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Elecciones en Argentina
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La trampa de Trump

La decisión del presidente estadounidense de rescatar a Argentina antes de las elecciones no ha eliminado la incertidumbre

Carlos Pagni

Donald Trump dio un paso audaz en América Latina. Decidió hacerse cargo de la crisis financiera en la que había entrado la Argentina bajo la dirección de su ahijado Javier Milei. Su secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunció que los Estados Unidos suministrarían dólares para frenar la corrida contra el peso que estaba diezmando las reservas del Banco Central en Buenos Aires. Como esa carencia de dólares hacía presumir que en enero el Estado no podría hacer frente a los vencimientos de títulos públicos, Bessent prometió también que su país compraría esos bonos a quienes se quisieran desprender de ellos.

Milei iba a enfrentar las elecciones legislativas convocadas para el próximo domingo 26 sacudido por la tormenta de los mercados. Su padrino, Trump, se propuso rescatarlo. Todavía no lo logró. Los Estados Unidos siguen vendiendo dólares en el mercado porteño pero el precio de la divisa no para de aumentar. Por las dudas, el presidente norteamericano advirtió la semana pasada, delante de Milei, que si las cosas no funcionan como se había previsto, él caminará hacia la salida. Explicó que no hay mucho que perder porque “se trata de un país chico”. Empieza a esbozarse una pregunta: si la Argentina no se habrá convertido en una trampa para Trump.

Hay muchas razones por las que el impredecible líder republicano resolvió involucrarse en los dramas argentinos. Milei apostó por él, colgándose de su cuello, mucho antes de que ganara las elecciones que le permitieron regresar a la Casa Blanca. Además, el presidente argentino es de los pocos amigos que tiene Washington en la región. Convertido en un emblema de la ultraderecha, Milei influye sin quererlo en algunas competencias de estos días. Chile, Colombia, el año que viene Brasil, celebran elecciones. Si Milei colapsara, el impacto sería muy negativo para quienes se declaran sus amigos en esos países. Hay una circunstancia adicional que puede haber aconsejado a Trump hacerse cargo del gobierno argentino: la alternativa sigue siendo el kirchnerismo, cuya simpatía por China es muy intensa.

Cuando, en 1995, Bill Clinton anunció que saldría al rescate del México de Ernesto Zedillo, o cuando, en 2002, George W. Bush tendió la mano a las finanzas uruguayas, no fue necesario poner plata. El solo anuncio inyectó tranquilidad. En la Argentina el salvataje está funcionando de otro modo. Al anunciar que “haremos todo lo que haya que hacer” para salvar a la Argentina, Bessent hizo que el índice de riesgo del país se derrumbara desde 1453 hasta 898 puntos. Sin embargo, el último viernes se ubicó en 1089. Quiere decir que la incertidumbre crediticia volvió a aumentar. Algo parecido sucedió con el precio del dólar: siguió incrementándose a pesar de que el Tesoro norteamericano vendió más divisas en el mercado porteño. Lo que es más curioso: el dólar se encarecía mientras la tasa de interés para los depósitos en pesos también iba en ascenso.

Trump se encargó de agravar esta dinámica. Reunido con Milei en la Casa Blanca, en una entrevista de la que participaba la prensa, aclaró que su gobierno apoyaría al de la Argentina en el caso de que su amigo ganara las elecciones. Si, en cambio, el electorado prefería a “un socialista”, por la alternativa kirchnerista, “dejaríamos de ser generosos”, adelantó. El equipo de Milei se lanzó sobre las redes sociales para aclarar que el presidente norteamericano se había referido a los comicios presidenciales de 2027. Pero Trump aclaró de inmediato que no: que hablaba de las elecciones del 26 de octubre.

Como no está para nada claro cuál será el resultado de esa competencia, los mercados volvieron a inquietarse. El viernes pasado, Bessent escribió de nuevo en la red social X para insistir en que el Tesoro estabilizará el mercado argentino. Al menos ese día no lo consiguió, porque el precio del dólar siguió subiendo. Más allá de esa dificultad, hay algo mucho más elemental que resulta anómalo. Es el hecho de que el secretario del Tesoro, en un país muy afectado por el cierre de la administración (shutdown) y por los cambios en el sistema de aranceles comerciales, dedique buena parte de su tiempo a aquietar el exótico mercado de cambios argentino. Que no lo consiga es una segunda sorpresa.

Esta incursión sudamericana de Trump y Bessent comienza a merecer severas objeciones. El principal crítico es Paul Krugman, quien no sólo recrimina que se esté despilfarrando en la Argentina el dinero de los contribuyentes de su país. El primer reproche de este premio Nobel es que el plan económico de Milei está destinado a fracasar como sucedió con todas las recetas de estabilización basadas en un atraso del tipo de cambio. Por eso cree que Bessent será arrastrado por ese error. Krugman afirma que, además de esa negligencia técnica, en el rescate hay también alguna corruptela. Para él el altruismo de Bessent hacia Milei y la Argentina no está desligado de las grandes pérdidas que debió afrontar su amigo Robert Citrone, titular del fondo Discovery, que tuvo una exposición temeraria a los bonos argentinos. Según Krugman, este financista compró más papeles argentinos días antes del anuncio de Bessent.

Citrone admitió en una entrevista que a él le gusta influir sobre el gobierno de Milei. En abril, visitó Buenos Aires en simultáneo con el viaje de Bessent, quien estuvo en la Argentina para asistir a la liberalización del mercado de cambios. Citrone llegó en un avión del empresario argentino Leonardo Scatturice. Es el creador de una empresa de lobbying, Global Tactic, a la que pertenece también Barry Bennet, un consultor político que es presentado como “asesor de Donald Trump”. La consultora Tactic Global fue contratada por la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), que es el organismo dedicado al espionaje en la Argentina, para establecer un enlace con el gobierno norteamericano. La SIDE depende de Santiago Caputo, principal asesor político de Milei, e íntimo amigo de Scatturice. Como puede advertirse, la relación entre Washington y Buenos Aires tiene algunos canales menos visibles, por no decir más opacos, que las cancillerías. No es tan seguro que funcionen.

El vínculo entre los dos gobiernos está condicionado ahora por el éxito electoral de Milei, del que depende el éxito económico al que quedó atado Trump y, sobre todo, Bessent. Esta complicación genera tensiones, como las que salieron a la luz en la reunión de los dos presidentes en la Casa Blanca. Trump trató allí a Milei con un paternalismo bastante peyorativo, simétrico del tono de subordinación que imprimió el argentino a su visita.

Estos desencuentros entre dos líderes con afinidades ideológicas contrastan ahora con el idilio que asoma en la relación entre Trump y Luiz Ignacio Lula da Silva. El breve pero cálido cruce que ambos tuvieron durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, un encuentro “casual” preparado por la minuciosa cancillería brasileña con el auxilio de algunos empresarios, fue seguido de una conversación telefónica que el norteamericano describió como muy buena. Esa aproximación se completó el jueves pasado con una reunión entre el secretario de Estado, Marco Rubio, y el canciller brasileño, Mauro Vieira. Rubio estuvo acompañado por Jamieson Greer, representante de Estados Unidos para el Comercio. La cuestión central de estas conversaciones es el aumento del 40% en los aranceles comerciales que dispuso Trump para Brasil, como represalia por la condena a su amigo Jair Bolsonaro, acusado de haber instigado un intento de golpe de Estado el 8 de enero de 2023. Por eso el descongelamiento de la relación no tiene sólo consecuencias económicas. También ajusta la relación de Trump con su principal aliado brasileño.

Es un misterio hasta dónde llega el alineamiento automático de Milei con Trump. Pero en los últimos días hubo un detalle llamativo. El argentino, que tiene con su colega brasileño una relación que va de distante a pésima, envió a Lula un saludo caluroso con la excusa de estar atravesando el cielo de Brasil de regreso desde Washington a la Argentina. Trump hace milagros.

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