El shu shu shu de las visas
Entre dignidad y ‘vocación de colonia’, así se ha querido plantear la polémica sobre la visas. Sin embargo, la realidad local choca con la celebración del presidente Petro sobre su posición en el extranjero
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Esta semana, mientras en X varios ministros y funcionarios del gabinete de Gustavo Petro renunciaban a sus visas como apoyo al mandatario -cuyo documento fue revocado por Estados Unidos- la vida real seguía en Colombia. Mientras el presidente celebraba su ascenso como líder mundial, “solo hay que buscar en Inteligencia artificial en Google qué dice el mundo de mi intervención en la ONU”, escribió él con orgullo; cuando la campaña electoral se veía atravesada por el posicionamiento de candidatos, unos con el presidente, otros con los estadounidenses; en las instalaciones de la Embajada de Estados Unidos decenas de colombianos se aceleraban para pedir su visa antes de que el gobierno gringo la suba de precio este miércoles. Para algunos de ellos el estribillo de “visa para un sueño” se vive tan intensamente como cuando Juan Luis Guerra compuso la famosa canción.
Como se sabe, el shu shu shu de las visas del Gobierno explotó después de que Petro -que como presidente fue coherente en su denuncia contra el genocidio en Gaza en la Asamblea de la ONU, igual que Lula o Gabriel Boric- mostró luego su rostro activista y, megáfono en mano, en las calles de Manhattan, pidió a los soldados estadounidenses que desobedecieran a Donald Trump. Parte del mundo tuitero, en efecto, lo ha celebrado como alguien valiente, pero internamente las críticas vuelan y le recuerdan que él mismo se quejaría si un presidente de otro país hiciera eso en tierras colombianas. Algunos, incluso le han mostrado un tuit contra una periodista española que escribió que los “generales” debían desobedecer a Petro. Él la llamó sediciosa. El diario El Espectador, que pidió a Estados Unidos que no intervenga en la política colombiana, le dijo a Petro en su editorial que la sanción no guarda relación con Gaza sino con su llamada a la desobediencia y remató: “que un presidente actúe de esa forma no pone los intereses de Colombia por delante”.
Mientras en el mundo diplomático y entre empresarios discuten cómo se mantendrán las relaciones bilaterales y las multilaterales que pasan por Estados Unidos, y desde el Gobierno dicen que lo harán por Zoom, sigue la expectativa por la respuesta de Trump. El primer choque con el presidente estadounidense fue enero por el trato indigno en que viajaban migrantes deportados. Petro lo manifestó en X y el republicano contestó con amenaza de aranceles. Más recientemente, Estados Unidos le quitó la certificación a Colombia en la lucha contra las drogas, que para Petro es un ataque directamente a él. Y este lunes se conoció también que ese país clasificó mal a Colombia en una suerte de certificación sobre trata de personas.
Todo eso, en medio del apoyo irrestricto que Trump a Benjamín Netanyahu, y de los ataques que el presidente de Estados Unidos ha lanzado en aguas del Caribe, asesinando a supuestos narcotraficantes que iban en lanchas. Para el mandatario colombiano la revocación de su visa “no es un acto contra Petro”, sino contra la lucha por la vida y la humanidad. El debate se ha jugado con dos conceptos: dignidad o vocación de colonia. En el medio, está la realidad del país. En el Congreso de la República se lo recordaron al mandatario. El director de la Federación Colombiana de Enfermedades Raras, Diego Gil, mencionó a Maritza, Juan Manuel, Valentina, Zulay, Esteban y Brayan, quienes perdieron algo más importante: murieron este año “por falta de atención y por la crisis del sistema no lograron tener el tratamiento que necesitaban y en medio de un abandono institucional sin precedentes”.
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