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Los mapas creados por mujeres que desafían el poder de Google Maps

Selene Yang, cofundadora de Geochicas, reflexiona sobre las posibilidades que emergen desde la cartografía feminista

Selene Yang en su casa en San José, Costa Rica, el día 1 de marzo de 2025.Carlos Herrera

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“Golfo de la masculinidad frágil”, se lee en los mapas convertidos en memes que circulan en redes sociales después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, decidiera renombrar el Golfo de México por el Golfo de América, a pocas semanas de tomar su cargo como presidente. La indignación en México pareció exacerbarse cuando Google correspondió a tal mandato y cambió el nombre en su aplicación Maps. La presidenta de México, Claudia Sheimbaum, respondió exigiendo a la empresa el cumplimiento de los acuerdos internacionales para nombramientos como este. ¿Por qué tiene un lugar Google en este conflicto internacional y qué dice esto del poder de los mapas digitales en la representación del mundo? De entrada, nos recuerda que los mapas no son neutrales, y que, por tanto, existen otras cartografías posibles como las que realiza Geochicas desde una mirada feminista.

Proyecto colaborativo de Geochicas para producir un mapa a partir de las calles que cuenten con un nombre de alguna mujer en Latinoamérica y España.

Selene Yang habla de mapas con la contundencia con la que nombra la violencia de género en América Latina, y las posibilidades que emergen desde la cartografía colaborativa y feminista. Es cofundadora de Geochicas, una red de mujeres mapeadoras vinculadas a diversas comunidades de geografía como OSGeo y OpenStreetMap, la base de datos geoespaciales abiertos más grande del mundo. Se presenta como lesbiana, migrante, exiliada, feminista y latinoamericana, también es Doctora en Comunicación Social por la Universidad de la Plata, y actualmente fellow del Digital Civic Society Lab y el Center for Comparative Studies in Race and Ethnicity de la Universidad de Stanford.

“Los mapas son textos que cuentan historias de lugares y nos permiten entender y abrir una interpretación del espacio”, explica Yang en entrevista con América Futura. “El tema es que esa interpretación viene de la mano de quién hizo ese mapa e, históricamente, quienes han estado detrás de los mapas son personas consideradas expertas, que han sido generalmente hombres. Los mapas nacieron como dispositivos de control de parte de las autoridades y tenían casi siempre un carácter expansionista”.

El uso de mapas como dispositivos de control es vigente, y las tecnologías y conocimientos cartográficos aún están en gran medida centralizadas en manos de personas validadas como expertas, sobre todo cuando se trata de mapas privativos y estatales. Sin embargo, las herramientas digitales también han tenido el potencial de facilitar procesos comunitarios a pequeña o gran escala, en las que la cartografía se aborda de manera colectiva y reconoce los conocimientos de las distintas identidades que habitan los espacios. Un ejemplo es OpenStreetMap (OSM), la comunidad de personas voluntarias que desde 2004 crea mapas desde la colaboración y la filosofía del conocimiento libre, con herramientas de código abierto.

Se conoce como la Wikipedia de los mapas digitales: una plataforma para personas voluntarias que funciona bajo el principio de que cualquiera puede contribuir al mapa global desde su conocimiento local. Con un modelo de gobernanza propio, organizado en capítulos en países de todo el mundo, OSM demuestra que la cartografía colaborativa a gran escala es posible. Tiene sus propios mecanismos comunitarios de estandarización de datos. “Es decir, que cuando una persona agrega un punto en un mapa, ese punto pasa por un proceso de etiquetado y caracterización que le da sentido y significado, y eso se hace de forma abierta y colaborativa”, explica Yang.

Si bien la comunidad de OSM celebra la diversidad de conocimientos que la conforman, también refleja las desigualdades estructurales que configuran el mundo offline, y esta inequidad resulta evidente en cuestión de género. De los 10 millones de personas registradas, solo entre el 2% y el 5% son mujeres. Esto, afirma Yang, no sólo se refleja en los mapas que usamos todos los días, sino en el acceso a la información que está ligada a derechos de salud, movilidad y seguridad de las mujeres y las disidencias de género.

“Las cartografías feministas son inherentemente colaborativas”

“Desde nuestra red de organizaciones y colectivas investigadoras en geografía con corte feminista, nos preguntamos cuál es la experiencia que nos atraviesa a todas con relación a lo que estamos mapeando, y cómo construimos, producimos y reproducimos nuestros mapas desde ahí”, afirma Yang. “El hilo que nos lleva a todas por el mismo camino es la violencia que vivimos dentro de Latinoamérica ¿Qué es lo que nos permite o imposibilita hacer uso de ciertos espacios? ¿De qué tipo de violencia estamos hablando?”.

Así inicia Geochicas; a partir del encuentro de un pequeño grupo de mujeres latinoamericanas en un evento de OSM en Brasil en 2016. Ocho años después, es una red transincluyente con alrededor de 230 personas en más de 30 países, que colabora desde la experiencia que comparten como mujeres en los espacios de creación de mapas. Sus ejes de trabajo se concentran en impulsar la participación de las mujeres tanto en los procesos de toma de decisiones de OSM, como en la creación de datos geoespaciales.

Partiendo de la idea de que los mapas son procesos en constante cambio, y no dispositivos estáticos, organizan “mapatonas” como espacios de formación para agregar datos geoespaciales relevantes para las mujeres en diversas partes del mundo. También han contribuido en proyectos como Etiquetado en apoyo a mujeres y niñas, facilitando traducciones y espacios de discusión para identificar las etiquetas que hacen falta en el mapa de OSM y que la comunidad de mapeadores actualmente no considera relevante. Por ejemplo, etiquetas que señalan dónde están los centros de atención familiar, las clínicas con servicios de ginecología, oncología o atención hormonal para las personas trans. “Si no existen etiquetas para mapear esos espacios es porque, debido a la distribución demográfica de la comunidad, muchas veces no son importantes para la mayoría, pero algo sencillo como una etiqueta o un punto en un mapa, te puede permitir o limitar el acceso a un derecho”, explica Yang.

Por otro lado, han mapeado otras historias que tienen que ver con las diversas violencias que atraviesan las mujeres por el hecho de serlo, como el Atlas mundial de movilizaciones del 8M y el mapa de feminicidios de Nicaragua. También Las calles de las mujeres, el mapa que visibiliza la desproporción de nombres de mujeres y hombres en las calles de ciudades de Latinoamérica y España, y resultado de la alianza de Geochicas con la comunidad de Wikipedia, también los porcentajes de las biografías de Wikipedia escritas sobre mujeres.

Este tipo de mapeo es fundamental en América Latina, donde se registran en promedio 11 feminicidios por día, según la Cepal. Así lo visibilizan proyectos como Yo te nombro, el mapa de feminicidios de México que realiza María Salgado, o la Cartografía de feminicidios de Mariana Mora en Costa Rica, con el que las creadoras buscan justicia. “En el mapa, cada punto representa un femicidio, cada color es la historia de una mujer que fue asesinada por el hecho de ser mujer. La visualización cartográfica permite comprender el femicidio como una problemática país”, se lee. Cartografías feministas como estas, afirma Yang, son inherentemente colaborativas, pues parten de las relaciones y encuentros entre personas y familias afectadas por la violencia de género. Se trata, dice, de cuidar a otras.

Los mapas como cuidado colectivo en América Latina

“¿De qué forma las cartografías feministas desafían al poder? ¿Qué significa crear cartografías éticas y feministas?”, se cuestiona Yang en Feminismo, ética y datos geoespaciales, publicado con la Iniciativa Latinoamericana de Datos Abiertos (ILDA). En su investigación, indaga en lo que necesitaría una ética aplicada que vaya más allá de la ética del hombre occidental, para crear, producir, distribuir y visualizar datos geográficos.

Mientras los mapas digitales de corporativos multimillonarios como Google ambicionan con organizar la información del mundo y monetizar la navegación de sus 2.000 millones de usuarios al mes, Selene Yang se adentra en procesos de cuidado para crear mapas y datos geoespaciales abiertos que hagan este mundo más habitable. “Da un poquito menos de miedo a la oscuridad cuando alguien te toma de la mano”, comparte.

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