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Revivir el espíritu de la Antártida para proteger la última frontera virgen del planeta

En 2018, Chile y Argentina propusieron la creación de un área marina protegida en la península antártica para salvaguardar zonas claves para el kril. Ahora, los países tienen la oportunidad de alcanzar un acuerdo que lo vuelva realidad

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Celebremos este mes de octubre con un espíritu renovado de propósito común. En la reunión de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), que se ha inaugurado esta semana en Australia, los países miembros tendrán una oportunidad única para convertir los principios en hechos: alcanzar un acuerdo equilibrado que declare la tan esperada área marina protegida de la península antártica y establezca un aumento gestionado científicamente y distribuido espacialmente de la cuota de pesca de krill. Está en nuestras manos demostrar que la cooperación en favor de la última frontera virgen del planeta sigue siendo posible, incluso en un mundo dividido.

Las naciones reunidas en el marco de la CCRVMA deben dejar de lado las tensiones actuales y abordar el tema de la Antártida, un lugar dedicado a la paz y a la investigación científica en beneficio de todos los ciudadanos del mundo, guiadas por la promesa fundamental del Tratado Antártico.

Esta semana, cuando los delegados se presenten ante la CCRVMA, deberán responder una pregunta desafiante: ¿honraremos ese pacto fundacional o permitiremos que nuestras rivalidades lo rompan? La decisión aún está en nuestras manos, pero solo si reunimos el valor necesario para actuar más allá de los estrechos intereses nacionales.

El océano Austral está cambiando rápidamente. El hielo marino se está retirando a un ritmo nunca antes visto, las aguas se están calentando y el kril, la especie clave de la región, se encuentra bajo una presión cada vez mayor debido al cambio climático y a la pesca concentrada.

A principios de este año, la CCRVMA tomó la medida sin precedentes de cerrar la pesquería de kril antes de que finalizara la temporada, después de que la cuota anual se agotara tres meses antes de lo previsto. Esto se produjo tras el fracaso del organismo el año pasado a la hora de renovar una norma de conservación que exigía a las flotas pesqueras distribuir su esfuerzo en una zona más amplia alrededor de la península antártica. Como se había previsto, la pesca se concentró en pequeñas zonas críticas.

Casi todas las capturas, procedían de la región de la península antártica, lo que agotó las concentraciones de kril de las que dependen las ballenas, los pingüinos y las focas para más del 95% de su alimentación.

El sistema está sometido a una presión evidente. La cuestión ya no radica en si la CCRVMA debe actuar, sino en si puede hacerlo con unidad y visión de futuro.

En 2018, Chile y Argentina propusieron la creación del área marina protegida (AMP) Dominio 1 en la península antártica, de 670.000 kilómetros cuadrados, para salvaguardar estas zonas críticas de alimentación y reproducción. Las investigaciones actualizadas identificaron la necesidad de establecer lugares de veda absoluta en áreas como el estrecho de Bransfield y la isla Elefante, que son clave para la alimentación, pero que se superponen con las operaciones de pesca de kril. En respuesta a estas conclusiones, científicos chilenos y argentinos precisaron aún más los límites la AMP para incluir un corredor protegido en el sur, donde se prevé que el kril se vuelva a agrupar a medida que el hielo marino continúe retrocediendo.

Todo esto no es una teoría. Es ciencia al servicio de nuestras responsabilidades planetarias.

Durante los últimos 23 años, la CCRVMA ha tenido dificultades para llegar a un acuerdo sobre nuevas áreas protegidas, logrando crear solo dos: alrededor de las islas Orcadas del Sur y el mar de Ross. La incapacidad de avanzar más allá refleja un patrón de tensiones geopolíticas y prioridades económicas a corto plazo que eclipsan la gestión planetaria a largo plazo.

Sin embargo, este año, a pesar de las tensiones globales, existe la oportunidad de alcanzar un acuerdo provechoso para todas las partes y que respete tanto la ciencia como el pragmatismo. Algunos de los puntos que se deberían lograr son:

  1. Aprobar la creación de la AMP de la península antártica como la próxima zona protegida, con una cláusula de revisión cada 35 años similar a la de la AMP del mar de Ross, lo que garantizará una reevaluación basada en datos científicos y flexibilidad.
  2. Implementar un sistema de gestión de la pesca basada en el ecosistema espacialmente explícito para la pesca del kril: establecer cuotas por subregiones, revisadas anualmente por el Comité Científico para reflejar los cambios en los ecosistemas y los datos climáticos.
  3. Permitir ajustes moderados de las cuotas, pero distribuir el esfuerzo de pesca de manera más uniforme entre las zonas para evitar el agotamiento localizado y proteger las zonas de alimentación de los depredadores.
  4. Otorgar facultades al Comité Científico para completar la definición práctica y las directrices para las AMP. Las afirmaciones de que faltan definiciones ya no se sostienen. La experiencia y los modelos ya existen.

Este paquete permite a todos salir de la reunión en Hobart con avances concretos. Triunfa la naturaleza. Triunfa la industria pesquera. Triunfa el multilateralismo.

Chile y Argentina, como guardianes de la puerta sur de la Antártida, han demostrado coherencia y valentía en la promoción de medidas de protección basadas en la ciencia. Sin embargo, no pueden ni deben actuar solos.

Es hora de que todos los países miembros de la CCRVMA recuerden el legado que heredaron de los fundadores del Tratado Antártico: uno de cooperación por encima del conflicto, y de ciencia por encima de la política. Dejemos las disputas geopolíticas en tierra firme y dejemos que las gélidas aguas del océano Austral nos recuerden que somos capaces de trabajar juntos incluso en un mundo dividido.

Si este octubre, la CCRVMA logra alcanzar un consenso, y lo hace con valentía, ciencia y compromiso, enviará una poderosa señal de que el multilateralismo sigue vivo y de que, incluso en el extremo sur del planeta, la humanidad aún puede alcanzar sus más altos ideales.

Que este sea el año en que el continente helado haga renacer la esperanza. No solo para la Antártida, sino para el mundo.

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