Gabriel Silva: “El presidente Petro tiene una desconfianza atávica a la fuerza pública”

El exministro de Defensa y exembajador en Washington señala al Gobierno de Petro de privilegiar la ideología y analiza sus relaciones con los militares

Gabriel Silva, exembajador y exministro de Defensa, durante la entrevista en su apartamento en Bogotá, el 29 de Marzo de 2023.Luis Bernardo Cano

Gabriel Silva Luján (Barranquilla, 64 años) fue parte del famoso “kínder” de César Gaviria (1990-1994), la camada de jóvenes asesores presidenciales que inició entonces su vida pública. Después ha sido embajador en Washington en dos periodos, ministro de Defensa y gerente de la emblemática Federación Nacional de Cafeteros, en la que el presidente Gustavo Petro ha forzado un relevo. Politólogo con estudios en economía ...

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Gabriel Silva Luján (Barranquilla, 64 años) fue parte del famoso “kínder” de César Gaviria (1990-1994), la camada de jóvenes asesores presidenciales que inició entonces su vida pública. Después ha sido embajador en Washington en dos periodos, ministro de Defensa y gerente de la emblemática Federación Nacional de Cafeteros, en la que el presidente Gustavo Petro ha forzado un relevo. Politólogo con estudios en economía y relaciones internacionales, en la biblioteca de su apartamento en Bogotá, que ocupa dos paredes enteras, sobresalen las biografías de Clinton, Bolívar, Churchill o García Márquez. Desde su columna en la revista Cambio ha mantenido un tono crítico frente al primer mandatario de izquierdas en la historia reciente de Colombia, al que señala en esta entrevista de carecer de una política de seguridad y de improvisar en la de paz.

Pregunta. Usted ha sido ministro de Defensa, ¿el ataque contra el Ejército en el Catatumbo es tan grave como para romper la negociación con el ELN?

Respuesta. En todas las negociaciones existen actos de manifestación de poder de alguna de las partes. Pero se equivoca el Gobierno en creer que esta acción es independiente de la forma en que se están conduciendo las negociaciones. Cuando muestra una excesiva generosidad, debilidad y voluntad, eso promueve que la contraparte se sienta en una posición de fuerza y la intente demostrar. Creo que no da para romper las negociaciones, pero sí para un cambio de metodología, de actitud del Gobierno y, estoy convencido, de interlocutores.

P. ¿A qué se refiere con un cambio de interlocutores?

R. Los que están tan comprometidos con lograr resultados en la paz no son consejeros prudentes y objetivos o realistas para un presidente. Por ejemplo, haber metido al presidente Petro en un cese al fuego, que realmente era unilateral, improvisado y acelerado, demuestra que los que lo acompañan y conducen las negociaciones en el terreno tienen un afán tan fuerte que no están viendo la necesidad de manejar esto con mucha más prudencia.

P. ¿Habla del alto comisionado de Paz, Danilo Rueda?

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R. Creo que el alto comisionado ya ha cometido suficientes errores, en todos los frentes de negociación. Quizás no es culpa de él, es por el exceso de ambición de lograr la paz y la falta de método. En sus declaraciones se encuentra un elogio permanente a la improvisación.

P. ¿En qué ha fallado la estrategia de seguridad?

R. La política de seguridad nadie la conoce. El concepto de la paz total no ha sido traducido en decisiones de seguridad. Por ejemplo, el cese al fuego llevó a la confusión absoluta entre las Fuerzas Armadas, lo que produjo parálisis. Quedaron desconcertados porque los militares son una burocracia perfecta, reciben órdenes específicas y las ejecutan. Cuando les dan señales ambiguas, su actitud es la de replegarse prudentemente. La osadía o la audacia no es algo característico de una estructura militar disciplinada, como la colombiana.

P. ¿Por qué a este Gobierno le ha costado tener una relación armónica con la fuerza pública?

R. El presidente tiene una desconfianza atávica a la Fuerza Pública. De un plumazo borró 2.000 años de experiencia militar –50 generales por 40 años de carrera de cada uno– y eso no se improvisa. ¿Por qué lo hizo? Porque desconfiaba de ellos, quería tener sus propios mandos, y en esa decisión se llevó por delante a gente muy valiosa. Claro, había manzanas podridas, pero esas se pueden escoger y sacar del barril. Aquí lo vació y dejó unos mandos que no tienen la experiencia ni la formación. Están haciendo un gran esfuerzo, pero están limitados por su propia falta de experiencia en el terreno de batalla.

P. En un sentido más amplio, ¿Qué conclusiones se pueden sacar de los primeros ocho meses de Petro en el poder?

R. El Gobierno se está chocando con la realidad. Llegó con unas ilusiones sobre cómo se ejecutan las cosas, esencialmente construidas sobre la base de la ideología. La ideología ha tenido un despliegue mucho más fuerte que la concreción en políticas públicas. Eso hace que, en la práctica, las realizaciones sean muy pocas. Tiene la convicción de que basta con dar órdenes, pero no basta con decirlo en un discurso o en un tuit.

P. Usted fue embajador en Estados Unidos y esta semana fue la primera reunión de alto nivel en el Gobierno Petro. ¿Cómo califica el momento de las relaciones entre los dos países?

R. La primera fase fue la de los abrazos. Me sorprendió positivamente la agilidad con la que el presidente [Joe] Biden manifestó su respaldo y casi que abrazó a Petro. Entiendo por qué, era un oxígeno bienvenido después de un Gobierno como el del presidente [Iván] Duque. Pero hay una realidad, y es que en la política de los Estados Unidos, la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico sigue siendo vital en las relaciones bilaterales. Este Gobierno ha tenido una ambigüedad frente a eso que se interpreta –en muchos casos correctamente– como una laxitud. Eso ya está produciendo incomodidad, incluso en algunos demócratas y en la Casa Blanca, el Departamento de Estado, la DEA y otras agencias. Esa incomodidad es la segunda fase.

P. Petro pide un vuelco en la política contra las drogas, como ya lo había hecho Juan Manuel Santos (2010-2018). ¿Estados Unidos es receptivo a abrir esa conversación?

R. Es una conversación global y de largo plazo que ya empezó, afortunadamente. Hay ya grandes condenas de diferentes actores políticos internacionales contra el prohibicionismo. Ese es el camino. Lo que es muy difícil es eliminarlo en un solo país, porque las rentas siguen existiendo.

P. Con un nivel récord de cultivos de coca en Colombia, ¿es inevitable que las relaciones acaben narcotizadas?

R. Colombia logró con mucho esfuerzo diversificar la agenda bilateral con Estados Unidos. Una de las piezas claves fue el Tratado de Libre Comercio. Otra, el diálogo de alto nivel, y comprometer a Estados Unidos en la política de paz y en aspectos como la colaboración estratégica y geopolítica. En la medida en que todos esos temas están tomando caminos que no convergen con Estados Unidos, vamos a volver a unas relaciones bilaterales donde el único tema es el narcotráfico. Sobre todo ahora que vienen las elecciones en Estados Unidos.

P. Washington apoyó el acuerdo con las FARC, ¿apoya también la búsqueda de la paz total?

R. El Gobierno de EE UU apoyó la paz con las FARC después de un proceso de análisis, convencimiento y reconocimiento de que se estaba conduciendo con una aproximación clara, metodológicamente transparente, con objetivos concretos y verdaderos límites. Nada de eso hace parte de la paz total. Creo que la paz total tiene confundido a todo el mundo, no solo a los colombianos.

P. ¿Cómo reciben en Washington la normalización de relaciones entre Colombia y Venezuela?

R. Creo que la respetan y hasta cierto punto la consideran conveniente. El presidente Petro anunció que iba a hacer una conferencia entre los grupos de oposición, la sociedad civil y el Gobierno, tratando de encontrar mecanismos de convergencia. Una clave con los Estados Unidos es no sorprenderlos. Aunque el canciller [Álvaro] Leyva dijo muchas veces que no los vamos a sorprender, creo que viven sorprendidos todos los días con las cosas que hace este Gobierno.

P. Usted ha sido muy cercano a la Federación Nacional de Cafeteros ¿Ve riesgos en el cambio de gerente que ha forzado el Gobierno?

R. La forma en que el Gobierno buscó un relevo en la Federación fue incorrecta. La Federación es una organización gremial que reúne a 540.000 familias cafeteras, ha tenido un grado importante de autonomía e independencia pero también de colaboración con el Gobierno. Un presidente no puede mandar a una funcionaria a llamar al gerente a decirle “queremos que se vaya”. Hay un contrato entre el Gobierno y la Federación para administrar el Fondo Nacional del Café, unos estatutos y un régimen para tomar las decisiones conjuntas que está establecido, es institucional. Me parece que confirma la falta de respeto del presidente hacia los gremios.

P. Los cafeteros no son un gremio cualquiera en Colombia…

R. Con más razón, tendría que tener más cuidado. Los cafeteros saben escoger, creo que van a escoger bien entre los tres nombres que están disponibles.

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