Cómo convertir nuestro turismo en uno de talla mundial
El turismo de proximidad es una tendencia que América Latina y el Caribe podría capitalizar, gracias a sus inigualables ecosistemas naturales y a la sabiduría milenaria de sus comunidades
EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
El turismo latinoamericano es uno de los soportes del desarrollo de la región: tiene el gran potencial de dinamizar el comercio, mejorar las infraestructuras, ayudar a la adaptación al cambio climático y generar más empleos de calidad, pero necesitamos pulir sus engranajes, unas veces de forma artesanal y otras industrial, para convertirlo en un verdadero motor de crecimiento e inclusión, y para que pueda competir con más garantías con otros destinos de talla mundial.
Antes de la pandemia, en 2019, la economía del turismo, que incluye a todos los sectores que orbitan alrededor de la recepción de viajeros, representaba alrededor del 26% del PIB total en el Caribe y el 10% en América Latina. En 2024 estaremos cerca de superar estas cifras. La gran huella que el sector deja en miles de familias y comunidades, en grandes ciudades y en pueblos pequeños, y en los balances económicos de los países, está atravesada por los habituales problemas del desarrollo de la región (informalidad, baja productividad y competitividad, impactos del cambio climático, infraestructuras deficientes).
Por eso, es imprescindible que abordemos al sector turístico desde una perspectiva que integre a las infraestructuras, al medio ambiental, la innovación, la competitividad, el empoderamiento comunitario, y la financiación de proyectos. Este es el planteamiento que desde CAF-banco de desarrollo de América Latina y el Caribe estamos llevando a Fitur 2024, la principal feria de turismo del mundo hispano.
En Fitur 2024 presentaremos una nueva estrategia que contribuirá a redefinir el panorama turístico de la región. Una de sus piedras angulares es la mejora de las infraestructuras y el aumento de la conectividad entre destinos; dos elementos esenciales para aumentar la competitividad en los circuitos turísticos globales. Además, la estrategia se centrará en recabar nuevos recursos financieros e integrará componentes verdes e innovadores para desarrollar proyectos en diferentes países de la región. La tecnología aplicada al turismo y la disminución y compensación de la huella de carbono que dejan los turistas también serán objeto de la presencia de CAF.
Para consolidar los destinos de talla mundial, América Latina y el Caribe parten de una buena posición. Además de contar con inigualables parajes naturales -no olvidemos que siendo el 15% del territorio poseemos el 40% de la biodiversidad del planeta- y riquezas culturales que suponen jugosos atractivos turísticos, los países de la región se han ido recuperando gradualmente de los impactos de la pandemia, y prácticamente hemos alcanzado, como región, y en algunos países superado, la afluencia de viajeros de 2019.
Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), 975 millones de turistas viajaron internacionalmente entre enero y septiembre de 2023, lo que supone un aumento del 38% respecto a los mismos meses de 2022. Los destinos de las Américas alcanzaron el 88% de las cifras de 2019, especialmente gracias a la demanda estadounidense, principalmente en el Caribe.
Esta situación, más sosegada que en la pandemia, nos obliga a enfocarnos en cómo potenciar todavía más al sector turístico latinoamericano y caribeño. En primer lugar, es imprescindible que fortalezcamos el enfoque en la sostenibilidad. Esta es clave para minimizar el impacto ambiental de los viajes y la huella de carbono de las experiencias turísticas, y para promover prácticas turísticas responsables. La buena noticia es que, desde hace algunos años, la sostenibilidad ha venido entrando con fuerza en la mesa de quienes planifican el desarrollo turístico en América Latina y el Caribe.
La conectividad es también clave para ofrecer experiencias turísticas de primer nivel. Por eso, es imprescindible que llevemos a cabo nuevos proyectos de conectividad aeronáutica para vincular más eficientemente, por ejemplo, a las islas del Caribe, o construyamos mejores infraestructuras para mejorar la movilidad en las ciudades y el acceso a zonas remotas.
Otro componente importante es la innovación tecnológica. Necesitamos adoptar tecnologías digitales y soluciones innovadoras para transformar la promoción y gestión de los destinos turísticos en la región. Por ejemplo, en una economía predominantemente digital, las plataformas de reserva en línea deben ser no solo promocionales sino de reservas y venta haciendo enlace con agencias y operadores.
El turismo de proximidad y el denominado slow tourism son otras de las tendencias que América Latina y el Caribe podría capitalizar, gracias a sus inigualables ecosistemas naturales, a la sabiduría milenaria de sus comunidades, a sus artesanías, a sus culturas y a la facilidad cada vez mayor de acceder a circuitos turísticos de cercanía.
La región está bien posicionada para que el turismo brille todavía más en los circuitos globales. Esto nos ayudaría a superar nuestros pendientes históricos a nivel de desarrollo, y contribuiría a que nuestros destinos turísticos y sus experiencias compitieran con los grandes actores del turismo global.