El invierno demográfico llega a Costa Rica
El país tiene la menor tasa de natalidad del continente y una proporción de mayores que se duplicó en 15 años. La tendencia obliga al Estado a llevar a cabo reformas en diferentes ámbitos para evitar un mayor deterioro social
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Acabadas las vacaciones de mitad de año, casi 600.000 niños volvieron este lunes a las aulas en Costa Rica y para muchos fue un alivio. Es la posibilidad de jugar de nuevo e interactuar con los grupos de su edad, porque los adultos suelen ser mayoría en las familias y los más pequeños cada vez juegan menos en las calles. La algarabía era evidente en los pasillos de la histórica escuela Buenaventura Corrales, en el centro de la capital San José, la institución que en sus casi 130 años fue testigo de la explosión demográfica del siglo XX y ahora ve un rápido descenso que repercute en la matrícula. Ahora hay 600 alumnos, pero fueron 900 hace una década y poco antes la cifra llegó a 1.500.
“Hay un costo económico grande para tener hijos y bueno, muchas parejas prefieren tener perros”, dijo la directora de la escuela, María Zamora, en su despacho del edificio de metal color rosa que suelen fotografiar los turistas cuando caminan por San José. Pocas personas habitan en los alrededores y la mayoría de los estudiantes vienen en microbuses desde otros municipios porque sus padres valoran la historia de la escuela donde quizás estudiaron los abuelos o bisabuelos, pero en los salones de clase es veloz la reducción de pupitres. “Hace 15 años tenía 35 chiquillos, ahora son 17″, explica la maestra Marcela Marín a América Futura, a cargo de un grupo donde cinco estudiantes son hijos únicos y seis tienen sólo un hermano.
Las escenas en ‘la Buenaventura’ retratan el acelerado proceso de envejecimiento de la población de Costa Rica, que parece haber tomado el camino que cogieron España o Italia décadas atrás. En el país centroamericano la tasa de nacimientos llegó a 1,3 hijos por mujer, la más baja de América y una de las más reducidas del mundo, pese al aporte de las inmigrantes nicaragüenses. La niñez era 26% al comenzar el siglo y ahora es 18%. Mientras, la proporción de adultos mayores se duplicó en 15 años hasta un 13,6% del total de habitantes, casi cuatro puntos por encima de lo proyectado para este año, según un estudio publicado en junio por el Programa de Envejecimiento el Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo, en la Universidad de Costa Rica (UCR).
Cien escuelas menos en una década
La sanidad social atiende cada vez más enfermedades crónicas de pacientes adultos longevos y el Ministerio de Educación Pública (MEP) reporta el cierre de 100 escuelas en la última década, mientras los encargados de los sistemas de pensiones observan cómo se reduce la cantidad de trabajadores por cada jubilado. Eran 12 en los años 70, son menos de siete ahora y se prevé que a mitad de la década siguiente llegue a un escenario crítico de solo cuatro. Costa Rica tiene ahora unos 5,2 millones de habitantes, pero las proyecciones de los expertos indican que se estancará en 2045 y que nunca pasará de seis millones. El invierno demográfico ha llegado ya al país de los bosques tropicales y la pirámide poblacional cambia con rapidez. “Estamos obligados a prepararnos para condiciones de un país diferente”, sentencia el demógrafo Luis Rosero, fundador del Centro Centroamericano de Población (CCP) en la estatal Universidad de Costa Rica (UCR).
Rosero dice sin miramientos que la tasa de natalidad en Costa Rica es “ultrabaja” y, según las investigaciones en curso, sin el aporte de migrantes (cerca de 10% de la población) la tasa llegaría a solo 1,1, la cuarta más baja del mundo solo por encima de Taiwán, Corea del Sur y Ucrania. Las políticas eficaces de reducción de embarazos en chicas adolescentes es uno de los factores en la caída de la natalidad, pero también la reducción de embarazos en la población veinteañera por razones diversas, sin descartar entre ellas el deterioro del sistema público en educación y sanidad, lo cual lleva a servicios privados con altos costos para las familias. “Tener hijos de manera responsable se ha vuelto una cosa bastante seria (difícil)”, reconoce el especialista, en la línea que explicaba la directora de la escuela.
Lo reafirma Héctor, un profesor universitario, que a sus 35 no cree que vaya a tener hijos. No es un anhelo suyo, pero estaría dispuesto si su pareja tuviera la disposición y eso no ocurre. En su casa tiene seis perros y dos gatos, y dice que son bienvenidos los sobrinos, aunque sólo uno es niño aún, el único en su familia. En las reuniones familiares, se turnan para jugar con él.
Con pocos hermanos o primos y con cuidados para que jueguen en las calles con vecinos, las escuelas son el espacio básico de socialización entre menores y los cambios se notan. Lo observaba este lunes la maestra de Educación Física, Ixel Barahona, con una frase ingrata: “Muchos no saben jugar”. Al desarrollarse en ambientes familiares dominados por los adultos, están más acostumbrados a los dispositivos electrónicos que a una cuerda o a un balón. Ella ve dificultades para saltar y trabajar en equipos, más aún después de la pandemia. Usan menos que antes los espacios públicos por seguridad, crecen entre cuatro paredes o ambientes controlados por los adultos, explica la educadora, que a sus 35 años tiene tomada la decisión de no ser madre. Por eso, la alegría de los niños por retornar a las clases.
Las estadísticas del Ministerio de Educación dan cuenta de la situación: cerca de 2.000 niños menos cada año en las etapa preescolar, reducciones grandes en escuelas de zonas tanto urbanas como rurales (excepto las de lugares con un mayor peso de inmigrantes nicaragüenses) y un incremento en la secundaria, pero solamente por los programas para población adulta (15% de la matrícula en secundaria corresponde a mayores de 18 años que habían salido del sistema). La proyección oficial indica que en cinco años pueden desaparecer otras mil escuelas. “Es una realidad inevitable, nadie puede detener una tendencia demográfica o ir contra ella”, responde a EL PAÍS Leonardo Sánchez, viceministro de Educación.
Esto genera trastornos en la planificación de recursos para el sistema educativo que no solo propicia el aprendizaje y la socialización, sino que da también alimentación vital para cientos de miles de estudiantes pobres. “Es complejo, pero también es una oportunidad de oro para ajustar las cosas y tener un mejor aprovechamiento. No se trata de que el país invierta menos en educación, sino de mantener los presupuestos para así elevar la inversión per cápita y acercarnos a los niveles de países desarrollados, con mayor calidad en la enseñanza”, dijo Sánchez. Esto a pesar de que el presidente Rodrigo Chaves afirmó en junio que, con la baja natalidad, carece de sentido mantener la regla constitucional de dedicar al sistema educativo al menos el 8% del PIB.
El Programa Estado de la Nación, un centro público de pensamiento e investigación, reportó desde 2019 que en educación hay una oportunidad valiosa para mejorar la calidad y mejorar la productividad y el crecimiento económico, además de poder preparar a las nuevas generaciones para la cuarta revolución industrial. Esto, sin embargo, depende de políticas adecuadas y de evitar las tentaciones recortistas.
La duda que plantea Rosero es si la tendencia se puede frenar o revertir en algún momento. Es posible que Costa Rica siga el camino de Canadá, donde la tasa de nacimientos se recuperó, o vaya por la senda de España o Italia, donde la población infantil sigue cayendo a pesar del aporte de la población migrante. “No podemos saber aún qué pasará a largo. Lo que tenemos es lo que ya ha ocurrido y que repercutirá en el sistema educativo, en la fuerza laboral y en las pensiones, por supuesto”, agregó el investigador, con la advertencia de que el país no está tomando las previsiones.
En caso de continuar la fecundidad “ultrabaja”, la proyección señala que en 2075, un 43% de la población tendría más de 65 años, la edad legal para jubilación en el principal régimen de jubilaciones. Un 47% sería de personas económicamente activas (entre 18 y 65 años) y sólo un 10% correspondería a adolescentes o niños. Los regímenes de pensiones pueden sufrir estragos, considerando además las tendencias de automatización de trabajos y una alta proporción de informalidad, alrededor de 40%, de acuerdo con el reporte más reciente del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).
Algunos especialistas han señalado la necesidad de aumentar la edad de pensión a más de 70 años. Admiten también que es una medida impopular y, por tanto, de difícil aprobación, a pesar de señales de la suficiencia de capacidades laborales que puede tener una persona de 65 años. “La probabilidad de morir que tenía en mitad del siglo XX un costarricense de 60 años es la que tiene un costarricense de 71″, explica Rosero.
Costa Rica tiene una esperanza de vida al nacer de 81 años, una de las más altas del continente, lo que también genera una fuerte presión sobre el sistema de salud, pues las condiciones de la población adulta mayor en general se afectaron con la pandemia, de acuerdo con el estudio de la UCR. Se añade el deterioro de las condiciones de vida, pues cerca de la mitad de ese grupo carece de una pensión. Hay un “alarmante crecimiento de la razón de dependencia en edades avanzadas”, indicó un informe de ese centro, pues en 2010 había 11 adultos mayores de 75 años por cada 100 personas en edad de trabajar y en 2022 llegó a 20, con el agravante de que casi un 30% vive en pobreza.