Encuestas, apuestas, historiadores o simplemente lanzar una moneda al aire
La polarización, el empate técnico de las elecciones y un voto escondido son factores que anuncian que podrían pasar semanas, hasta meses, para que se defina quién gana la presidencia de Estados Unidos
Las elecciones en Estados Unidos están empatadas. Perdonen la exageración, y pidiendo disculpas a las casas encuestadoras, pero si lanzamos una moneda al aire, tenemos la misma probabilidad de anticipar quién será la persona que reemplace a Joe Biden. Esta falta de claridad se está reflejando en un palpable el nerviosismo y mal humor. Estamos a menos de 10 días del primer martes de noviembre, el último día que se puede votar en Estados Unidos, y permea la incertidumbre por no saber quién será el próximo presidente ni qué partido controlará el Congreso y el Senado.
Esto angustia a electores, encuestadores, analistas, apostadores, empresarios, gobiernos extranjeros y a los mercados. Según sondeos publicados por la Psychological Association (Asociación de Psicología), más del 69% de los adultos estadounidenses están estresados debido al proceso electoral. Y es que es difícil encontrar a alguien a quien no le ocupe o preocupen las elecciones, apenas que sigan los consejos de una amiga juez que vive y trabaja en California: por salud mental, Ivonne simple y llanamente no consume noticieros y las redes sociales son para disfrutar videos de gatitos.
Admito que me explota la cabeza cuando escucho al expresidente Donald Trump asegurar que es posible la deportación masiva de millones y millones de indocumentados o ver cómo ha incrementado sus obvios síntomas de deterioro cognitivo. Ver a Trump bailando al son de los Village Boys seguramente redujo por lo menos cinco años de vida a la generación de boomers-demócratas y republicanos por igual. “YMCA”. “YMCA”. “YMCA.” Son imágenes imborrables.
Lo que favorece al expresidente Trump es el comportamiento de Joe Biden, ya que parecería que hay un nuevo standard de salud y capacidad mental para los futuros Comandantes Supremos de las Fuerzas Armadas, gracias a la insólita, y muy pública, decadencia física y mental del octogenario presidente.
Pero sigue en pie la recurrente interrogante: ¿cómo es posible que la vicepresidenta Kamala Harris no pueda ganarle a Trump?
Para estas elecciones, las encuestas han dejado de ser una bola de cristal de luz y datos duros sobre quién tomará protesta el 20 de enero del 2004. La frustración de los electores estadounidenses, y de los ciudadanos, surge ante la realidad de que la presidencia se definirá por un diminuto número de electores indecisos que se encuentran en los siete Estados columpio —Arizona, Carolina del Norte, Georgia, Pensilvania, Nevada, Wisconsin, y Michigan—. Y en cada uno de estos Estados hay bolsas de electores supuestamente independientes, con características especiales que hace difícil encuestarlos.
Las campañas están enfocadas en encontrarlos y presionar para que voten. Particularmente esta semana hubo una avalancha de spots políticos buscando a los electores hombres, hispanos y negros, que, según las encuestas, no han comprometido su voto. Y es que en este grupo de indecisos podría estar el voto escondido a favor del “macho tóxico” Donald Trump, y en contra de la vicepresidenta Kamala Harris por el simple hecho de ser mujer.
Hasta la fecha se cree que han votado más de 20 millones de estadounidenses a nivel nacional, mediante los diferentes métodos de sufragio. Pero al igual que las encuestas, ya no importa lo que sucede en Estados claramente identificados como rojos o azules, republicanos o demócratas, el enfoque sigue siendo en los Estados bisagras. La polarización, el empate técnico de las elecciones y un voto escondido son factores que nos llevan a concluir que podrían pasar semanas, hasta meses, para que se defina quién ganó la presidencia en Estados Unidos.
La poca diferencia porcentual entre los candidatos incrementa dramáticamente la eventualidad de que no reconozcan que perdieron. En el caso de Donald Trump, de perder, jamás lo reconocerá. Y en un país tan polarizado como lo es Estados Unidos en este momento, este “empate técnico” en las encuestas garantiza un incremento en la violencia.
La reconocida profesora Barbara F. Walter, autora del libro How Civil Wars Start and How to Stop Them, asegura que Estados Unidos posiblemente estaría en la antesala de una guerra civil. Una aseveración sorprendente, pero basada en un detallado análisis histórico.
Entonces, si las encuestas no están ayudando a aclarar el panorama, ¿dónde voltear?
Una opción es echarse un clavado al pasado y revisar la historia reciente de los procesos electorales para predecir el futuro. De hecho, el profesor Allan Lichtman ha sido muy exitoso en predecir quién será el siguiente presidente en los Estados Unidos desde hace más de 30 años, basándose en el contexto histórico. Identificó 13 “llaves” o factores que ayudan a predecir cuál de los candidatos ganará las elecciones. Y ha sido bastante exitoso, identificando quién será el siguiente presidente desde las campañas electorales de hace 30 años. Y aunque sus críticos aseguran que su “método” no es científico, él fue uno de los pocos analistas que vaticinó en el 2018 que ganaría Donald Trump. Ahora asegura que la ganadora será Kamala Harris. Los demócratas le aplauden, los trumpistas aseguran que es un fraude.
Otra forma de anticipar los resultados, y ganar o perder mucho dinero, es revisar las casas de apuestas que en la mayoría de los casos aseguran que hay un 60% de probabilidades de que el ganador será Donald Trump. En el sitio Polymarket, un ciudadano francés apostó 28,6 millones de dólares a que Trump será presidente. Y aunque colegas aseguran que la sabiduría de mercado es mucho mas eficiente que las encuestas, yo obviamente tengo mis dudas. Creo que son deseos aspiracionales de personas que tienen demasiado dinero para tirar a la basura.
Ya sea que son encuestas, apuestas o historiadores, el disfuncional sistema electoral en Estados Unidos nos deja pocas opciones, excepto respirar hondo y esperar las encuestas de salida en 10 días. Y si es necesario, pedi una cita con el psiquiatra.
O rezar.
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