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El asesinato de Jaime Esteban Moreno eleva la presión a que el alcalde Galán gestione la vida nocturna en Bogotá

La política de Bogotá 24 horas que la administración actual incluyó en su plan de desarrollo se encuentra en fase de diseño tras casi dos años de gobierno. Desde el concejo reprochan falta de información sobre su estado, mientras empresarios critican nuevas normativas y la ciudadanía denuncia inseguridad

Tras el asesinato del universitario Jaime Esteban Moreno después de salir de una fiesta en Halloween, la discusión sobre la regulación de la vida nocturna en Bogotá ha retomado fuerza. La alcaldía de Carlos Fernando Galán se comprometió en su plan de desarrollo a avanzar con la política pública llamada ‘Bogotá Productiva 24 Horas’, para que la ciudad “explote su capacidad económica nocturna”. La medida contempla un nuevo mecanismo de gobernanza para la actividad nocturna, “una oferta nutrida de transporte, espacio público embellecido y una cultura ciudadana que le apunte a perder el miedo a la noche”, según dijo el alcalde en un encuentro con quien era una alcaldesa nocturna de Nueva York en 2024. Sin embargo, desde el Concejo denuncian que la propuesta no avanza, empresarios califican de restrictivas las nuevas normativas y la ciudadanía denuncia inseguridad y falta de medios para vivir la noche.

La concejal del Polo Democrático, Donka Atanassova, quien lidera la bancada de economía nocturna y Bogotá 24 horas, asegura que la política ha enfrentado retrocesos desde el primer momento. “Es algo que no estaba contemplado para incorporar (dentro del plan de desarrollo) a pesar de que en campaña Galán le hizo énfasis al tema”. Afirma que se le asignó un presupuesto mínimo y critica la falta de mecanismos como análisis zonales para determinar las dinámicas nocturnas de distintas partes de la ciudad, un proceso de participación amplio, enfoques poblacionales diferenciados o una perspectiva interinstitucional. “Esto no es una política solo para la rumba, sino para reorganizar el transporte, turnos de trabajo, para habilitar una institucionalidad de noche, organizar el tema del cuidado. Es un asunto integral”, asegura.

Con ella coincide la Concejal Sandra Forero, de un partido más a la derecha, el Centro Democrático. Asegura que casos como el de Moreno y el tema de la inseguridad en la noche “tienen que ver con cultura ciudadana y con una falta de provisión de servicios para que Bogotá sea de 24 horas”, un tema que “está escrito, pero no avanza”. Tilda de “ridículo” que una ciudad de casi ocho millones de habitantes tenga que “apagarse” productivamente a las 10 de la noche y reprocha que un estudiante que salga después de estudiar en jornada nocturna “no consigue qué comer o cómo movilizarse porque llegar al Transmilenio le implica un riesgo”.

EL PAÍS contactó a la Secretaría de Desarrollo Económico y a la de Gobierno, pero ambas argumentaron falta de tiempo para atender las consultas para este informe al momento de su publicación. La administración, en todo caso, está dentro del plazo estipulado para publicar su política de Bogotá 24 horas, que debe estar lista a más tardar en junio de 2026, según el Acuerdo 927 de 2024 con el que se adopta el Plan de Desarrollo. Pero el tema no es nuevo: desde el 2018 el Acuerdo 706 ordenó su diseño. En 2020, un proyecto piloto con más de 5.000 comercios de 13 zonas de la ciudad registró aumentos leves en el número de ventas y de clientes, así como una mejora en la percepción de movilidad, seguridad, espacio público y recolección de basuras, según los datos que arrojó el proyecto.

En 2023, la administración de Claudia López publicó la ‘Estrategia de implementación de oferta económica en horarios no convencionales’ con la que identificó tres zonas de actividad económica nocturna (Zona de la Calle 85, Zona del Parque de la 93 y Distrito creativo de San Felipe) para “diversificar sus actividades económicas y promover su desarrollo progresivo”. Además, estableció otras cinco con “potencial” para operar en la noche, basado en un indicador de entorno que contempló seguridad, accesibilidad, calidad del espacio público y manejo de residuos: Chicó – San Felipe; Centro Internacional – Candelaria – San Victorino; Restrepo; Primera de Mayo y La Estrada.

Aún no se conoce qué incluirá la política de Galán, ni cómo estará organizada. Esta semana la bancada de Bogotá 24 radicó un derecho de petición para exigir información. Mientras tanto, la administración ha sido criticada por el decreto 293, que limita la fiesta hasta las tres de la mañana (y hasta la cinco en zonas especiales), y prohíbe la venta de alcohol en supermercados y licoreras después de las 11:59 p.m. El plazo de 90 días para definir las zonas especiales ya venció sin resultados.

“El alcalde ha sido muy errático”, reprocha la concejal del Polo Democrático. Tres meses antes del decreto 293, la administración había propuesto extender el horario hasta las 5 de la mañana en toda la ciudad. “Siempre dicen: ‘vamos a’, pero nunca pasa. Hay una sensación de improvisación”, agrega.

La Asociación de Bares y Restaurantes de Colombia, Asobares, también ha criticado la medida y argumentan que profundiza la problemática. Eduardo Montoya, director ejecutivo, asegura que “genera una proliferación de figuras ilegales que continúan operando y prestando el servicio de manera informal, mientras penaliza a quienes sí cumplen la ley”.

Mientras tanto, los usuarios se quejan de inseguridad y de no poder disfrutar la vida nocturna. Para Francisco Mendoza, gestor cultural de la promotora de conciertos Páramo Presenta, Bogotá “está lejos de ser un espacio amigable para la vida nocturna”. “No hay espacios públicos, plazas, calles donde la gente se sienta segura para estar hasta la medianoche. Es difícil salir, pero el bogotano está ávido por hacerlo”, asegura. Explica que eso ha obligado a la gente a recurrir a espacios cerrados: bares, discotecas, cines, restaurantes, teatros. “Eso ha permitido que se gesten formas de entretenimiento particulares que han logrado ganar mucha fuerza”, asegura. “Pero siempre todo es en espacios cerrados”, matiza.

Alejandro Soto, estudiante de 21 años, va más allá y asegura que “cada vez dan menos ganas de salir en Bogotá”. “El estado de las fiestas es preocupante y la seguridad es alarmante”, enfatiza. Dice que es normal encontrarse con discotecas sobrevendidas, con poca ventilación y con personal inoperante. Cuando ha tenido que pedir ayuda por problemas dentro de la discoteca, “la respuesta es que no pueden hacer nada, que se les sale de las manos”, indica. “Cada vez son menos los lugares que garantizan cierta tranquilidad”.

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