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Hélène Landemore, politóloga: “Los ciudadanos son el centro del sistema, no los políticos”

La profesora de Yale incomodó recientemente a algunos parlamentarios uruguayos en una cumbre celebrada en ese país en la que les espetó: “Ustedes forman parte de una élite educada y privilegiada”

Helene Landemore en una imagen de archivo.Stephanie Anestis

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“¿Dónde están en esta conversación los ciudadanos comunes y corrientes? ¿Dónde están la enfermera ugandesa, la costurera brasileña, el campesino chino?”, preguntó Hélène Landemore, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Yale (EE UU), ante los 200 parlamentarios de todo el mundo que la escuchaban atentamente en Montevideo, Uruguay, a finales de septiembre. Su voz fue probablemente la que más incomodó a los participantes de la Segunda Cumbre de Comisiones de Futuros, una instancia parlamentaria global que en esta ocasión giró en torno al impacto de la Inteligencia Artificial en la democracia, los derechos humanos y la sociedad en general. “Ustedes forman parte de una élite educada y socioeconómicamente privilegiada que no representa a la mayoría de los ciudadanos”, lanzó contundente en medio de la solemnidad del Parlamento uruguayo, interrumpida a ratos por la reacción airada de algunos legisladores.

Para Landemore (Normandía, Francia, 1976), el deterioro de las democracias que reflejan múltiples estudios internacionales y confirma el Latinobarómetro se debe en buena medida al “enorme déficit de legitimidad” que afecta a los parlamentos del mundo. Las consecuencias están a la vista, según esta politóloga doctorada en Harvard: muchos ciudadanos no acuden a votar, los populismos ganan terreno y aparecen propuestas inconducentes como la creación de Gobiernos de expertos o expertocracias.

En esta entrevista con América Futura, Landemore afirma que la respuesta pasa por la profundización del sistema democrático actual —centrado en la elección de representantes cada cierto periodo— aplicando otro modelo más inclusivo y participativo, basado en asambleas de ciudadanos comunes elegidos al azar. “Hay más de 600 ejemplos documentados en todo el mundo”, sostiene. La tecnología y la Inteligencia Artificial en particular, asegura, pueden contribuir al uso generalizado de estas asambleas ciudadanas.

Participantes en la Cumbre Mundial de Comisiones de Futuro en septiembre en Montevideo (Uruguay).Parlamento UY

Pregunta. Su intervención molestó a varios parlamentarios. ¿Cómo lo interpretó?

Respuesta. Solo dije que tienen un déficit de legitimidad y que ese déficit está aumentando. Se sienten atacados y no les gusta escucharlo en el Parlamento, un espacio seguro para ellos. Quizás están más sensibles porque es lo que está pasando en su relación con los ciudadanos. Hay mucho enojo. Trabajo con políticos y no les gusta escucharlo, pero es necesario que lo hagan.

P. El Latinobarómetro parece darle la razón: solo el 48% de los ciudadanos apoya la democracia en América Latina y el Caribe. ¿Qué es lo que está fallando?

R. El problema reside fundamentalmente en que las democracias son insuficientemente democráticas. No estoy diciendo que debamos cambiar de régimen, pero es obvio que está fracasando en ofrecer más igualdad, libertad y justicia para todos. Y no solo por factores externos, como la guerra o la globalización, sino porque la representación electoral está demasiado sesgada. Da la fuerza a un grupo, las élites socioeconómicas, que no es representativo de la mayoría de la población y legisla principalmente para los sectores más ricos de la sociedad. Hay evidencias empíricas de que esto es así, no solo en Estados Unidos, que siempre parece ser la caricatura de las políticas plutocráticas, sino en todo Occidente.

P. ¿Qué dicen esas evidencias?

R. Hay un estudio de abril de 2023 del British Journal of Political Science titulado Los ricos tienen una ligera ventaja (The rich have a slight edge, en inglés), hecho en 30 países durante casi cuatro décadas, que muestra la correlación entre las preferencias políticas y los resultados. Ese estudio indica que constantemente hay una gran congruencia entre las preferencias de los más ricos, el 10% de la población, y las políticas implementadas. Las políticas son destinadas a satisfacer a la parte más rica de la población y son mucho menos sensibles a las clases medias y menos aún a los pobres. Y cuando las mayorías obtienen lo que quieren a menudo lo hacen porque sus preferencias coinciden con las de los ricos.

P. ¿Cuál sería la alternativa?

R. Desde una posición radical, se podría proponer que la representación no esté basada en elecciones, sino en sorteos o loterías cívicas, como hacían los griegos en las primeras versiones de la democracia. En Grecia, cualquiera podía tener acceso a una posición de Gobierno, por turnos; el poder se distribuía sobre la base de una persona-un ticket de lotería, en rotaciones regulares. El Consejo de los 500 de Grecia era elegido al azar y establecía la agenda política.

P. Pero aquella democracia tampoco era perfecta.

R. No estoy diciendo que fuera un modelo perfecto y que debamos copiarlo literalmente, pero creo que puede servirnos de inspiración, en el sentido de que nadie es demasiado iletrado o falto de carisma como para participar en política. El problema con la política moderna es que su mecanismo electoral excluye al tímido, al ineducado o iletrado, a las personas que no tienen conexiones o no saben “venderse”. Ellos nunca serán parte de la política representativa.

P. Entonces, ¿cuál sería la alternativa viable?

R. En el siglo XVIII, cuando reinventamos la democracia, lo hicimos con elecciones. Es elitista, pero eso es lo que tenemos. Y tampoco es tan malo. Es mucho mejor de lo que había antes y mejor de lo que se presenta como alternativa: autocracias, expertocracias y cosas por el estilo. Las personas saben que no están bien representadas. Por eso hay tanto enojo, por eso muchas no votan más y tenemos olas de populismo. Lo que podemos hacer es compensar el déficit de legitimidad que tienen estos grupos electivos, creando nuevas formas de representación democrática basadas, por ejemplo, en loterías civiles.

P. Dirán que usted es una idealista y que su propuesta es impracticable.

R. No lo es. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico ha documentado cerca de 600 ejemplos en todo el mundo. Irlanda es probablemente el más conocido. En 2016, 99 irlandeses fueron elegidos al azar para deliberar sobre el aborto y el hecho de que la Constitución lo criminalizara. Después de escuchar a mujeres, médicos, etcétera, pros y contras, deliberaron y decidieron que había que descriminalizarlo. Lo llevaron al Parlamento y se organizó un referéndum. En 2018, el 66 % de la población decidió seguir la recomendación de la asamblea ciudadana y cambiar la Constitución. Fue una gran victoria, tanto para los derechos de las mujeres como para la democracia participativa.

P. Para dejar esto en manos de la ciudadanía hay que confiar en ella. ¿El conocimiento popular está subestimado?

R. Absolutamente. Es una cuestión de epistemología política: ¿Qué creemos que necesitan saber las personas para ingresar en la política? ¿Quién es un buen representante? El más notable del lugar. Pero ese no es un buen modelo. Todos nosotros sabemos algo del mundo, porque lo ocupamos y tenemos una experiencia de vida.

P. Lo que usted propone es que este modelo de democracia deliberativa se extienda y sea más permanente. ¿Es así?

R. Y más centrado en la concepción de la democracia. Mi visión de la democracia es como una especie de revolución copernicana. Copérnico dijo que la Tierra no es el centro del universo; el Sol lo es y la Tierra gira alrededor de él. En la democracia, los políticos no son el centro del universo, los ciudadanos comunes son el centro del sistema y los políticos giran en torno a ellos. Son la fuente de la autoridad y deberían ser la inspiración.

P. ¿Qué papel juega la tecnología en este modelo de democracia deliberativa?

R. Este año formé parte del comité organizador de la segunda asamblea de ciudadanos en Francia que trató el final de la vida [la asamblea aprobó por un 92 % la muerte asistida]. Participaron 184 personas elegidas al azar, que deliberaron juntas y produjeron recomendaciones. Eso llevó mucho tiempo, mucho dinero, y hubo inexactitudes en el proceso de síntesis de las deliberaciones, un trabajo hecho por facilitadores humanos. Los estudios de otros procesos sugieren que una manera de mejorarlos sería usando la Inteligencia Artificial, específicamente el modelo de lenguaje LLM [que realiza tareas de procesamiento del lenguaje natural]. Las investigaciones indican que el resultado es un 50% más preciso cuando procede de la IA que cuando lo hacen los facilitadores humanos. Prácticamente no tiene costo y es instantáneo. Creo que el empleo de esas tecnologías puede ayudar a generalizar el uso de estas asambleas y lo más atractivo es que se puede usar a escala masiva, como ocurre en Taiwán.

P. ¿Qué destaca de ese caso?

R. En Taiwán tienen la plataforma pol.is en la que consultan a la ciudadanía sobre diversas cuestiones, como las políticas sanitarias aplicadas durante la pandemia de la covid-19. Lo hacen desde 2014, cuando la “revolución de los girasoles” dio impulso a políticos más jóvenes, como Audrey Tang [actual ministra digital], que se define como una mezcla de hacker y activista. Ella dijo que no sería una política tradicional y haría lo que sus constituyentes le dijeran directamente, empleando la tecnología. Es cierto que a esa plataforma le falta el elemento deliberativo, pero creo que van a conseguirlo. Otro ejemplo más deliberativo y menos instantáneo es el Foro Comunitario que organizó META [Facebook], en el que 6.000 personas elegidas al azar en 150 países deliberaron sobre la ciberbullying. No es ficción, ya se ha hecho.

P. A propósito del avance vertiginoso de la tecnología y su impacto en la democracia, ¿cree que realmente sabemos lo que está pasando o la Inteligencia Artificial va demasiado rápido?

R. Desde mi punto de vista, la mejor forma de la democracia es deliberativa, inclusiva y participativa. Eso implica tiempo y la IA está progresando muy rápido. Es cierto, hay un desfase entre la temporalidad de la democracia y la temporalidad del progreso tecnológico. Pero creo que las grandes compañías, como OpenAI y el ChatGPT, dominan demasiado la narrativa con bombos publicitarios, en parte porque les interesa vender sus productos. Lo urgente es desarrollar, solidificar y aumentar nuestras democracias y la IA puede ayudar a que el modelo deliberativo sea más rápido y eficiente. Estamos a tiempo.


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