Equidad de género, una deuda pendiente en las negociaciones climáticas
Una respuesta justa y efectiva al cambio climático depende de la suma de voces y perspectivas. Los liderazgos femeninos son determinantes para asegurar un futuro justo, sostenible y resiliente
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La historia reciente está llena de mujeres, lideresas ambientales y sociales, que han cambiado el curso del planeta. Solo como ejemplo, en 1973 las mujeres rurales de Chipko, India, lograron detener la deforestación total de los Himalayas; en 1977 la ecologista y activista Wangari Maathai lideró la creación del Movimiento Cinturón Verde de Kenia, que ofrecía oportunidades de trabajo en programas de siembra de árboles a mujeres empobrecidas; y más recientemente, Patricia Gualinga y sus hijas, del pueblo Sarayaku, han liderado la defensa de la Amazonía ecuatoriana frente a las terribles violaciones de los derechos humanos que resultan de los proyectos de extracción de petróleo. Muchas más mujeres han sobresalido por la defensa de sus territorios y del patrimonio natural de la humanidad y otras luchan desde el anonimato. Y su trabajo ha inspirado la creciente participación de jóvenes activistas en la agenda climática.
Hace más de un siglo y medio comenzaron varias luchas de manera organizada y colectiva de las mujeres para denunciar y luchar en contra de las desigualdades sistémicas. Sus voces han catapultado cambios en políticas laborales, sociales y ambientales. Muchas veces poniendo en riesgo sus propias vidas, las mujeres han liderado procesos y acciones que han abierto caminos para la defensa de sus comunidades, territorios y ecosistemas. Y aún hoy, las mujeres a todo nivel siguen enfrentando condiciones de desigualdad y discriminación en los escenarios de toma de decisiones políticas y ecológicas. Como sucede en el caso de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc).
La Conferencia de las Partes (COP), la cumbre anual que se realiza en el marco de la Cmucc, lleva comprometiéndose desde 2012 a adoptar el equilibrio de género. Creó en 2014 un Programa de Trabajo ―el Programa de Trabajo de Lima sobre Género―, para promover el equilibrio y la participación de las mujeres en los escenarios de creación de política climática. Sin embargo, en la reciente COP28, la cumbre más grande nunca organizada, solo el 34% de los delegados de partidos fueron mujeres ―un aumento de apenas el 3% con respecto a 2008; únicamente el 19% de las delegaciones estaban encabezadas por una mujer; y apenas el 2% había logrado la paridad de género en su interior. No solo eso. De los 18 consejos y organismos consultivos del Cmnucc, solo cuatro habían alcanzado la paridad de género en 2022.
Hay evidencia que comprueba que el cambio climático exacerba las discriminaciones de género ya existentes. Estudios científicos demuestran que el cambio climático tiene un impacto mayor en las mujeres y niñas, sobre todo en las que son indígenas, afrodescendientes y campesinas. A menudo, estas mujeres dependen de la producción agrícola. Y sus condiciones de vida ―frecuentemente marcadas por la pobreza y la marginalización― las exponen directamente a las consecuencias de los eventos climáticos extremos, la pérdida de biodiversidad y la contaminación. Según la FAO, en Latinoamérica las mujeres que dependen de sus cosechas como fuente de alimento e ingreso representan la mayoría de personas en situación de pobreza. Estas mujeres rurales constituyen el 29% de la fuerza laboral y son responsables de más del 50% de la producción de alimentos. Lo cual quiere decir que, aunque las mujeres latinoamericanas garantizan la mitad de la soberanía alimentaria de todo el continente, no son igualmente tenidas en cuenta para participar en las estructuras que deciden sobre las políticas de cambio climático.
Recientemente, la Constituyente de Mujeres y Género ―la plataforma para las organizaciones que velan por los derechos de las mujeres y la justicia de género en el escenario de las convenciones sobre cambio climático― publicó una carta abierta a la presidencia y la organización de la futura COP29, en la que se les exige velar por la paridad de género en la cumbre. No solo las organizaciones de la constituyente firmaron. Más de 180 grupos de la sociedad civil se adscribieron a la intención de este comunicado, que urgía a la equidad de género desde un enfoque necesariamente interseccional, y que no siguiera siendo una consideración posterior o adicional.
El marco global para las acciones sobre cambio climático, sostenido internacionalmente aunque no limitado al Acuerdo de París, reconoce que el respeto de la igualdad de género y la promoción del empoderamiento de la mujer son claves para el futuro medioambiental del planeta. Por esto, es prioritario no seguir aplazando el lugar de las mujeres dentro de las conversaciones que definen el futuro de la humanidad, sobre todo de las que están en primera línea de la crisis climática: indígenas, afrodescendientes y campesinas; defensoras de sus familias, la naturaleza y sus comunidades.
La COP30 vuelve a Latinoamérica, y se realizará en Brasil, en 2025. Esta es nuestra oportunidad para mostrar avances reales hacia la equidad de género en los escenarios de toma de decisiones sobre el cambio climático. Ya hemos reconocido que las consideraciones de género deben ser integradas como un elemento transversal a las acciones y ambiciones climáticas, sin perder de vista los aspectos socioeconómicos y culturales de los diferentes grupos. Es momento, entonces, de promover e implementar el enfoque de género a todo nivel, insertando soluciones lideradas por las mismas mujeres de los diferentes países y contextos del sur global.
2024 presenta una oportunidad clave para acelerar la igualdad de género. Hacemos un llamado a todos los países que tienen la obligación de revisar y actualizar sus compromisos climáticos para las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) que serán presentadas en la COP30 para que incluyan el enfoque de género de forma transversal, acompañado de financiamiento y promoviendo el liderazgo y la participación de las mujeres en todos los escenarios de la acción climática, para poder delinear un nuevo marco de acción.
Una respuesta justa y efectiva al cambio climático depende de la suma de diferentes voces y perspectivas. Nos urge escuchar e incluir, de forma activa, a las mujeres. La lucha por la justicia climática es y debe ser tambié una lucha por la equidad de género. El aporte de los liderazgos femeninos son determinantes para asegurar un futuro justo, sostenible, resiliente. Como lo dijo Ana Sandoval, defensora ambiental y de los derechos humanos de Guatemala: “Al final, todas las luchas tienen un mismo objetivo: la defensa de la vida”.