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Quiara Alegría Hudes: “Cuando una mujer se va, siempre hay otra que cuida detrás. Me rebelo contra eso”

La escritora y dramaturga, ganadora de un Premio Pulitzer de Teatro, debuta con ‘The White Hot’, su primera novela

Quiara Alegría Hudes (Philadelphia, 48 años) confiesa que escribir y leer en los últimos años es lo que le ha salvado la vida. La dramaturga de origen puertorriqueño se dio a conocer especialmente por In the Heights, el musical de Lin-Manuel Miranda, para el que compuso la banda sonora original por la que optó a los Tony Awards. Y después de estar nominada al Premio Pulitzer de Teatro en tres ocasiones, se lo llevó en 2012 por Water by the Spoonful, donde narraba el regreso de un soldado boricua de la guerra de Irak que tiene que enfrentarse a su familia de origen, a su adicción y a su crisis de identidad. Desde entonces, la vida de la escritora ha tomado muchos derroteros, pasando por la bimaternidad, el cuidado de familiares enfermos y el activismo, este a través de su proyecto de intercambio de cartas con prisioneros, Emancipated stories.

Desde su casa en Filadelfia, la ciudad que siempre ha sido su ancla central, tanto en lo personal como en sus piezas, cuenta cómo por primera vez una obra suya no se basa en la experiencia de alguien de su comunidad, sino que es puramente ficción. Algo muy importante, según recalca, porque le ha permitido ser más honesta, más oscura, más directa y, en definitiva, más libre. EL PAÍS habla con ella con motivo de su debut literario con la novela The White Hot (Penguin Random House, 2025), un libro que sale a la venta el 11 de noviembre, y que conforma una de las lecturas más esperadas de este otoño.

Pregunta. ¿Cómo decidió lanzarse a la literatura, después de haberse formado en composición musical en la Universidad de Yale y dramaturgia en Brown?

Respuesta. Cuando mi abuela enfermó, me di cuenta de que ella también tenía una historia americana que contar, algo que yo nunca había leído en la escuela, pero que existía en mi comunidad. Y sentí la necesidad de contar otras historias.

P. ¿Historias latinas?

R. Nosotros importamos, ¿por qué no se habla de nosotros? ¿Por qué no se cuentan nuestras historias? Además, creo que hay más espacio para nuestras diferentes comunidades en la literatura que en el teatro: el precio es más bajo y los libros se pueden conseguir gratis en la biblioteca; eso lo hace más fácil. Por otro lado, en Filadelfia no suelen invitar a dramaturgos latinos a llevar a escena sus historias. Esta mañana hablaba con Esmeralda Santiago, una escritora amiga mía. Precisamente, uno de sus libros fue el primero que leí en inglés sobre la diáspora, y me influyó mucho.

P. Es un momento crítico para los latinos en Estados Unidos.

R. Es un momento de terror extremo. Tenemos al ICE [Servicio de Inmigración y Control de Aduanas] entrando en nuestras comunidades y separando familias, que ha sido la herramienta estratégica más terrible de la historia de esta nación, ya utilizada en el pasado para aterrorizar a las comunidades nativoamericanas y a las familias negras en la esclavitud. Es una práctica con raíces muy profundas y muy reales. Pero también es un momento de orgullo. Tenemos a Bad Bunny, [Sonia] Sotomayor [la primera jueza latina del Tribunal Supremo]... Tenemos la genialidad y el sufrimiento, todo pasando al mismo tiempo. Estoy planteándome escribir un ensayo sobre lo que está pasando.

P. En The White Hot narra la historia de una madre adolescente que abandona a su hija. ¿Por qué quería contar esta historia?

R. Mi madre, a pesar de tener muchas inquietudes, tuvo que dedicarse a construir una comunidad. Y mi abuela se pasó la vida cuidando a sus hijos, luego a sus nietos y después a sus bisnietos. ¡Hasta cuidó a hijos de otras personas! Me preguntaba qué habría pasado si se hubieran escapado de esta enorme responsabilidad de la domesticidad y se hubieran atrevido a vivir la vida que querían. Y también reflexionar sobre cómo cuando una mujer se va, siempre hay otra mujer que cuida detrás. Me rebelo contra eso. En mi novela, el padre puede proveer estabilidad y por eso la mujer puede irse.

P. Usted tiene dos hijos, ¿le daba miedo asumir la bimaternidad sabiendo que iba a limitar su libertad como a tantas mujeres?

R. En mi caso, fui madre de forma consciente, por la alegría, queriendo mostrarles a mis hijos cómo es una mujer que vive su propia vida. Los amo y también me amo a mí misma. Siempre he admirado a mujeres que a través del arte han mostrado otros ejemplos de maternidad, como Toni Morrison o Jamaica Kincaid. Son mujeres que se querían a sí mismas y amaban su libertad y cuya prioridad no era poner la mesa para que la familia cenara o hacer que todo el mundo se sintiera cómodo, sino mantener su curiosidad. Quería construir un personaje que rompiera con esos tabús asociados a la mujer y a la madre. Así nació April Soto.

P. ¿A qué se refiere el título, The White Hot?

R. A la energía que nos bulle por dentro, una especie de bombilla encendida y que podemos usar para bien o para mal. April, la protagonista, tiene problemas de ira; se mete en peleas en la escuela y en peleas callejeras, lo que le da muchos problemas. Este libro narra la historia de cómo consigue canalizar esa energía y honrarla, pero no de una manera destructiva, sino hacia una especie de iluminación.

P. ¿Qué han opinado los hombres que han leído la novela?

R. Al principio creía que era una novela que le interesaría solo a mujeres. Una novela de mujeres, de latinas, de boricuas, pero ahora también he descubierto que es una novela para padres. Tanto mi marido como mi amigo, Lin-Manuel Miranda, me han dicho que ha sido lo mejor que he escrito hasta ahora. Es, sin lugar a dudas, lo más honesto que he escrito. Me emocioné cuando escribí la escena en que April le pide a su pareja que le permita tener 10 años para ella. No es una petición descabellada, pero lo más importante es que consigue pedirlo. Muy pocas personas se atreven a pedir lo que necesitan. Mi madre me dijo al leer la novela que le había recordado a todas las mujeres que se fueron de la comunidad. Los padres se van primero, pero algunas madres se van también. Hay muchas historias secretas y silenciosas.

P. En la primera presidencia de Donald Trump, organizó reuniones de artistas por la salud mental. ¿Cómo se encuentra ahora en este sentido?

R. En aquel entonces no me encontraba en un buen momento vital, así que pregunté a algunas amigas si les interesaba reunirse a hablar de la salud mental. Todas accedieron y trajeron consigo a más personas. Todas mujeres, todas latinas, todas artistas. El hilo conductor era cuánto sentíamos que Trump nos odiaba y cómo nos desestabilizaba aquella sensación. Queríamos reconocernos y darnos un poco de vida. Hacíamos ceremonias, limpiezas, cantábamos canciones, compartíamos nuestra obra. Debería organizar alguna otra quedada pronto. Muchos de los programas que han apoyado mi trabajo durante 20 años y que están dedicados a visibilizar la voz de los hispanos y personas de color, están siendo atacados.

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