Europa que representa el cosmopolitismo y también la malicia interesada. Los embajadores es una muestra perfecta de este planteamiento, pero hay una diferencia con sus dos novelas compañeras de trilogía: en las otras dos son dramas con una intención decidida (el sentido de la renuncia en La copa dorada; el sacrificio de un alma generosa que, sin pretenderlo, destruye el propósito de quienes la manipulaban en Las alas de la paloma). Los embajadores es, en cambio, una comedia dramática con dos hallazgos: ser, en verdad, la novela de formación de un hombre de 55 años y ser la magnífica creación de un personaje ausente de presencia determinante: Mrs Newsome.
Dentro de la novela, se plantea que una persona que tiene una vida favorecida debe aprovecharla para sacar todo el partido a la experiencia
Lambert Strether es un norteamericano de Nueva Inglaterra, prometido de la viuda de un acaudalado hombre de negocios (la señora Newsome), la cual lo envía a París para recuperar y devolver a su hijo Chad a América para tomar las riendas del negocio familiar. La familia teme que Chad esté cambiando en exceso y quiere devolverlo a su firme y tradicional modo de ser y de vivir. Aquí volvemos al tema “internacional”, favorito de James. Dentro de la novela, se plantea que una persona que tiene una vida favorecida debe aprovecharla para sacar todo el partido a la experiencia.
La familia piensa que si Chad se mantiene en París es porque está en manos de una mujer interesada y calculadora. Pero el chico malcriado que Strether conoció es ahora un hombre de mundo y Strether descubre, además, que esta gente refinada y mundana es, con todo, mucho más abierta que la cerrada de Woollet, Massachusetts, por ello piensa que la dama amiga de Chad es buena para él. Strether se dedica a disfrutar de París y a alargar el tiempo de estancia. Entonces la señora Newsome pierde la confianza en su embajador y envía a su hija a París, con lo que, definitivamente, la invisible y lejana viuda se convierte en un personaje tan ausente como presente. Strether, por su parte, se empieza a preguntar si no “será tarde para él”, un expatriado, apuntarse a la nueva visión del mundo que está descubriendo y en el soberbio capítulo 11 recibe una impresión, una revelación epifánica que lo trastoca todo y por la que, en un acto de coherencia y lucidez, decide volver a América, solo, con un futuro de escasos medios y la promesa matrimonial rota, pero conociendo el valor de la experiencia y la libertad personal: ni la cerrada tradición seca de Woollet ni la frivolidad y el encanto de París. Ni victoria ni derrota. La composición de la novela es admirable; los personajes son variados y soberbios todos ellos, el tono de comedia dramática deja al lector admirado de semejante ejercicio literario. Una absoluta obra maestra; difícil, pero maestra. Vaya lo uno por lo otro.
Los embajadores
Autor: Henry James.
Traducción: Miguel Temprano García.
Editorial: Alba Editorial, 2022.
Formato: tapa dura (446 páginas. 36 euros).
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