Un nuevo documental internacional alimenta la imagen de un Juan Carlos I mujeriego e impune
En ‘Juan Carlos, la caída del rey’, Corinna Larsen presume de guardar documentos “altamente confidenciales” sobre política española e internacional del anterior jefe del Estado
Los diputados secuestrados en el Congreso, el 23 de febrero de 1981, esperaban la llegada del “elefante blanco”, la “autoridad competente, militar por supuesto”, que debía tomar el mando una vez consumado el golpe de Estado, según les anunciaron los guardias civiles a las órdenes del teniente coronel Tejero. El “elefante blanco”, sobre cuya identidad se ha especulado desde entonces, nunca llegó. ...
Los diputados secuestrados en el Congreso, el 23 de febrero de 1981, esperaban la llegada del “elefante blanco”, la “autoridad competente, militar por supuesto”, que debía tomar el mando una vez consumado el golpe de Estado, según les anunciaron los guardias civiles a las órdenes del teniente coronel Tejero. El “elefante blanco”, sobre cuya identidad se ha especulado desde entonces, nunca llegó. Juan Carlos I, vestido de capitán general, compareció en televisión para ordenar a las tropas que regresaran a los cuarteles, desbaratando la coartada de quienes pretendían actuar en su nombre. Ese día se ganó ante los españoles la corona que le había regalado Franco.
Tres décadas después, en abril de 2012, otro elefante, esta vez de cuerpo presente, precipitaría el fin de su reinado. La imagen del Rey posando ante un paquidermo abatido de un disparo en una reserva africana fue la guinda de un pastel indigerible para la sociedad española: que su jefe de Estado se fuera en secreto a un safari de lujo con su amante y volviera con la cadera rota cayó como una bomba en un país sometido a los recortes de un durísimo ajuste.
Desde entonces, pese a su abdicación, en 2014, y a su expatriación en Abu Dabi, en 2020, el goteo de noticias sobre el rey emérito (sus aventuras amorosas o su fortuna en el extranjero) ha seguido minando la imagen de la Monarquía, encarnada ahora por su hijo. Por más que la Casa del Rey pretenda ignorarlo, Juan Carlos I es el elefante en la habitación que no deja espacio para que se se vean las medidas con las que Felipe VI pretende modernizar y moralizar la institución.
Hace tiempo que el rey emérito ha saltado de las portadas de periódicos e informativos a las series televisivas, reales o de ficción. La última entrega es Juan Carlos: la caída del rey, un documental en cuatro episodios que se estrena este lunes en Skyshowtime, una plataforma que aterrizó a principios de año en Europa con el catálogo de grandes estudios de Hollywood como Paramount, Universal, Dreamworks o Nickelodeon. Su productor es Christian Beetz, ganador del premio Grimme, que concede la televisión alemana. Como dice una de las entrevistadas en la serie, la historia de Juan Carlos I tiene los ingredientes de una tragedia shakespeariana: sexo, infidelidad, poder, dinero y corrupción, aderezados con la oscura implicación de los servicios secretos.
Un ‘thriller’ shakespeariano
Como en anteriores ocasiones, La Zarzuela ha declinado colaborar con la producción, pero ello no ha evitado que salga adelante y el resultado es una serie de impecable factura técnica, que se devora como un thriller y en la que la música está a tono con una fotografía en penumbra, que da al espectador la sensación de adentrarse en el mundo de los inconfesables secretos de Estado.
El primer capítulo arranca con la malograda cacería de Botsuana, para retroceder luego a los años de gloria de Juan Carlos I, cuando aparecía como el salvador de la democracia frente al 23-F y el símbolo de una España modernizada aceleradamente con los fondos europeos y la burbuja inmobiliaria. Todo lo que le hizo sentirse inmune, no solo legal sino moralmente.
A través de testimonios como el de la periodista Selina Scott, que lo entrevistó en 1992, se retrata a un rey mujeriego que corteja a todas las damas que se le ponen a tiro, incluida Lady Di, que compartió veranos con la familia real española en Mallorca. Al final de esta carrera de donjuán tropezará con Corinna Larsen, cuyo primer marido, el británico Philip Adkins, le llama por teléfono ante la cámara para demostrar su amistad con el rey emérito.
Al inicio del segundo episodio, la periodista Ana Romero, autora de varios libros sobre la Casa Real española, advierte de que, en esta historia, “nada es lo que parece, cada uno tiene parte de verdad y de mentira y el espectador debe hallar la suya propia”. Los creadores avisan de que no asumen los testimonios que van hilvanando el relato —no hay un narrador, ni se muestra a quien hace las preguntas—, pero eso no les exime de responsabilidad. Ellos han seleccionado a los entrevistados y se echa de menos información sobre quién es cada uno, ya que el público no tiene por qué conocer sus antecedentes, en muchos casos penales.
Alegato de parte
Por ejemplo, a Mario Conde se le presenta como un “amigo del Rey”, sin aludir a su paso por la cárcel por la gestión de Banesto; y al comisario jubilado José Manuel Villarejo, como un “excolaborador del servicio secreto”, sin mencionar las causas que acumula como presunto cabecilla de una mafia policial. Y se da altavoz a Javier Bleda, director del diario Ya en la época en la que su editor era José Emilio Rodríguez Menéndez, quien, basándose solo en rumores, sugiere que la actriz Sandra Mozarowsky se quedó embarazada del Rey y que el servicio secreto estuvo implicado en su muerte. Bleda y su exjefe fueron condenados por el vídeo sexual del entonces director de El Mundo, Pedro J. Ramírez.
Pero donde la serie se convierte más en un alegato de parte es en la entrevista con Corinna Larsen, a quien presenta como Corinna zu Sayn-Wittgenstein, a pesar de que la empresaria alemana hace años que perdió el apellido de su segundo y principesco esposo.
Frente a la inhibición de La Zarzuela, la examante del rey emérito ha colaborado activamente en la producción, no solo con sus respuestas sino prestándose a rodar múltiples planos de recurso. Y eso, junto al hecho de que sea una de las pocas que habla en inglés, idioma de la serie, se nota. El guion parece adaptarse para apuntalar su relato, reconstruyendo episodios según la versión que ella cuenta, o ilustrando su afirmación de que el director del CNI era aterrador y misógino con una imagen del general Félix Sanz que parece elegida para dar miedo. Aunque el mayor reproche que se le puede hacer, al menos en los dos primeros capítulos, es omitir que mientras se rodaba la serie (las últimas entrevistas son en diciembre de 2022), ella mantenía un pleito en los tribunales de Londres contra el rey emérito en el que se juega millones de libras.
Maestra en el arte de mostrar y ocultar,Corinna Larsen exhibe ante la cámara alguna de las ocho cajas negras que asegura atesorar con cientos de cartas personales y documentos de Juan Carlos I, incluidos algunos “altamente confidenciales sobre asuntos políticos o materias de política exterior”, como Oriente Próximo, Rusia o terrorismo. De ser cierto, no serían suyos sino del Estado y estaría justificado que, como ella sostiene, el CNI entrara en su apartamento de Mónaco para recuperarlos.
Pese a todo, la examante del rey emérito no parece haber quedado satisfecha con el resultado y, según algunas fuentes, estaría detrás de las advertencias de acciones legales de un bufete de abogados de Londres que han suspendido por ahora la emisión de la serie en el Reino Unido. Sin embargo, la empresa que lleva sus relaciones públicas en Londres lo ha negado tajantemente. “Los abogados de Corinna nunca se han dirigido a Sky o a los realizadores del film aludiendo a acciones legales. Este asunto debería plantearse a los abogados de Juan Carlos”, ha declarado su portavoz.
El testimonio más demoledor para ella es el de su primer marido, quien la califica de “hiperambiciosa” y dice que siempre anheló “formar parte de la aristocracia”. Estuvo a punto de lograrlo, casándose con el rey de España, pero un elefante se interpuso en su camino.
Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.