Parménides Palacios: el policía ‘antibalas’ que inunda al país de paz
El capitán ha logrado que el Laboratorio de Paz, Convivencia y Seguridad Humana, que creó en Tumaco, sea uno de los programas sociales más exitosos del país
Aquel día, al pequeño Parménides se le metió en el fondo de la cabeza una idea que le cambió la vida. El caudal del Atrato había vuelto a convertir las calles de Boraudo –corregimiento de Lloró, Chocó– en una gran “piscina”, como llamaban los niños del pueblo al infortunio de que, cada tantos aguaceros, la creciente del río los inundara. El agua lo arrastraba todo, y mientras para los pequeños era una fiesta y para los adultos una tragedia, para el resto del país era un titular de prensa repetido: “Emergencia: Boraudo se volvió a inundar”.
Lo raro fue que esa vez, a principios de los 80, del cielo bajó la cosa más sorprendente y extraña que muchos habían visto en su vida: el presidente Belisario Betancur, envuelto en el atronador zumbido de un helicóptero oficial. Alelado ante la visión, Parménides, que por entonces rondaba los seis años, intentó averiguar cómo había hecho aquel señor para obtener ese aparato y viajar hasta allá a regalar botas de caucho y colchonetas. Y la respuesta que obtuvo le hizo tomar la gran decisión de su vida: “Entonces, yo quiero ser millonario”.
Mientras cuenta su historia ríe a carcajadas. Y dice que lo mejor que le ha pasado es haber cumplido su sueño. Pero no porque tenga inundadas las cuentas de banco, sino porque con esa obsesión tenía un solo objetivo: “Poder ayudar a la gente”.
A sus 45, Parménides Palacios Rentería le ha arrancado miles jóvenes a la delincuencia y la guerra, incorporándolos al sistema educativo mediante becas y líneas de trabajo social. Canaliza su gestión a través del Laboratorio de Paz, Convivencia y Seguridad Humana, organización que impulsó desde las entrañas de la Policía Nacional, y que solo entre monitores y coordinadores agrupa a miles de jóvenes, formados en habilidades de liderazgo.
Por el impacto de su trabajo, en 2022 fue declarado Mejor Policía de Colombia, y ese mismo año recibió el Premio Titanes Caracol. En 2023, la Vicepresidencia de la República, admirada ante los efectos del Laboratorio en comunidades vulnerables del país, lo nombró asesor del naciente Ministerio de Igualdad y Equidad.
Desde temprano fue inspirado también por el ejemplo de su madre, barequera y cantaora, y a quien en Boraudo llamaban La alcaldesa: “Era muy inteligente, aunque nunca fue a la escuela”. Y a pesar de que trató de remediarlo con Parménides, el niño hacía agua en la primaria: “Perdí cuatro años porque tenía dificultades de entendimiento, no se me grababa nada”, dice.
Inquieto y disperso, cuando intentaban convencerlo de que se aplicara, repetía lo mismo que venía diciendo hacía media vida: que lo único que él quería era “ser millonario”. “Pues la única forma de que tú seas millonario es estudiando”, le sentenció su hermana Bertha, maestra de escuela, cuando a los 11 años iba apenas en segundo de primaria. “Fue demasiado dura conmigo, y me tocó ponerme serio”.
Sin embargo, cuando rondaba el quinto grado, a sus 15, “el profesor Benjamín” logró el anzuelo definitivo: “Si lo que tú quieres es ser millonario te va a tocar aprender matemáticas”. Y, como por arte de magia, en un par de años se había convertido en el mejor de su grupo: “Me decían Álgebra de Baldor”. En grado 11 dictó el curso de Física para los décimos. Y por eso no cree que haya malos estudiantes, solo estudiantes desmotivados.
Inspirado por un coronel al que admiraba por su trabajo social, decidió prestar servicio militar en la Policía. Y por su habilidad matemática le asignaron el rol de estadístico del Departamento, donde propuso estrategias preventivas en lugar de aumentar el pie de fuerza. “La mayoría de los jóvenes que hacen parte de las bandas criminales son de estrato cero y no tienen con qué comer”, argumentaba.
Después del servicio, inició dos carreras de Ingeniería en simultánea. Pero a pesar de sus notas sobresalientes, la escasez y el hambre lo obligaron a abandonar: “La única opción que vi fue presentarme a la Policía”. En poco tiempo se había convertido en representante estudiantil y sacaba las mejores notas “entre más de 600 alumnos”, “menos en tiro y en acondicionamiento físico”: “Yo aquí no vine a disparar ni a matar a nadie”, le decía a sus profesores.
Con su título de Técnico Profesional en Servicio de Policía cursó la carrera de Administración en Salud en Cartagena. Y se fue luego a Bogotá, donde, con todos sus ahorros, logró titularse como Oficial, en la Escuela General Santander.
Fue nombrado jefe de Clínica de la Policía en Quibdó, Chocó, donde priorizó las vidas por encima de los límites presupuestales, según afirma. Y luego recaló en Tumaco, donde, sobrecogido por cómo el narcotráfico y la guerra destruían jóvenes, convenció al coronel Mesa de iniciar un programa de prevención para estudiantes de último grado. Y así peregrinó puerta a puerta, colegio por colegio, convenciendo jóvenes de ingresar a la universidad.
Convenció también a los rectores de las universidades Diego Luis Córdoba, de Quibdó, y Antonio José Camacho, de Cali, de recibir a los primeros 150 integrantes del Laboratorio de Paz. Y desde entonces, aprovechando todos los programas de becas posibles –y con el apoyo de la Cámara de Comercio de Tumaco, de la misma Policía Nacional y de cientos de profesores voluntarios– el Laboratorio no ha parado de crecer.
Impulsando los liderazgos y la iniciativa, hoy trabajan en cinco líneas, gestionadas por los mismos jóvenes –entre ellos 16 directores de área– que a medida que avanzan deben formar a otros: Prevención del reclutamiento forzado y voluntario, Manejo responsable del medio ambiente, Prevención de sustancias psicoactivas, Atención integral en salud y Convivencia.
En 2022, la Policía le encargó extender el Laboratorio a otras regiones. Y ahora trabajan en Bogotá, La Guajira, Atlántico, Bolívar, San Andrés y Antioquia, donde han atendido a cerca de 14.000 jóvenes, 8.000 de ellos de Tumaco.
Palacios descansa poco. Y hasta anda cursando un doctorado en Educación, en la Universidad San Buenaventura de Cali. “Todos los días me tengo que levantar a las 3 de la mañana a anotar todo lo que quiero hacer, para que no me duela la cabeza”, confiesa.
“La plata es lo que menos me interesa, lo que me interesa es que la gente esté bien”. Porque a estas alturas, y con tanto que ha sumado, ¿quién quiere ser millonario?
*Apoyan Ecopetrol, Movistar y Fundación Corona.
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