El esquivo rastro del Tren de Aragua enciende las alarmas en Estados Unidos

La pandilla trasnacional de origen venezolano se ha vuelto ampliamente conocida por la evidencia de su presencia en el país, pero aún se sabe muy poco sobre sus actividades y organización

Militares venezolanos durante la intervención en el centro penitenciario de Tocorón (Venezuela), en un intento de desmantelar el Tren de Aragua en el país, en septiembre de 2023.Ariana Cubillos (AP)

Tres palabras en español se han colado recientemente en el léxico estadounidense: Tren de Aragua. Si bien los reportes de la presencia de la banda criminal de origen venezolano en Estados Unidos han ido llegando a cuentagotas desde hace meses, en el último las menciones por parte de políticos republicanos culpando a la política migratoria de la Administración del presidente Joe Biden por la actividad de la pandilla la ha ubicado en el primer plano de la conversación política. Todo con el trasfondo de unas inminentes elecciones presidenciales en las que la inmigración es uno de los asuntos clave.

Con incidentes reportados desde Texas a Nueva York y de Florida a Colorado, y los medios afines al Partido Republicano dándole una cobertura intensa —muchas veces sin pruebas reales—, el Tren de Aragua, TDA, o sencillamente “la pandilla venezolana”, se ha transformado en el abstracto villano favorito de las voces conservadoras del país. Sin embargo, según la información disponible, las fuerzas de seguridad todavía saben muy poco sobre sus actividades y nivel de organización.

El frenesí en medios y redes por el Tren de Aragua comenzó hace menos de un mes, cuando empezaron a circular imágenes que presuntamente mostraban a miembros de la banda armados con fusiles de asalto forzando su entrada en viviendas de un edificio residencial en Aurora, Colorado. Los titulares afirmaban que la pandilla se había “tomado” la localidad que hace parte del área metropolitana de Denver. El expresidente y candidato republicano Donald Trump también se hizo eco de la historia en el debate presidencial en el que se enfrentó a Kamala Harris, usando exactamente la misma palabra.

En esos días, en respuesta, la policía local negó que la pandilla venezolana se hubiese hecho con la ciudad, ni siquiera algunos edificios, aunque admitió que sí había presencia de los que sospechaban eran miembros del Tren de Aragua. En Denver, la banda ha sido responsabilizada por la policía de varios casos de robos y asaltos a tiendas de lujo que han dejado cientos de miles de dólares en pérdidas, y hasta un homicidio.

Presuntos miembros del Tren de Aragua ingresan con armas de asalto a un edificio de departamentos en Aurora, Colorado (EE UU), en un video viralizado en redes sociales, en septiembre de 2024.RR SS

La narrativa que replica el trumpismo encaja perfectamente en la historia más amplia sobre inmigración y criminalidad que cuenta el candidato. El republicano repite una y otra vez ante cualquier micrófono que tenga enfrente que Venezuela —y otros países que van cambiando según el día— está “vaciando sus cárceles y manicomios” y mandando a criminales y enfermos mentales a Estados Unidos. Trump nunca ha proporcionado una prueba al respecto más allá de señalar que la criminalidad ha descendido en Venezuela. Tampoco existe ninguna evidencia externa que respalde sus afirmaciones. Pero la creciente presencia del Tren de Aragua, aunque sea una gota en el mar de la inmigración venezolana reciente, le da cierto sustento, así sea circunstancial, a su alarmismo xenófobo sobre la supuesta relación entre los nuevos migrantes y el crimen.

En julio, la Administración Biden impuso sanciones a la banda, incluyéndola en una lista de organizaciones criminales trasnacionales que incluye a la MS-13 o la Camorra italiana, y ofreciendo una recompensa de 12 millones de dólares por el arresto de sus tres líderes conocidos. Este mes, el gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, declaró al Tren de Aragua como una organización terrorista extranjera y ordenó al Departamento de Seguridad Pública del Estado crear un grupo de combate para perseguir a la pandilla allí donde se supiera que estaba presente. En la ciudad fronteriza de El Paso un hotel fue clausurado por la persistente actividad criminal. La policía ha dicho que esta aumentó por la presencia del Tren de Aragua, aunque no fueron los únicos responsables nombrados. Y esta misma semana, Abbott anunció su propia recompensa de 5.000 dólares para cualquiera con información que lleve a la detención de miembros de la banda.

En el Capitolio también se ha pronunciado el nombre de la banda creada en el penitenciario de Tocorón, en el Estado de Aragua de Venezuela. Once republicanos liderados por el senador Marco Rubio de Florida, el vicepresidente de la Comisión de Inteligencia del Senado, escribieron una carta hace poco más de una semana dirigida al fiscal general, Merrick Garland, reclamando una estrategia coordinada por parte del Gobierno de Biden para enfrentar a la pandilla. “La débil aplicación de las leyes de inmigración por parte de la Administración permite a las bandas, como el Tren de Aragua, controlar las rutas y explotar a los migrantes”, señalaba la carta.

En ciudades como Chicago o Nueva York, la pandilla ha sido acusada de crímenes como el tráfico sexual —una actividad que practican en casi todo el continente—, tráfico de drogas, agresiones a la policía, robos, extorsiones y, como dicen los senadores republicanos, explotación de migrantes. En un artículo reciente del New York Times que cita fuentes confidenciales de la policía de la ciudad neoyorquina, se narra lo que se sabe de la presencia del Tren de Aragua en la metrópolis que más migrantes ha recibido en los últimos años. Allí, según la policía, la banda se ha enfocado en el robo de celulares, atracos de mercancías de lujo y el tráfico de tusi, una célebre droga sintética rosada.

El gobernador Greg Abbott firma una proclamación que declara a la banda venezolana Tren de Aragua una organización terrorista internacional, el 16 de septiembre en Houston (Texas).Kirk Sides (Getty Images)

En entrevistas hechas por las fuerzas de seguridad a detenidos que se sospecha que podrían ser miembros del Tren de Aragua, se han ido dibujando las estrategias de la banda. Por ahora, se sabe que suelen reconectar con otros miembros en los albergues para inmigrantes —aunque las personas actualmente en los centros de acogida dicen no haber notado la presencia de la pandilla— y se comunican a través de grupos privados de WhatsApp. Asimismo, reportan que hay varias señas de identidad: tatuajes de relojes, anclas, coronas o versos con la palabra “guerrero”; ropa deportiva de la marca Jordan; y, por razones que no se conocen, una bandera de Albania en las redes sociales.

Aunque todos estos son avances en la inteligencia básica necesaria para enfrentar una organización criminal, el tamaño o el nivel de coordinación de la banda, tanto dentro de Estados Unidos como a nivel internacional, es un misterio. En la superficie, los crímenes atribuidos al Tren de Aragua en el país no parecen estar conectados con los líderes en Venezuela. Tampoco hay indicios de estar relacionados entre sí, pero hay preocupación por la posibilidad de que más pronto que tarde comiencen a organizarse entre diferentes Estados.

En mayo, una investigación federal descubrió una operación de tráfico sexual que cubría Luisiana, Texas, Virginia, Florida y Nueva Jersey. Seguía el modus operandi que se ha visto por parte del Tren de Aragua desde Chile hasta México: mujeres venezolanas forzadas a prostituirse para pagar sus deudas con traficantes de personas. La incursión de la banda en un amplio abanico de actividades delictivas también ha aumentado el peligro de confrontaciones con grupos rivales. Ya ha habido enfrentamientos, según reportes, con exmiembros que se hacen llamar el Anti-Tren, así como con otras pandillas establecidas como MS-13, pero también alianzas puntuales.

El Tren de Aragua, sin embargo, parece estar generando más miedo que otros grupos criminales por, además de haber aparecido en un contexto en el que se está usando su nombre con fines electorales, su nivel de violencia y falta de escrúpulos. Para el Tren de Aragua, todos parecen ser víctimas válidas y no hay actividad criminal que les eche para atrás.

Migrantes venezolanos piden comida y agua para cerca de la frontera con Colombia, en febrero de 2019.Fernando Vergara (AP)

Una mirada sobre Venezuela tampoco ofrece muchas certezas sobre el Tren de Aragua. Hace un año, el Gobierno venezolano aseguró que había desmantelado la banda después de retomar el control de la cárcel de Tocorón; pero desde entonces las noticias sobre sus actividades en diversos países de Latinoamérica no han parado de crecer. En abril, el ministro de exteriores venezolano, Yván Gil, declaró que el Tren de Aragua es “una ficción mediática internacional”. Y más recientemente, Diosdado Cabello, considerado el segundo al mando del chavismo, acusó a la banda de un supuesto atento de asesinato de la oposición y Estados Unidos para matar a Nicolás Maduro después de las elecciones de julio.

En ese contexto de inexistente cooperación con Venezuela, la policía estadounidense ha aumentado su protocolo de inspección para detectar a posibles miembros del Tren de Aragua en la frontera, con un escrutinio cercano de celulares o tatuajes y entrevistas más profundas. Mientras tanto, desde la irrupción del nombre de la banda en los titulares y conversaciones en el país, los estadounidenses caminan con miedo y sospechan de cualquier migrante venezolano.

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