Maximiliano Bello, el guardián de los océanos: “El consumo de salmón es solo una cuestión de marketing”
El experto en políticas oceánicas internacionales urge a cambiar las normas de la salmonicultura chilena por su impacto en la Patagonia
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Para dimensionar hasta qué punto el experto en políticas oceánicas internacionales Maximiliano Bello (48 años, Santiago de Chile) está comprometido con la protección de los océanos sirve de referencia el cuestionamiento que hace a si es necesario que la gente consuma salmón. “Cuando me preguntan si quiero destruir la industria de la salmonicultura yo respondo que no, que lo que quiero es proteger la Patagonia, y si cumplen con los estándares que permitan eso, a lo mejor es bienvenida”, afirma este martes el galardonado ambientalista en un hotel del centro de Santiago, capital del segundo país productor de salmónidos, solo superado por Noruega.
El asesor ejecutivo de Mission Blue, una organización que insta a comunidades y gobiernos a proteger la vida marina, urge a elevar los estándares de producción, exportación y fiscalización por parte del Estado a la industria de la salmonicultura, “la principal amenaza de la Patagonia”. Bello explica que en el país sudamericano, donde no hay salmones nativos, en una jaula de cultivo para 50 salmones, pueden meter el doble para producir más rápido y a mayor volumen. En el hacinamiento, los peces se estresan y su sistema inmune disminuye, lo que acaba por enfermarlos. Para evitar eso, las salmoneras los alimentan con antibióticos preventivos.
“No puede ser que en Noruega produzcan con un kilo de antibióticos y en Chile con 100. Eso te dice que lo que están produciendo es de mala calidad”, apunta la mano derecha de Sylvia Earle, la científica marina más importante del mundo. Bello plantea cambiar el modelo hacia el noruego: mayores regulaciones, producción de un salmón más caro y menor cantidad. “Algunas empresas probablemente se enfrentarán a que no puedan seguir y sobrevivan aquellas capaces de estar a la altura. El número va a depender de lo que el medioambiente puede resistir y no de lo que el negocio pueda producir”, afirma el experto, cuyo nombre acaba de ser asignado a una ballena azul registrada por Great Whale Conservancy, una organización que resguarda a los cetáceos.
El ambientalista quiere que el mercado entienda que el salmón es “un artículo de lujo” que tiene un costo. “No solo lo que se paga, sino en la Patagonia”. Aclara que esta no es la única especie afectada, sino también “montones” de otras de vida libre que son transformadas en alimentos llamados pellets, una especie de comprimidos elaborados a base de harina de pescado y mezclados con químicos. Entre los afectados, menciona el krill, las anchovetas y las sardinas, que alimentan a tiburones, ballenas o delfines, entre otros.
“Cuando estás poniendo más presión sobre los peces de vía libre, estás contaminando y destruyendo características de un ambiente prístino que podría ser el refugio del cambio climático, te preguntas: ¿necesitamos realmente comer ese salmón?”, reflexiona Bello. “No estamos produciendo para gente pobre que necesita esa proteína por temas de seguridad alimentaria. Es para gente con un poder adquisitivo para comprar otra cosa. Es todo una cuestión solamente de marketing”, agrega.
La salmonicultura, concentrada en el sur chileno, ofrece 70.000 puestos de trabajo: 20.000 directos y cerca de 50.000 indirectos, según los datos de SalmonChile, la asociación que reúne a los productores. “Yo no quiero dejar a la gente sin trabajo. Tenemos que buscar conjuntamente soluciones para poner ese valor tan alto en otras actividades que permitan reemplazar a la salmonicultora”, sostiene. Una alternativa laboral, afirma, puede ser el conocimiento ancestral de las comunidades sobre los bosques de algas patagónicos -uno de los más grandes del mundo-, el ecosistema de mayor captura de carbono del mundo, con “la capacidad de regenerar este planeta”.
Está previsto que este semestre se ingrese una nueva Ley de Pesca al Congreso chileno. Bello asegura que el primer paso clave de la industria debe ser salir de las áreas protegidas. “El Estado le entregó concesiones a la industria en lugares que no debía, pero que no sabían en ese momento”, afirma. Hay 1.359 concesiones de acuicultura vigentes a nivel nacional, de las cuales un 30% se ubican al interior de porciones marinas del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado, según un informe de la Fundación Terram, elaborado con datos de la Subsecretaría de Pesca (Subpesca) y el Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca) presentado en octubre de 2022 en la Cámara de Diputados.
Para instalar el debate sobre el futuro de la industria de la salmonicultura, Bello está liderando el programa “Descubriendo la Patagonia Azul”. La entrevista ocurre en la antesala de una expedición de 10 días a la Patagonia, en la que el ambientalista irá acompañado de científicos, ecologistas, y un equipo audiovisual de talla mundial. El proyecto de tres años, para el que levantaron los primeros 300.000 dólares, buscará mostrar a través de documentales, programas de televisión, y videos para distintos soportes lo que se esconde en las aguas australes. “Cuando te dicen Patagonia, uno piensa en cerros, glaciares, bosques, pero poca gente sabe lo que hay debajo del agua”, dice entusiasmado, antes de enumerar algunas de las riquezas naturales de la zona: las 40.000 islas e islotes, los múltiples fiordos con especies gigantescas y únicas, las colonias de aves marinos, las nutrias, los lobos marinos, los bosques submarinos, y un largo etcétera.
En las grabaciones van a abordar el impacto de la salmonicultura y cómo se han degradado ciertas zonas, pero sobre todo quieren enseñar la belleza del fin del mundo. Poner en valor el territorio y las comunidades desconocidas para que, una vez que la gente sepa de qué se trata, quiera hacer algo para defenderla de las amenazas. Y así, como lo ha hecho Bello durante los últimos 20 años, también se conviertan en guardianes del océano.