Volver a navegar en los ríos arrasados por la urbanización de São Paulo
En la ciudad brasileña hay casi 300 cauces de agua naturales. El municipio quiere recuperar algunos de ellos y crear un anillo hídrico para transporte y ocio
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São Paulo está en la cuenca del río Tietê que, aunque nace a solo 20 kilómetros del Atlántico, no busca el mar. Fluye hacia el interior del continente y nutre el río Paraná, el segundo mayor de Sudamérica, que define fronteras entre Brasil, Paraguay y Argentina hasta desembocar en el río de la Plata. La hidrovía Tietê-Paraná sirvió a los colonizadores europeos para adentrarse en Sudamérica y transportar los alimentos y minerales preciosos que extraían. En 1554, los jesuitas fundaron esta ciudad brasileña en un punto estratégico: una colina entre los ríos Anhangabaú y Tamanduateí, que alimentan al Tietê. La zona estaba habitada por pueblos originarios y repleta de cursos de agua que recorrían sinuosos el lugar donde ahora se agolpan los humanos en la urbe más poblada de América del Sur. Ya no se notan los ríos, ni siquiera los paulistanos son conscientes de que caminan sobre algunos.
“Es una ciudad de piedra y con ríos sucios”, afirma Reginaldo, que sigue sin acostumbrarse a la falta de contacto con la naturaleza en São Paulo. Este hombre llegó del campo a la megalópolis hace 42 años, cuando tenía ocho. Ahora trabaja controlando el tráfico de autobuses a orillas del río Tamanduateí, en el centro de la ciudad. Usa mascarilla por el olor a podrido. “Si te caes en esas aguas, olvídate. Coges una infección y al hospital”, dice, mientras señala el líquido gris oscuro contenido por los muros de hormigón que confinaron al Tamanduateí.
El espacio por donde naturalmente fluía pasó a ser un parque a principios del siglo XX, al igual que el del Anhangabaú. Los dos ríos entre los que se fundó São Paulo ya no serían un estorbo para la expansión urbana, y a medida que la ciudad se topaba con cursos de agua, se replicó la fórmula: río que molestaba, río al que se le cortaban las curvas y se canalizaba. Como pasó con el Pinheiros y el Tietê, que antes serpenteaban y formaban meandros. El plan era convertir São Paulo en la Chicago de Sudamérica, llena de rascacielos y autovías, y que sus ríos se parecieran a los de las grandes ciudades europeas, como París o Londres. La cuenca hidrográfica se transformó en una máquina hidráulica y el espacio del agua pasó a ser de los coches. Pero la naturaleza de los ríos no cambia. En São Paulo, hay 287 cauces naturales, según el Mapa Hidrográfico del Municipio. Cuando llueve mucho y los canales se saturan, el agua recupera su espacio, inundando las calles.
Remo en la favela
La represa Billings está en el extremo sur de São Paulo y es una de las principales reservas de agua que drenan o abastecen la ciudad. Sus 100 kilómetros cuadrados dan una tregua a la periferia de la zona sur, una de las regiones más pobladas de la megalópolis de 22 millones. En las favelas que rodean la represa, pocos la ven como algo más que un lugar donde pescar o derramar residuos. Eso hizo pensar al vecino y activista socioambiental Adolfo Sousa Duarte, alias Ferruge, que había que sacarle más partido. Y se puso manos a la obra. Quería convertirla en un espacio de ocio, deporte y educación ambiental, sobre todo para la infancia, y en 2012 empezó el proyecto Remada na quebrada (Remo en la favela). Fue la semilla de la ONG Meninos da Billings -niños de la Billings-, de la que ahora sigue al frente su viuda Uiara Sousa Duarte, de 41 años. “Ferruge trajo el primer kayak a la favela y empezó a promover el deporte acuático. Ahora organizamos salidas en barco gratuitas para la comunidad. Ofrecemos paseos turísticos y educativos para financiarlo, aunque nos cuesta mucho y dependemos de donativos”, cuenta, mientras navega junto a Luiz Adriano dos Santos, que dirige la embarcación y la mantiene reluciente. La semana pasada recibieron a un colegio privado del centro de São Paulo “Es importante concienciar a los niños y que conozcan la periferia”, dice Uiara.
El barco de Meninos da Billings atraca en el muelle donde guardan el material. Unos niños del barrio nadan y asoman la cabeza de vez en cuando desde la proa. Hace calor y se refrescan a pesar de que lleguen aguas sucias de las viviendas. “Ha mejorado, pero no está limpio”, reconoce Uiara. Detrás de ella, en una de las casas de la orilla, hay un mural de su marido Ferruge, asesinado hace un año en un crimen aún sin resolver. “Murió en la represa que tanto defendió. Los asesinos están presos y pendientes de juicio. Eran cuatro personas, dos hombres y dos mujeres, que reservaron un paseo con él. No sabemos por qué lo mataron”, explica aguantando el tipo. Ferruge era un líder comunitario involucrado en la creación del parque que está enfrente y que ahora lleva su nombre: Parque Linear Cantinho do Céu - Adolfo Souza Duarte “Ferruge”. Forma parte de un proyecto municipal de mejora de los márgenes de la represa y lo inauguró el actual alcalde Ricardo Nunes (MDB) en marzo. Uiara señala a lo lejos y dice: “Allí van a poner una estación náutica con servicio de balsas para conectar este barrio con la otra orilla. Vamos a ahorrar mucho tiempo”. La única calle para entrar o salir se colapsa en hora punta.
El anillo hídrico de São Paulo
El proyecto para unir por barca Grajaú y Pedreira atravesando la represa Billings es el primero de transporte público acuático de la ciudad. Pero la idea es crear un anillo hídrico de 170 kilómetros que la recorra y estructure. Es una red de vías navegables urbanas compuesta por los ríos Tietê, Pinheiros y las represas Billings y Taiaçupeba. “Articula la ciudad democráticamente porque pasa por zonas ricas y pobres, industriales y habitacionales”, explica Pedro Fernandes, director de Desarrollo Urbano de la Secretaría de Urbanismo de São Paulo, mientras señala el mapa que va de suelo a techo en el despacho municipal. En 2014, se estableció la Ley de transporte público hidroviario de la ciudad de São Paulo y luego se creó el Plan Hidroviario, que articula movilidad urbana, residuos sólidos y saneamiento ambiental.
“No es un plan de transporte como muchos piensan, es de recuperación de la calidad del agua y promueve el desarrollo urbano. Nuestro objetivo es que los ríos se conviertan en los principales espacios públicos de São Paulo”, afirma Fernandes. Destaca la importancia del Plan Director de Drenaje, responsabilidad de la Secretaría Municipal de Infraestructura Urbana y Obras (SIURB). “Ya no sólo se piensa en aguas sucias y depósitos, también en implantar infraestructura verde en los espacios de drenaje. La ciudad se ha dividido en cuencas hidrográficas y se hacen propuestas específicas”. Sostiene que hay que abordar la gestión del agua de manera sistémica. Como la propia naturaleza de los ríos. Por ejemplo, el río Bixiga desagua en el Anhangabau, que va al Tamanduateí y de ahí al Tietê. Hay que estudiar cada caso en todas las escalas.
Para remar juntos en la recuperación de las aguas, el Ayuntamiento acaba de contratar por cinco años al Grupo Metrópole Fluvial de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (FAU USP). Lo coordina Alexandre Delijaicov, arquitecto urbanista, profesor y técnico municipal que lleva más de 30 años estudiando ríos. “En 2011 nos llamó el departamento hidroviario del Estado de São Paulo para hacer la articulación arquitectónica y urbanística del Anillo Hídrico Metropolitano. En 2012 hubo una audiencia pública en la FAU a la que acudieron muchos concejales, entre ellos, el alcalde actual Ricardo Nunes. Es de la zona sur, y reconoce la importancia de navegar en la represa Billings”, explica. Junto a Delijacov están otros tres investigadores. “No es navegar por navegar, está totalmente anclado en el aspecto ambiental, en recuperar el curso hídrico y establecer una nueva forma de relación de las personas con el agua. Se podrían transportar los residuos sólidos por el río, crear escuelas municipales de carpintería naval, ofrecer clases de remo, etc.”, argumentan.
Pero a Delijaicov le gustaría llegar más lejos. “En vez de drenar deberíamos inundar”. Sugiere que se cree una red de lagos artificiales a escala de barrio y siempre asociados a un parque o plaza públicos. Recuerda al ingeniero sanitarista Francisco Saturnino de Brito, presidente de la comisión de mejora del río Tietê en 1920 y que proponía rescatar la orilla fluvial urbana. “En todas las confluencias de los ríos había un lago, como el del parque de Ibirapuera. Se creaba un cinturón de parques, con bosques… Era una visión muy sofisticada”, concluye. Pero el proyecto quedó en agua de borrajas y se impuso el Plan de Avenidas del ingeniero civil y arquitecto Prestes Maia, alcalde de São Paulo. Un plan urbanístico de avenidas concéntricas como en Moscú, Viena o París, pero en São Paulo sin tener previamente anillo ferroviario ni hidroviario. Se pensó para los coches. Ahora el desafío es rescatar algo de lo que fue el territorio antes de ser invadido por edificios y automóviles, dar marcha atrás y hacer de São Paulo una ciudad más sostenible y saludable, en la que las personas tengan contacto con ríos limpios y puedan hasta navegar por ellos.