El misterio de ‘El Ministerio del Tiempo’: honor y reputación
Cuando se cumplen nueve años de su estreno, la serie vuelve a ser noticia. Su creador reflexiona sobre la pasión incombustible de sus seguidores
Justo cuando se cumplen nueve años de su estreno en TVE, El Ministerio del Tiempo vuelve a ser noticia. Lo es porque la BBC (sin la cual dudo que yo fuera guionista, tanto le debo) lanza ...
Justo cuando se cumplen nueve años de su estreno en TVE, El Ministerio del Tiempo vuelve a ser noticia. Lo es porque la BBC (sin la cual dudo que yo fuera guionista, tanto le debo) lanza un proyecto con idéntico nombre y similar sinopsis al que en su día creamos mi hermano Pablo y yo. Ocurre cuando la serie lleva más de tres años sin emitir. Y, sin embargo, las redes arden. Sus seguidores (los ministéricos) la defienden apasionadamente, como siempre. Los medios de comunicación se vuelcan con la noticia. Y con una solidaridad y unanimidad emocionante, los profesionales del audiovisual y de la cultura (incluyendo un icono como el Museo del Prado) muestran su apoyo incondicional.
¿Cómo es posible que una serie que lleva tres años sin emitir siga siendo noticia? No tengo una respuesta clara: la serie y lo que la rodea me lleva sorprendiendo desde su estreno. En el capítulo dos, un funcionario del Ministerio se cruzaba con Alonso de Entrerríos maldiciendo que tenía que viajar hasta Atapuerca. A los cinco minutos, en redes, la Fundación Atapuerca nos invitaba a conocer el lugar. En el capítulo tres, un experto en esas lides me enseñó que teníamos subtítulos piratas en ruso, italiano, chino, inglés… En el cinco, recibo mensajes de erasmus españoles en Rusia contándome que Irene Larra es un icono del movimiento LGTB…
La Biblioteca Nacional llama para que le anticipe las tramas de la temporada para documentar cada capítulo con imágenes de sus fondos y tuitear, como una ministérica más, cada capítulo. La imagen real de Lorca, Lope de Vega o Velázquez muchas veces es la de quienes los interpretan en la serie (Ángel Ruiz, Víctor Clavijo y Julián Villagrán).
Pese a no liderar nunca las audiencias lineales, paradojas de la industria, la serie es trending topic (mundial) cada capítulo y su nombre se usa en crónicas periodísticas, de forma popular.
Los capítulos se usan en colegios e institutos. También se utilizan en la enseñanza del castellano a extranjeros: hace un par de años, en la Universidad de Salamanca se leyó la tesis “La aplicación de los medios audiovisuales subtitulados en la enseñanza de español a sinohablante: el caso de El Ministerio del Tiempo” Su autora, Lin Jia, me la envío amablemente.
Además, el reconocimiento de medios y profesionales nos concedió la posibilidad de ganar casi todos los premios posibles, incluidos un Platino y dos Ondas consecutivos. Incluso en una encuesta realizada (en 2017) a crítica nos eligió —estas encuestas no suelen ser justas— mejor serie española de la Historia.
¿Cómo una serie que no renueva y que muchos dicen que no tiene audiencia consigue todo esto? ¿Cómo es plagiada por la NBC (Timeless) con guionistas de la talla de Kripke y Ryan? ¿Cómo la BBC anuncia una serie con el mismo nombre y las mismas premisas? ¿Cómo hay ministéricos en todo el mundo?
Como se ve, la historia de la serie es una sucesión (casi siempre feliz) de paradojas y misterios. Aún así, creo que su creación se basa en una serie de conceptos que no quiero que se olviden. El primero es la libertad creativa: Pablo y yo escribimos El Ministerio del Tiempo como la serie que nos hubiera gustado ver, aunque no la vendiéramos. Sin influencias. Sin algoritmos. Y con la exigencia innegociable de ser showrunners de la misma. Y TVE nos dio plena libertad. Así surgió una serie pop que mezclaba lo fantástico con la aventura… Y con nuestra Historia. Porque como en Isabel, Víctor Ros o, próximamente, en Ena la idea es hablar de nosotros, nuestros éxitos y nuestros fracasos.
Creyendo que tan Historia es Felipe II como Emilio Herrera. Lorca como Luis Aragonés. Las Sinsombrero como Isabel. Y respetando a nuestros mayores: Jardiel, Chicho, Armiñán, Berlanga, Ibáñez… Creyendo que ya es hora de acabar con el tema de las dos Españas, porque hay más. Que ser español es un concepto más amplio que una ideología y que hay que sospechar de las ideologías que conceden certificados de patriotismo o de bondad.
El momento también es un factor importante. El Ministerio del Tiempo surge cuando todos los que llevábamos muchos años haciendo series, luchamos por un cambio, hartos de fórmulas agotadas, con creadores como —entre otros— Ramón Campos, Álex Pina y luego Los Javis…, que hemos crecido en casa con la televisión siempre puesta. Y la amamos y nunca la miraremos por encima del hombro. Nunca diremos que una serie “es una película más larga”.
Por último, el respeto al espectador que es lo más inteligente (se diga lo que se diga) de esta industria. Lo que ocurre es que, cuando ve productos estúpidos, huye de la pantalla. Necesitábamos una comunicación directa con él (¿con quién si no?). El Ministerio del Tiempo ha sido pionera en comunicación transmedia. Así conseguimos que cada emisión fuera una fiesta, lo que habla de la necesidad de una televisión en abierto de calidad, como se hace en la ficción europea. Y eso conlleva la necesidad de una televisión pública potente.
Y la fiesta continúa. Porque, aunque la serie no se emita, detrás de ella hay una comunidad que no se olvida del lema de Alonso de Entrerríos, clave de la serie: Honor y reputación.
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