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Muere en Nueva York la escritora argentina Sylvia Molloy

Molloy, de 83 años, vivió entre el español, el inglés y el francés; entre la escritura y la docencia

Sylvia Molloy, escritora argentina
La escritora argentina Sylvia Molloy.Eterna Cadencia

La argentina Silvia Molloy no se conformó nunca con una única lengua, ni con un país ni con una disciplina. La escritora, traductora y docente nacida en Buenos Aires en 1938 murió este jueves en Nueva York a los 83 años. “Falleció Sylvia Molloy. La vamos a recordar siempre con muchísimo amor y la alegría de haber publicado sus hermosos libros”, informó la editorial argentina Eterna Cadencia a través de las redes sociales.

Molloy, como muchos hijos y nietos de inmigrantes en Argentina, se crió entre distintas lenguas. El español que aprendió en la escuela y usaba en el día a día en Buenos Aires se mezcló desde niña con el inglés que heredó de su padre y con el francés que recuperó de sus abuelos maternos. Mantuvo a las tres vivas a lo largo de su vida, usándolas de forma indistinta en sus ensayos literarios y plasmó esa experiencia multilingüe en Vivir entre lenguas (2016).

“Este saber que lo que se dice es desde siempre ajeno, que el hablar siempre implica insuficiencia y sobre todo doblez (siempre hay otra manera de decirlo) es característica de cualquier lenguaje pero, en la ansiedad de establecer contacto, lo olvidamos”, dice en uno de los párrafos del libro.

Molloy vivía en París cuando escribió su primera novela, En breve cárcel, una historia de amor —o del recuerdo de ese amor— entre dos mujeres. Era 1981, Argentina estaba gobernada por una feroz dictadura y ninguna editorial de su país natal se la aceptó, ni siquiera Sudamericana, que le había publicado algunos ensayos previos. Ante la censura, salió en España y en Argentina circuló de mano en mano en fotocopias durante años, convirtiéndose en un ícono de la literatura lésbica. Cuando fue editada en el país en 1998 por Simurg, y al ser rescatada después por el escritor y crítico Ricardo Piglia para la serie del Recienvenido, la novela encontró nuevos públicos y relecturas.

“Estaba encerrada, rabiosa, escribiendo contra algo. Contra una traición”, contó Molloy en una entrevista al diario Clarín sobre el germen de esa primera obra de ficción. La escritora se mantendría alejada del género hasta veinte años después, cuando publicó El común olvido (2002), donde narra la búsqueda de una identidad perdida en otro país y otro tiempo desde la voz de un académico argentino que reside en Estados Unidos —como ella— y debe regresar tempotalmente a Buenos Aires. Le siguieron la colección de relatos Varia imaginación (2003), Desarticulaciones (2010) y la ya citada Vivir entre lenguas (2016).

“Somos muchos los que vivimos en vaivén lingüístico, especialmente en estos tiempos de desplazamientos, exilios, asentamientos provisorios, derivas de todo tipo”, aseguraba en 2016, durante su visita a Buenos Aires para presentar el libro. Gran amante de los animales, Molloy cuenta entre sus páginas también la lengua con la que se dirigía a las gallinas, perros y gatos con los que convivía junto a su pareja, Emily. “Chicas, a comer”, les decía a las primeras. Aseguraba que ellas la entendían y acudían corriendo.

Molloy alternó la escritura con una larga trayectoria docente. Doctorada en Literatura Comparada en La Sorbona en 1967, más tarde se mudó a Estados Unidos, donde fue catedrática de literatura latinoamericana y comparada en las universidades de Princeton y Yale. En 2007, fundó la maestría en escritura creativa en español en la New York University. Entre sus ensayos destaca el temprano Las letras de Borges (1979) y aquellos que publicó sobre literatura autobiográfica en la década de los noventa y que sirvieron como referencia para muchos trabajos posteriores, antes del boom de la literatura del yo.

“Lamentamos profundamente el fallecimiento de Sylvia Molloy, escritora, ensayista, docente y pionera en la temática LGBTQI+. Acompañamos el dolor de sus seres queridos”, la despidió la Unión Argentina de Escritores y Escritoras junto a una imagen de la escritora con un gato. “Amada, amada, amada Sylvia, te voy a extrañar siempre, tu voz, tu risa cristalina, charlar sobre los animalitos que amamos, los libros, acompañarte a comprar chanchitos de corcho o de metal o de lo que sea, las fotos de tu familia interespecie, tu inteligencia luminosa, tu charla amorosa”, escribió al enterarse del fallecimiento su colega Gabriela Cabezón Cámara.

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