Laura Sarabia asume la Cancillería en el punto más bajo de las relaciones con Estados Unidos y Venezuela
La nueva ministra de Exteriores de Gustavo Petro debe lidiar con los extraordinarios desafíos que representan Donald Trump y Nicolás Maduro para la política exterior colombiana
El final de un enero de vértigo para la diplomacia colombiana deja una nueva canciller al mando. Laura Sarabia (Bogotá, 30 años), una de las personas en la que más confía el presidente Gustavo Petro, ya ejerce como ministra de Exteriores. Posesionada la víspera, viajó este jueves a Panamá, donde participó en el Foro Económico Internacional, que muchos consideran el Davos de América Latina. Allí se reunió con su homólogo panameño, Javier Martínez-Acha, con el que abordaron la migración que atraviesa la selvática frontera entre los dos países, con rumbo a Estados Unidos. Colombia, solidaria, también reafirmó su compromiso con la soberanía del pequeño país centroamericano sobre el Canal de Panamá, amenazada con insistencia por Donald Trump. Justamente, lidiar con el presidente republicano es uno de los principales desafíos de la flamante canciller. Colombia ya lo escarmentó en carne propia.
Aunque la idea original era que Sarabia asumiera a partir del 1 de febrero, Petro la posesionó precipitadamente el miércoles en la Casa de Nariño. Luis Gilberto Murillo, su antecesor, quemó sus últimos cartuchos como diplomático al encabezar el domingo –junto a Sarabia, ya designada– el esfuerzo nacional para evitar que Trump impusiera aranceles y sanciones, después de que Petro ordenó rechazar –de madrugada y a través de X– dos aviones con colombianos deportados. La sola amenaza asomó la economía colombiana al precipicio. Bogotá acabó por ceder a las pretensiones del republicano, en un aviso temprano de las turbulencias por venir entre dos mandatarios en las antípodas ideológicas y adictos a pronunciarse en las redes sociales. “Trump ha dicho que todo migrante es un delincuente…esa es una concepción fascista”, insistió Petro este viernes en una entrevista con Univisión, sin dar el episodio por zanjado. Allí mismo aceptó que la relación con Estados Unidos “está mal”.
“Colombia acabó convirtiéndose en el ejemplo del nuevo relacionamiento de Estados Unidos con el mundo. El que no le obedezca a Trump, o no le cumpla, le vienen duras represalias”, escribió sobre el episodio la excanciller María Ángela Holguín, quien llegó a coincidir en el cargo con el primer Trump. “Seguramente no nos gustan las amenazas, pero es lo que vamos a vivir en los próximos cuatro años y más vale que nos acostumbremos y lo manejemos sin poner en riesgo la estabilidad del país”, anticipa la experimentada funcionaria.
“Puede haber acuerdos, coincidencias y también diferencias, pero lo importante es que se tramiten por los canales diplomáticos. Las tensiones van a seguir, y el riesgo de una crisis sigue latente”, advierte por su parte la exministra de Comercio María Claudia Lacouture, presidenta de la Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham). El paso de migrantes por la selva del Darién que marca la frontera con Panamá y los niveles récord de cultivos de coca en Colombia se anticipan desde ya como otros focos de tensión entre Bogotá y Washington, tradicionalmente dos estrechos aliados. También una probable descertificación en la lucha antinarcóticos, algo que no ha ocurrido desde el Gobierno de Ernesto Samper, entre 1994 y 1998.
La política exterior del primer presidente de izquierdas de la Colombia contemporánea ha quedado a contrapié en más de un frente. Murillo, que adelantó gestiones en Washington para calmar los ánimos hasta esta misma semana, venía de capotear en enero, con escasos días de diferencia, la autoproclamación de Nicolás Maduro en la vecina Venezuela y la posesión de Trump en Estados Unidos. Son por mucho las dos relaciones más importantes para Bogotá. Ambas se encuentran en su punto más bajo. Después de las respectivas investiduras, la arremetida de la guerrilla del ELN en la región del Catatumbo desató una enorme crisis humanitaria en la frontera colombo-venezolana.
El gobernante de facto de Venezuela se consolida como un paria. La oposición ha demostrado, con más del 85% de las actas electorales en mano, que Edmundo González dobló en votos a Maduro, un vecino incómodo con el que Colombia comparte una porosa frontera de 2.200 kilómetros e intercambios de todo tipo. Colombia es también el principal receptor de la diáspora, con unos tres millones de venezolanos en su territorio. Bogotá ha buscado un difícil equilibrio para no legitimar el fraude electoral pero tampoco romper relaciones con Caracas, que además es garante en las negociaciones de paz con la guerrilla del ELN, suspendidas a raíz de sus acciones en el Catatumbo. Las críticas de Petro han sido tímidas. La confusa guerra que despierta en esa región fronteriza agrava aún más la situación, al recordar que el ELN ya es una guerrilla binacional, que opera a lado y lado de la línea limítrofe. Los dos gobiernos anunciaron este viernes operaciones militares simultáneas, pero diversas organizaciones, desde Human Rights Watch hasta la ONU, han documentado cómo los elenos han consolidado una retaguardia en Venezuela.
Sarabia será la canciller más joven que ha tenido Colombia. Abundan las dudas sobre su experiencia en una coyuntura tan compleja. Hasta ahora, se había mantenido muy cerca del presidente. Comenzó el Gobierno como jefa de gabinete, pero dejó el cargo en medio de un escándalo por presunto abuso de autoridad. La policía sometió a su niñera al polígrafo, pero nunca perdió el favor de Petro, que después de tres meses la nombró a la cabeza del Departamento de Prosperidad Social (DPS). Hace un año pasó a dirigir el Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, el Dapre, y de allí se muda al Palacio de San Carlos, la sede de la Cancillería.
Deberá navegar en un mar picado. “Estamos en un momento geopolítico tremendamente delicado, no solamente por Trump y las elecciones de Venezuela”, advierte Sergio Guzmán, de Colombia Risk Analysis. Se refiere a las tensiones en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en la que Colombia está por asumir la Presidencia pro tempore; la invasión rusa a Ucrania, que ya cumple tres años sin solución a la vista; la búsqueda de nuevos aliados por parte del bloque de los países BRICS o la intención de China de competir cabeza a cabeza con Estados Unidos allí donde ya ha tejido alianzas, como es el caso de Colombia.
“A pesar de que ha tenido dos años muy intensos de trabajo en este Gobierno, Laura Sarabia no ha desarrollado un cúmulo de relaciones profundas, con interlocutores válidos, en Gobiernos foráneos, que es lo que necesita un canciller”, apunta el analista Guzmán. Matiza que, sin embargo, su confianza con Petro puede ser un activo importante. “Si logra frenar los impulsos del presidente, particularmente en las comunicaciones en redes sociales, eso ya sería una ganancia en materia de relaciones internacionales para Colombia”.