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ELECCIONES EN COLOMBIA
Columna
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Colombia rota

Está por verse si alguien es capaz de encajar las piezas de esta vajilla rota que es el país. Kintsugi a la criolla

Los candidatos a la presidencia de Colombia: Rodolfo Hernández y Gustavo Petro.
Los candidatos a la presidencia de Colombia: Rodolfo Hernández y Gustavo Petro.REUTERS / AFP

Siempre hay una primera vez. Sea grata o traumática, la primera vez tiene ese singular encanto de lo virgen, lo inexplorado, lo genuinamente desconocido. Aquello que activa los sentidos y pone a la curiosidad a saltar con la energía de un muelle. Una hermosa primera vez es la de las palabras, y recuerdo cuando, precisamente ojeando este diario, hace un lustro descubrí una palabra llena de lustre: kintsugi.

El kintsugi, según anotaba Marta Rebón en El País Semanal, es una antigua técnica japonesa que consiste el unir las piezas rotas de cerámica, usando un barniz espolvoreado de oro para empatar y hacer encajar los trozos. Nació de la petición a los artesanos de su comarca de un señor feudal, Ashikaga Yoshimasa, apesadumbrado por la destrucción de su cuenco favorito para preparar el té. Pasados cinco siglos, los colombianos vamos a necesitar del kintsugi después del 19 de junio.

Cuando ese día se sepa el nombre del nuevo presidente, el país volará en pedazos y alguien tendrá que unir con pericia las piezas. El problema fundamental es que, sea elegido Gustavo Petro o Rodolfo Hernández, ninguno de los dos tiene asegurado hacer el milagro de ajustar las fracciones de una nación forjada en la polarización y la intolerancia.

Si es Petro, encontrará fuerte resistencia de sectores decididos a no permitirle demostrar las bondades de su programa de gobierno. Y lo harán al costo que sea. Si, en cambio, pierde, Petro no dudará en activar efectivos mecanismos que bien conoce: movilización social y protesta callejera, para ralentizar a un gobierno que a duras penas soportará la fuerza de los embates, por muy templado que sea el carácter del enérgico ingeniero-presidente.

Aunque muchos crean que es novedoso el lugar común en estos tiempos de campaña, según el cual cada candidato ofrecen unirnos (ser “el presidente de todos los colombianos”), no se trata de un concepto nuevo. Lo soñó sin conseguirlo Simón Bolívar, que nos libertó. Y no lo ha conseguido ninguno de los más de cien que lo sucedieron, porque donde se reúnen diez colombianos hay treinta ideas irreconciliables.

Justo es reconocer que tampoco puede decirse que sea una novedad el que nos hagamos añicos, cuando, además de los profundos problemas sociales y de delincuencia (especialmente narcotráfico y subversión) que hemos experimentado por décadas, hemos vivido desde 1812 una sangrienta sucesión de guerras civiles: de federalistas y centralistas, de los Supremos, de las Soberanías, de las Escuelas, de los Mil Días, la crisis de Panamá y la Violencia (aunque la violencia, en minúscula, siempre ha sido aquí un problema mayúsculo).

Veremos si las cosas no resultan así y llega a la presidencia un maestro del kintsugi. Consuelo: el objeto nunca debe lucir perfecto, pues, según palabras de Rebón, “en lugar de disimular las líneas de rotura, las piezas tratadas con este método exhiben las heridas de su pasado, con lo que adquieren una nueva vida; se vuelven únicas y, por lo tanto, ganan en belleza y hondura”.

A ver si el próximo señor feudal, y electoral, que llegue al Palacio de Nariño nos aleja de las honduras que se avecinan.

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