Ángela Gimeno, ganadora de ‘Masterchef 12′: “Quiero dedicarme a la cocina, pero que no me haga infeliz. No sirvo para encerrarme ocho horas”
La valenciana se hizo con los 100.000 euros del concurso cocinando un postre inspirado en el perfume de su novia
De un día para otro, Ángela Gimeno (Valencia, 29 años) decidió dejar su trabajo de oficina, en el que vivía “cómoda y tranquila”, y apostar por un sueño mucho menos alcanzable. Quería entrar en Masterchef y probar a dedicarse a la hostelería. No le venía de nuevas. El negocio era algo que había mamado desde pequeña. Su infancia la pasó en el restaurante de su familia. Y, claro, a su madre, Verónica, tras una vida partiéndose el lomo, la decisión le pareció una locura. “De niña me quedaba dormida en la barra esperando que cerrara. Así es la vida del hijo de alguien con un local. Y ella s...
De un día para otro, Ángela Gimeno (Valencia, 29 años) decidió dejar su trabajo de oficina, en el que vivía “cómoda y tranquila”, y apostar por un sueño mucho menos alcanzable. Quería entrar en Masterchef y probar a dedicarse a la hostelería. No le venía de nuevas. El negocio era algo que había mamado desde pequeña. Su infancia la pasó en el restaurante de su familia. Y, claro, a su madre, Verónica, tras una vida partiéndose el lomo, la decisión le pareció una locura. “De niña me quedaba dormida en la barra esperando que cerrara. Así es la vida del hijo de alguien con un local. Y ella sabía lo duro que era, así que no quería eso para mí”, recuerda Gimeno el día después de coronarse como ganadora de Masterchef 12. Pero ella ya lo tenía decidido, iba a dejar la publicidad y su trabajo de cazatalentos: “Yo no sirvo para estar en una oficina ocho horas, todos los días haciendo lo mismo. A mí me gusta mucho la vida un poco creativa e ir haciendo lo que me da la gana, pensando cosas y disfrutando. Es lo que quiero buscar”.
¿Pero y la presión de un restaurante entonces? “Mi sueño es la hostelería, pero quiero buscar un punto intermedio entre la publicidad y la cocina, unirlos en algún concepto divertido que tampoco me haga infeliz. Yo quiero dedicarme a la cocina, y también ser feliz. La cocina tiene muchas ramas divertidísimas que no son estar ocho horas ahí”, cuenta a EL PAÍS en la ronda de entrevistas en Torrespaña un día después de la final, la menos vista de la historia del formato, en la que le entregaron el trofeo del programa, así como 100.000 euros de premio y un máster en el Basque Culinary Center, que es lo que más ganas tienes de probar. “Soy muy impulsiva, y normalmente me habría gastado el dinero ya”, reconoce afable, vestida con la chaquetilla del programa: “Pero este es el proyecto más importante de mi vida y, por una vez, voy a ser calmada. Voy a pensármelo bien, voy a estudiar, a formarme como chef y luego decidiré qué proyecto lanzar. Lo que tengo claro es que será algo gastronómico”. Eso sí, no quiere ni pensar cuánto le va a quitar Hacienda del premio: “Quiero disfrutar mi victoria un poco más”.
Esta impulsividad monetaria es la misma que le sirvió también para dar el vuelco definitivo a su vida: “Llamé a mis compañeros de trabajo directamente y les dije: ‘chicos, mañana no voy’. Y mi jefa me gritó: ‘¡pero que tenemos una campaña en marcha!”. Les dije que lo sentía, pero que me tenía que lanzarme a la piscina, que ya saben cómo soy. Se rieron mucho, pero me odiaron por momentos. Fue una decisión inesperada, pero me han apoyado muchísimo y ahora flipan porque haya ganado”. Cuenta, sin embargo, que Masterchef era una idea que ya estaba en su cabeza desde la final de la quinta edición, que ganó Jorge Brazález en 2017.
Su trabajo como publicista le ha ayudado, al menos, a adaptarse al programa: “Estoy acostumbrada a vivir bajo presión. Y soy muy competitiva en todo. En Masterchef han sido muy exigentes, pero, al final, si no lo son, no aprendes. Me ha parecido muy divertido y no he notado excesiva presión, como se dice”, dice al ser preguntada por la criticada manera de trabajar del jurado que proyectan Jordi Cruz, Pepe Rodríguez y Samantha Vallejo-Nájera. El detonante de la polémica de esta edición fue el abandono de Tamara (que no estuvo presente en la final), una aspirante elegida por el propio formato en las redes sociales que decidió retirarse, explicó, por su estabilidad emocional, a lo que siguió una reprimenda del jurado.
Polémica en plató
El incidente y el revuelo viral que causaron las imágenes llevaron a RTVE a retirarlas provisionalmente. Gimeno vivió muy diferente la polémica en plató y viéndolo en su casa: “Allí lo vemos muy normalizado, una concursante decidió algo y nos transmitió que estaba feliz con esa decisión. Estábamos contentos por ella. Me pareció que cambiar de opinión era normal. Pero luego me sorprendió la respuesta vista desde fuera, aunque cada uno tiene su opinión y lo refleja, y ya está. Lo entiendo, pero hay gente que de repente se da cuenta de que sus sueños no eran como pensaba en el proceso. Yo, en cambio, los he reconfirmado”. Tampoco siente que se atacara la salud mental desde el programa: “Yo antes del concurso, de hecho, desconfiaba más de mí misma. Pero estos han sido los meses más felices de mi vida, ha sido un chute de energía, y he reconectado. He recuperado la confianza. Además, nos hemos cuidado mucho, porque estar sin teléfono ahí metida fue un regalo. Estabas en un retiro en el que te conoces a ti misma mejor. Salir fue como escapar de una isla de ensueño a volver a los problemas de la vida adulta”.
Hoy reconoce que está disfrutando este momento de atención mediática: “Soy vergonzosa, pero me gusta”. Porque ella quiere aprovechar todas las oportunidades que le va a dar esta victoria, pero no solo para meterse entre unos fogones: “Para mí la cocina no es solo cocinar, es una forma de arte y de contar una historia. Creo que puedo unir las dos facetas”. Ese fue su objetivo en el menú que le dio la victoria, contar una historia sobre sus orígenes y Valencia, con cada plato dedicado a un miembro de su familia. Comenzó con un entrante de petricor que bautizó como Perfumadita de brea, inspirada en Serrat, con huevas de calamar, escabeche de algas y mantequilla ahumada. El principal lo llamó Albufera en secuencia, con pan de ajo negro y anguila con mantequilla de pimentón. Y el postre fue el triple salto mortal, El perfume de Amanda, inspirado por el olor de su novia con un helado de naranja amarga: “Soy muy fan de Jordi Roca y me leo todo lo que saca. Y él tiene una colección de postres que son perfumes. Me gustaba hacerle un guiño. Y este era un aroma muy real”.
Tampoco se le escapa a Gimeno que, desde el principio, fue vista como favorita por el jurado: “Sentí que veían talento en mí, y querían remarcarlo y sacar lo mejor de mí”. Tenía un perfil con una historia que aprovechar y contar en directo en esta edición que ha sido la menos vista de la historia del formato con anónimos. Ahora lo que más quiere es seguir estudiando, y compartir los estudios con la semifinalista, María Álvarez, a la que prometió pagarle el máster de Cocina: Técnica, Producto y Creatividad en San Sebastián, para poder hacerlo juntas: “Empezamos en octubre. Luego me toca ponerme en plan empollona. Soy superestudiosa, y quería volver a aprender, lo echaba de menos. En casa estudiando para Masterchef, me levantaba a las seis para ponerme a leer, ver vídeos de Youtube y aprender. Da un poco de asco lo de ser empollona, pero sí, un poco lo soy”, dice riéndose. Y recalca: “Es mi sueño. Soy muy constante, muy trabajadora y suelo conseguir todo lo que me proponga”.
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