‘Amigos para siempre’: una fiesta de cumpleaños a cuchillo y a la deriva

El escritor Daniel Ruiz aprovecha magistralmente la red de rivalidades trenzadas durante décadas por antiguos compañeros de instituto, que implosionan en la celebración de los 50 años de un amigo

'La Balsa de la Medusa', de Théodore Géricault, el cuadro que han de representar los protagonistas de 'Amigos para siempre.WIKIPEDIA

Todo compromiso con los otros entraña alguna concesión, lo que a menudo equivale a una renuncia o exigencia para con nosotros mismos, aun por pequeñas que sean. Incluso una cita festiva y gozosa como la celebración del 50 cumpleaños de un viejo amigo en la reducida compañía de otros cuatro que se han mantenido incondicionales desde los tiempos del instituto: hay que elegir el regalo oportuno, celebrar el menú (máxime si lo elabora el homenajeado y anfitrión), mostrarse alegre y despreocupado, pensar en el cuadro que escenificarán (pues es un ritual y gran tradición de los encuentros que mantie...

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Todo compromiso con los otros entraña alguna concesión, lo que a menudo equivale a una renuncia o exigencia para con nosotros mismos, aun por pequeñas que sean. Incluso una cita festiva y gozosa como la celebración del 50 cumpleaños de un viejo amigo en la reducida compañía de otros cuatro que se han mantenido incondicionales desde los tiempos del instituto: hay que elegir el regalo oportuno, celebrar el menú (máxime si lo elabora el homenajeado y anfitrión), mostrarse alegre y despreocupado, pensar en el cuadro que escenificarán (pues es un ritual y gran tradición de los encuentros que mantienen), aceptar a las esposas o parejas de los otros… y hasta fingir que nada ha cambiado. Pero ha pasado el tiempo y la vida de cada uno ha seguido derroteros propios. Y de esa distancia —con sus brechas— saca muy buen partido Daniel Ruiz en su novela Amigos para siempre a la hora de trazar un incisivo retrato generacional, a la par que una crónica de costumbres sociales y una crítica de la actualidad.

Los amigos son el homenajeado Pedro Ortuño, algo mayor que el resto, lo que choca un tanto pues en el instituto no suele haber gran diferencia de edad entre los compañeros de curso, pero comprendemos que este rasgo sirve para proyectar alguna desazón existencial tipo “No somos los mismos, Jesús, podemos morir mañana pero igual ya estamos muertos”. Pedro es director gerente de una gran compañía que esa misma mañana recibe un burofax de la CNMC, y está casado con Belén, durante años devorada por la depresión, si bien hoy ejerce de anfitriona perfecta en su deslumbrante y selecta casa, aunque hace unos días ha reconocido en la axila derecha una especie de ganglio. Jesús Lorite es socio de un gran despacho de abogados y “toda su vida había avanzado conforme a una hoja de ruta perfectamente planificada” que tenía por eje el dinero, y en la cual se incluía su boda con Aurora Ollero, de elevada cuna, e hija y nieta y bisnieta de notarios. Marcelo es un profesor de Historia que asume el papel de seguir encarnando la irreductible conciencia política juvenil de izquierdas y el liderazgo intelectual, aunque pierde el juicio ante sus alumnas adolescentes y apenas percibe a su mujer Luci —sometida a las “reformas” que vive el sector bancario y amenazan su empleo—, ni tampoco asume la realidad que implica el diagnóstico de Asperger en su hijo. El Rubio es fontanero, “manitas manazas, la polla más grande del mundo, una extravagancia con la que se habían encontrado en el instituto, a quien trataban con la condescendencia de un perro o un sirviente “. Está emparejado con la jovencísima Noelia —que trabaja en un call center—, cuando esa noche rompe a bailar se convierte en una alegoría, en el símbolo del tiempo perdido. Sebas —”la locaza, el maricón, la víbora”— acaba de atravesar una separación de final dramático, pero se mantiene a flote.

Estos tres últimos personajes son los que más alejados están del bloque casi monolítico que forman los dos primeros matrimonios y, en menor medida, el tercero, gracias a la influencia que Marcelo sigue ejerciendo sobre Pedro, que no basta sin embargo para sellar ciertas grietas, que también afectan a las relaciones entre las mujeres. Daniel Ruiz sabe aprovechar muy bien la red de antagonías trenzadas, todos los silencios impuestos, los rencores y recelos, las traiciones y mentiras, el desprecio por la diferencia de clases, la impostura y otros factores que han jalonado la amistad durante esos años, para ir creando una atmósfera cada vez más tensa y crispada que estalla ante la deriva que tomó un pequeño incidente inicial: el atropello de un perro cuando Lorite y Aurora ya estaban a punto de llegar a su cita. Y sabe insertar muy bien en el discurso del narrador el pensamiento y la corriente de conciencia que fluye en la mente de los distintos personajes, aportando así una visión poliédrica a la vez que una polifonía, como quizás se aprecia en alguna de las breves citas.

¿El resultado? La tan impasible —dado el carácter de los protagonistas— como ineludible —por coherente— y obligada —dado lo sucedido— representación de La balsa de la Medusa, el lienzo de Géricault. Extraordinario remate de una gran novela.

Amigos para siempre 

Autor: Daniel Ruiz.


Editorial: Tusquets, 2021.


Formato: tapa blanda (292 páginas, 19,90 euros) y e-book (9,99 euros).

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