Sanfermines: el mismo maltrato animal de todos los veranos

Mientras algunos políticos sacan la lupa para inspeccionar que a Disney no se cuelen besos que puedan perturbar a los niños, a nadie parece importarle que desayunen contemplando a un montón de descerebrados hostigando animales aterrorizados

Los toros de la ganadería extremeña de Jandilla llegan a la plaza de Pamplona durante el sexto encierro de los sanfermines, el pasado miércoles.Foto: JESUS DIGES (EFE) | Vídeo: EPV / Cadena SER

Andan atribulados algunos seguidores de dos formatos de los noventa que vuelven a la parrilla. Los de Humor amarillo añoran su inspiradísimo doblaje, no Chino Cudeiro, no party; los de El Grand Prix a las vaquillas. Culpan de su ausencia a la Ley de Bienestar Animal, preferiría pensar que en los despachos de TVE ha imperado cierta sensibilidad, pero el lamentable espectáculo de cada julio me agota el argumento y la metodología.
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Andan atribulados algunos seguidores de dos formatos de los noventa que vuelven a la parrilla. Los de Humor amarillo añoran su inspiradísimo doblaje, no Chino Cudeiro, no party; los de El Grand Prix a las vaquillas. Culpan de su ausencia a la Ley de Bienestar Animal, preferiría pensar que en los despachos de TVE ha imperado cierta sensibilidad, pero el lamentable espectáculo de cada julio me agota el argumento y la metodología.

TVE emite los Sanfermines con el despliegue habitual merced al dinero público, el único que mantiene ya todo lo que rodea a una fiesta en decadencia. El resto de medios envía a cubrirlos reporteros jacarandosos que cada jornada desgranan la lista de heridos, reyertas y agresiones sexuales acaecidas, 15 denuncias van mientras escribo esto. A quién puede extrañar que un evento cuya esencia es la violencia tenga como remate un atestado policial.

Mientras algunos políticos sacan la lupa para inspeccionar que en una película de Disney no se cuelen besos que perturben a los niños, a nadie parece importarle que desayunen contemplando a un montón de descerebrados hostigando animales aterrorizados por callejuelas de las que minutos antes se ha barrido a los borrachos y sus fluidos.

Ignoro qué placer encuentran en el sufrimiento de un ser vivo, qué trazas de cultura hay en los jadeos de Oloroso agonizando en la primera novillada de San Fermín tras un acuchille vergonzante, cómo pueden disfrazar de tradición las espeluznantes imágenes de un toro ahogándose en los Bous a la mar de Dénia. En España el verano sigue siendo sinónimo de maltrato animal, de vecinos y autoridades a los que enorgullece que el nombre de sus localidades se asocie a la barbarie, a hacer caja del espanto. Ocho pueblos competirán en el Grand Prix, en la lista para ser el más cruel hay demasiados candidatos.

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