Julio Ribeyro Cordero: “Más que una obra maestra, este libro es la gran posibilidad de reencontrarte con tu autor favorito”

El único heredero del célebre escritor Julio Ramón Ribeyro conversa con EL PAÍS sobre el lanzamiento de los cuentos inéditos de su padre y otros proyectos en marcha: publicar los últimos tomos de sus diarios y adaptar sus cuentos al cine.

Julio Ramón Ribeyro, su esposa Alida Cordero y Julito, el único hijo de ambosARCHIVO JULIO RIBEYRO CORDERO

El aviso del celular no miente: Julio Ramón Ribeyro está llamando. No es un homónimo, una broma, ni tampoco la vívida escena de su cuento fantástico Doblaje. Se trata de su único hijo, a quien bautizó con sus dos nombres, que llama desde Francia. Aunque sostiene que el asunto no le pesa, en los créditos de las películas —donde ejerce como director de fotografía—siempre omite el segundo nombre de su padre. Julio Ribeyro Cordero ...

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El aviso del celular no miente: Julio Ramón Ribeyro está llamando. No es un homónimo, una broma, ni tampoco la vívida escena de su cuento fantástico Doblaje. Se trata de su único hijo, a quien bautizó con sus dos nombres, que llama desde Francia. Aunque sostiene que el asunto no le pesa, en los créditos de las películas —donde ejerce como director de fotografía—siempre omite el segundo nombre de su padre. Julio Ribeyro Cordero (París, 57 años), conocido cariñosamente como Julito, atiende a El País para brindar detalles de Invitación al viaje y otros cuentos inéditos (Alfaguara), el retorno póstumo del cuentista más entrañable del Perú, pero también de otros anhelos en proceso: completar La tentación del fracaso, su celebrado diario publicado hasta 1978, y llevar sus cuentos a la pantalla grande.

“Me interesa que lo que tenga que decir lleve a la gente hacia la obra de mi padre. Sobre todo las nuevas generaciones que ya no leen tanto. Es importante que el interés permanezca y se renueve”, dice en un castellano pausado el único heredero del legado ribeyriano tras la partida de su madre, Alida Cordero, a inicios de este mes. Ambos decidieron que finalmente, a treinta años de la muerte de Ribeyro, alguien debía bucear en su archivo y rescatar lo más valioso. Le encomendaron dicha labor al periodista Jorge Coaguila, quien por estos días se encuentra en Lima, corrigiendo los mecanuscritos todavía incompletos. En esta charla, Julito revelará que una persona posee el año 1991 de sus diarios y se resiste a devolverlos.

¿Qué hará con el archivo? Por ahora no lo tiene muy claro. Instalar la oficina de su padre, junto a su biblioteca, y su máquina de escribir a manera de museo, en un punto cultural de Lima es una posibilidad. Donar aquellos papeles tachados, repletos de anotaciones y dibujos, a una universidad o fundación también. Ya habrá tiempo para decidir con lucidez sobre la memoria de quien alguna vez escribió: “Para un padre, el calendario más veraz es su propio hijo. En él, más que en espejos o almanaques, tomamos conciencia de nuestros transcurrir y registramos los síntomas de nuestro deterioro”.

Pregunta. ¿Por qué tuvieron que pasar treinta años para descubrir los cuentos inéditos de Julio Ramón Ribeyro?

Respuesta. Durante muchos años ni mi madre ni yo tuvimos muchas ganas de meternos a ver entre sus cosas. Hace poco más de diez años cambiamos de parecer y nos dimos cuenta que debíamos publicar lo que faltaba de sus diarios. Pero debo confesar que yo retrasé el asunto. O bien tenía mucho trabajo o ciertamente no tenía la capacidad de mirar, separar y organizar sus archivos. Un trabajo que Jorge Coaguila hizo gentilmente, durante sus vacaciones, y gratis. Hacerlo de otra manera habría costado mucho dinero.

P. La confianza era tal que Coaguila se quedó a dormir en su casa durante esos meses…

R. Así es. Fue una gran compañía. Todos los días hablábamos de lo que iba descubriendo, pero también del Perú. Era importante que la persona que revisara los archivos supiera a qué se refería, y él conoce la obra de mi padre mejor que yo. Es más, Coaguila sabía de la existencia de estos cuentos antes de descubrirlos. Resulta que mi padre tenía un proyecto que tituló La estatua sin pedestal, donde reuniría textos sueltos, fragmentos, inicios de novelas inconclusas y probablemente estos cuentos que por alguna razón no publicó antes. De haberlo descubierto yo, no habría comprendido su significado. Me alegra que haya sido él.

P. ¿Cómo fue su reacción y la de su madre frente al primer hallazgo, el cuento Monerías, escrito en 1976?

R. Nos quedamos atónitos. Al punto que nos costó creer que fuera suyo. Además porque es un cuento epistolar y él nunca había escrito un cuento así. Además te vuelves a preguntar: ¿por qué no lo publicó? Fue tanta la sorpresa que nos quedamos sin palabras. Mudos. La verdad yo no me di cuenta realmente de lo importante que ha sido todo esto hasta que salió el libro.

P. ¿Tuvo un dilema moral de si realmente él hubiese querido que se publicaran?

R. Sí, es cierto. Aunque yo pensé que había que publicar los mejores. Pero, bueno, los mejores para quién. No pensé que deberían ser los cinco cuentos. Pero me dejé convencer por el entusiasmo de la editorial Penguin Random House y por amigos con criterio literario. ¿Será que ninguno le gustó, se le olvidaron entre tantos papeles o efectivamente estaban destinados para La estatua sin pedestal? Nunca tendremos la certeza absoluta, pero ahora que existen me parece que es un regalo para sus aficionados. Era importante leer algo nuevo para los fans de mi padre. Ya veremos cómo lo aprecian. Pero más que una obra maestra, este libro es la gran posibilidad de reencontrarte con tu autor favorito.

P. ¿Invitación al viaje es comparable con En agosto nos vemos de García Márquez?

R. No es el caso, porque yo no hubiese tomado la decisión de publicar si los cuentos me hubiesen parecido horrorosos. Y realmente me agradan. No creo que sea comparable con la novela de García Márquez, la cual ha sido muy criticada, porque mi padre no solo no dejó dicho que los destruyeran, sino que tenía la intención de reunirlos en un proyecto más grande. De alguna manera dio un visto bueno póstumo.

P. ¿Qué decía Alida, su madre, de todo esto?

R. Mi madre estaba muy feliz de oír textos de mi padre todo el día (risas). Me alegra que haya tenido esos momentos de felicidad antes de que pasara lo que pasó. Temía un poco su reacción porque mi madre era muy independiente y tener a alguien todos los días, en su casa, mirando sus papeles era difícil. Pero con Jorge Coaguila se llevaron muy bien. A ella la hizo muy feliz oírlo. No solo estamos hablando de estos cuentos, sino de páginas de diarios, textos sueltos, en fin, muchos tesoros personales.

P. En todo este tiempo ha sobrevolado la leyenda de que su madre era quien se oponía a la publicación de los diarios. ¿Qué tiene que decir al respecto?

R. Para ser sincero, yo no sé cómo se puede decir algo tan estúpido. No sé de dónde ha salido esa leyenda, pero esa nunca fue su intención. No me lo explico. Quien conoció a mi madre no podría pensar eso. Ella siempre estuvo a favor de que se publicara lo que se podía publicar. Me parece bastante feo hablar de esto. Sin más comentarios diría. No comments.

P. Hablemos de los diarios. Si los cuentos inéditos son el suceso literario del Perú en lo que va del año, la publicación completa de La tentación del fracaso tendrá todavía mucho más eco en el plano internacional.

R. A ver, yo desde hace mucho tengo la intención de publicar todo lo que se pueda publicar. Pero hay una persona que tiene en su poder el año 1991 de los diarios. He esperado bastante para que cambie de actitud, pero al darme cuenta que no podía recuperarlos me dije: ya está, vayamos adelante con lo que hay. Por eso acordamos que Jorge Coaguila viniera a París este año. Él ya está de vuelta en Lima y se ha llevado fotocopias de todos los documentos. Está transcribiendo los textos a su computadora y, además, está en pleno proceso de corrección, revisando las anotaciones. Es probable que el próximo año se publique un nuevo tomo de lo que falta, que es el lapso entre 1978 y 1994.

P. ¿Quién es esta persona que guarda celosamente el año 91?

R. Me es incómodo hablar de esto, pero solo diré que es alguien que no debería tenerlo. Sus motivaciones no las conozco.

P. ¿Guarda la esperanza de que lo devuelva con la publicación de los nuevos tomos del diario?

R. Esperemos que sea el caso. Que esa persona vuelva a la lucidez, que entienda que esos diarios no le pertenecen, que me pertenecen a mí y ni siquiera a mí, sino a la literatura peruana. Yo lo encuentro ofensivo. Pero no importa. Ojalá se puedan arreglar las cosas. Para que se dé cuenta del esfuerzo que estamos haciendo, le cuento que el año pasado descubrí todo el año 94 de los diarios en la vieja computadora de mi padre, en su casa de Barranco, en Lima.

P. Caramba. ¿Cómo así?

R. Pensábamos que ese año podía estar en unos disquetes en París, pero cuando pudimos revisarlos no encontramos nada. Así que cogimos la computadora en Lima, la llevamos a varios sitios hasta que pudimos recuperar la información y allí estaba el año 94. Son pocas páginas. No más de treinta. Él murió en diciembre y me parece que lo último que escribió fue en julio. En fin, a treinta años de su muerte, seguimos descubriéndolo.

P. Usted está trabajando desde hace varios años en llevar la obra de Ribeyro al cine. ¿Cómo marcha el proyecto?

R. Presentamos una versión de La palabra del mudo a los premios DAFO (Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios) del Ministerio de Cultura, pero algo hicimos mal que no ganamos (risas). Me alegra que haya sido así porque al mirar nuevamente el proyecto nos dimos cuenta que hay una complicación para establecer un hilo conductor entre sus cuentos. Así que he adaptado uno de sus cuentos en un largometraje y vamos a ver cómo me va. Pero siempre estoy abierto a nuevas posibilidades. Sería fantástico una serie de doce cuentos de Ribeyro en esta época de las series por streaming. Aunque habría que ver porque mi padre puede ser muy conocido en el Perú y en el mundo literario, pero quizás para estas plataformas no resulte tan famoso. Hay mucho por hacer en ese sentido.

P. Ribeyro perdió a su padre a los 16 años y dijo que nunca había dejado de sentir una sensación de orfandad al quedarse sin su principal guía. ¿Cómo se ha sentido usted en estos treinta años?

R. Digamos que ha sido un duelo conjunto que he vivido con mi madre. Yo tuve una relación ideal con él. Parece falso cuando lo digo, pero es la verdad. Mi padre trabajaba en la UNESCO, volvía a la una de la tarde y teníamos mucho tiempo libre. Por suerte lo visité en Madrid cuando ganó el Premio Juan Rulfo. Fui a verlo por tres días en mayo del 94. Vaya que fue una buena decisión. Por supuesto que uno puede extrañar a su padre, pero tuvimos una relación bastante completa. No sé si nos dijimos todo lo que teníamos que decirnos, pero nos dijimos bastante. Aunque debo decir que me gustaría contar con sus consejos ahora que estoy adaptando sus cuentos al cine. Sí que me gustaría tenerlo al lado. Por eso vuelvo a sus diarios y cartas. Cuando leo cosas suyas escucho su voz.

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