Ciervos, caballos americanos y milodones poblaron un humedal que hoy es “zona de sacrificio”
En la bahía de Quintero, en Valparaíso, Chile, se encontraron 7.000 restos fósiles de una rica megafauna extinta que habitó el lugar durante el Pleistoceno tardío
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En la Bahía de Quintero, en la costa del Pacífico de Chile, el arqueólogo subacuático Diego Carabias y el equipo de investigadores que conforman el Núcleo Milenio Océano, Patrimonio y Cultura (OHC), encontraron restos fósiles de camélidos gigantes, grandes ciervos, caballos americanos y milodones, una megafauna que vivió hace 24.000 años en una gran explanada de humedales ricos en biodiversidad.
Hoy, ese sitio cubierto por el aumento del nivel del mar después del Último Máximo Glacial (LGM) es denominado “GNL Quintero1 (GNLQ1)” y es una “zona de sacrificio” contaminada por la actividad industrial del sector. El yacimiento se encontró a 650 metros de la costa y a 13 metros de profundidad. La fauna continental extinta fue recuperada a través de excavaciones arqueológicas submarinas cuyas investigaciones proporcionan información detallada de estos denominados “paleopaisajes inundados”.
Los restos óseos identificados fueron fechados entre los años 19.280 y 24.890 antes de la era actual. Este yacimiento paleontológico sumergido es el primero en estudiarse de manera colaborativa también con expertos de Sudamérica, Sudáfrica y Australia.
“También, como equipo, estamos trabajando con comunidades costeras que puedan aportar con su propio conocimiento ancestral que permita identificar diversos tipos de sitios arqueológicos sumergidos en el futuro”, señaló Diego Carabias, en el festival Puerto de Ideas organizado en Concepción a finales de agosto, donde explicó las líneas de su investigación de manera detallada.
Acercarse a las personas que habitan los lugares donde hace sus exploraciones es parte de la metodología de trabajo de este arqueólogo subacuático con más de dos décadas de experiencia. “El conocimiento de los habitantes de las costas en general es el resultado de una evolución humana que concentra tradiciones indígenas ancestrales”, dice el especialista. “Chile es un país mestizo, donde existe un sustrato de conocimiento indígena de adaptación al medio marítimo que tiene miles de años y que se reconoce muy poco. Somos un país mestizo. Y un país marítimo. Y existe esa conexión profunda con el mar porque estamos parados en un borde costero de arriba hasta abajo”, dice Carabias con la brisa marina en la cara. El arqueólogo marino ha dictado numerosas conferencias y ha trabajado con diversos proyectos desarrollados en Sudamérica, Europa y Oceanía. Hoy es miembro permanente de la Mesa de Trabajo Intersectorial de Patrimonio Cultural Subacuático de Chile y ha organizado también tres exhibiciones museográficas con el patrimonio subacuático en el puerto de Valparaíso.
“Antes de zona de sacrificio, un sitio excepcional”
“En la evidencia paleontológica que aún estudia el OHC financiado por la ANID (Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo) se encontraron pruebas de que fue una zona rica en vida, pero hoy eso contrasta con un desarrollo industrial desmedido que impacta el medio natural”, acusa Carabias. Tras el modelamiento del paisaje, el experto concluyó “que estos humedales se localizaban a siete kilómetros de la costa en ese entonces. Esta misma fauna se repite en otros lugares de la costa del Pacífico, por lo que eran especies comunes de los humedales costeros. “Nuestra investigación da cuenta que antes de que Puchuncaví-Quintero fuese una ‘zona de sacrificio’, esto era un sitio excepcional”.
Son cerca de 7.000 piezas óseas de ocho especies extintas las que se documentaron con técnicas de fotogrametría que permitieron a los científicos generar modelos 3D que les ayudaron a la interpretación de los restos paleontológicos.
Además, estas excavaciones permiten comprender las grandes modificaciones que sufrió el paisaje a través del tiempo: “Las dos grandes lagunas costeras que dominaban la bahía ya no existen y la contaminación producto de las actividades industriales en los últimos 150 años son evidentes. Esto se refleja en los metales pesados que se han encontrado a partir de análisis de los sedimentos más recientes”, señala el investigador.
La técnica que se usó en Quintero fue la excavación por estratos. Lo que significa que se aspiraron sedimentos para recuperar la megafauna sumergida en bloques. El proyecto multidisciplinario incluyó a arqueólogos, geólogos y conservadores. Tras la cuidadosa recuperación de los restos óseos fue necesario un largo trabajo de conservación para estabilizar el material arqueológico antes de analizarlo. “El trabajo en terreno implicó el uso de tecnologías como sónares y perfiladores del subsuelo marino. Eso permitió identificar sedimentos dominantes y paleoformas”, agregó Carabias, quien se dedica a estudiar de forma sistemática todas las evidencias que han quedado sumergidas en los fondos oceánicos.
“Son consideradas unas fuentes de información primaria, inédita sobre cómo en el pasado, los grupos humanos y animales se han relacionado con el océano durante la historia de la humanidad. Esto tiene un potencial enorme para la región, tanto económico como cultural”, concluyó el experto en uno de los tiempos que le deja el montaje de la exposición La memoria sumergida, que curó recientemente. La muestra -con imágenes de sitios arqueológicos sumergidos retratados en 20 años de trabajo- se exhibe actualmente en el Congreso Nacional de Chile y tiene como propósito concientizar a los legisladores y público en general sobre la convención que promovió la Unesco para la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, ratificada por 73 estados, de los cuales 21 corresponden a América Latina y el Caribe. Después de dos décadas de esa iniciativa, Chile aún no se suma a la convención.
Carabias encontró la pasión por explorar los fondos del océano cuando era un adolescente y se iba a la casa de su abuela en Algarrobo (Chile) a pasar el verano completo. “Cuando volvía a clases, recién me ponía los zapatos”, cuenta. Entró a estudiar arqueología en la Universidad de Chile y allí se dio cuenta que, explorando los fondos marinos, podía conciliar dos de sus pasiones: bucear y explorar los restos del pasado. Para él, explorar bajo el agua es lo mismo que hacer una excavación en tierra. Se marca un área delimitada en unidades de cuadricula y así se avanza, pacientemente.
Los sitios arqueológicos que están sumergidos contienen información inédita, son una fuente primaria sobre el pasado de la humanidad que se puede investigar en profundidad. Ahí, en el fondo del mar, Carabias estudia los paisajes y sitios prehistóricos sumergidos, las embarcaciones indígenas y los distintos naufragios ocurridos en el periodo colonial y republicano. “Me volví una persona de mar y un eterno aprendiz de las profundidades. Lo que más me apasiona es interactuar con gente de las comunidades marítimas. Ellos tienen una tradición oral, una cosmovisión, una memoria genética y una manera especial de concebir la vida”, dice.