La fábrica callejera de campeonas de halterofilia de Egipto

El documental ‘Lift Like a Girl’ se adentra en el humilde gimnasio de Alejandría en el que un entrenador formó a las mejores levantadoras de pesas del país de la mano de su última gran promesa

El primer documental egipcio en Netflix sigue los pasos de un grupo femenino de halterofilia.

En una polvorienta esquina, prácticamente vacía, de una ruidosa calle en la ciudad mediterránea de Alejandría, en Egipto, descansa inadvertido lo que antaño llegó a convertirse en una suerte de santuario para el entrenador Ramadán. Se trata de un humilde gimnasio de halterofilia, aunque a simple vista parece poco más que un descampado abandonado.

Pocos imaginarían que de este solar ha florecido la élite de las levantadoras de pesas del país. Él mismo un antiguo atleta olímpico, Ramadán entrenó aquí durante más de 20 años ...

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En una polvorienta esquina, prácticamente vacía, de una ruidosa calle en la ciudad mediterránea de Alejandría, en Egipto, descansa inadvertido lo que antaño llegó a convertirse en una suerte de santuario para el entrenador Ramadán. Se trata de un humilde gimnasio de halterofilia, aunque a simple vista parece poco más que un descampado abandonado.

Pocos imaginarían que de este solar ha florecido la élite de las levantadoras de pesas del país. Él mismo un antiguo atleta olímpico, Ramadán entrenó aquí durante más de 20 años a deportistas que han amasado más de 400 medallas, como su hija Nahla, pionera en Egipto y oro mundial, y Abir Abdel Rahman, primera mujer árabe dos veces medallista olímpica en este deporte.

Fue el éxito inesperado de la primera de ellas, Nahla, el que atrajo inicialmente la atención de Mayye Zayed, entonces aún una adolescente y hoy una cineasta egipcia que ha hecho de aquel gimnasio el escenario de uno de los documentales más relevantes de los últimos años en Egipto, Lift Like a Girl. En él, Zayed acompaña de forma íntima y durante cuatro años a una nueva aspirante a atleta, la joven Zebiba, que sueña en convertirse en la próxima estrella de la halterofilia de la mano de Ramadán.

“En 2003 yo era una adolescente y recuerdo leer en las noticias que una joven acababa de ganar el oro en el campeonato del mundo, y esa chica era Nahla Ramadán, la hija del capitán Ramadán. Leí que se entrenaba en la calle con su padre, sin recursos, sin nada. Y la historia me fascinó”, recuerda Zayed, que más de una década después se lanzó a grabar el documental. “En 2014 me presentaron a Ramadán y supe que continuaba entrenando a otras mujeres en mitad de la calle”, explica.

Una vida poco convencional

El resultado es una emotiva obra de observación que se sumerge en la vida deportiva y en las ambiciones de Zebiba. De su mano, retrata un deporte muy poco convencional para las mujeres en Egipto, a pesar del éxito que tienen. Y explora cuestiones como la especial relación entre un entrenador y una atleta, el empoderamiento de una chica joven a través del deporte, el tejido de una comunidad gracias a una idea popular e inclusiva del mismo, y la determinación de todo un grupo para conquistar un sueño común.

Estrenado en el Festival Internacional de Cine de Toronto a finales del 2020, el documental se convirtió en el primero egipcio en Netflix, aunque no disponible en su catálogo español. “Queremos dar a más gente la oportunidad de ver sus vidas representadas en la pantalla, y estamos orgullosos de amplificar esta película egipcia a nivel mundial, invirtiendo en nuevas voces y en cineastas árabes que tienen bellas, complejas y matizadas historias que compartir con el mundo”, asegura Nuha Eltayeb, directora de adquisiciones de contenido para la región de Oriente Próximo, el Norte de África y Turquía en Netflix.

Zebiba sentada junto a su entrenador en un momento del documental.

Lift Like a Girl arranca cuando Zebiba, cuyo nombre real es Asmaa Ramadán (que no tiene relación familiar con su entrenador, aunque coincide en el apellido), tiene solo 14 años, y la sigue a lo largo de cuatro en un camino de sacrificios, físicos y mentales, durante el que la joven se transforma desde una chica pequeña e introvertida hasta una brava competidora. Zebiba tenía que estar en los Juegos Olímpicos de Tokio, pero el equipo egipcio de halterofilia fue suspendido por un caso de dopaje ajeno a ella.

“Era una niña [cuando empecé a entrenar], tenía 13 años. Mi prima, la capitana Esmat Mansour, era la campeona del mundo, y ella fue quien me introdujo en el campo de la halterofilia”, cuenta Zebiba, que continúa: “Ahora todavía sigo entrenando en el mismo sitio porque lo considero mi segunda casa, ya que toda mi vida está en este lugar”.

La otra gran figura es la de Ramadán, que falleció en 2017, durante el rodaje del documental, y al que los más jóvenes se refieren como capitán. Él es un tipo humilde, con un fuerte carácter y todo pasión: enfados, gritos, insultos y repudios cuando no salen las cosas; halagos, abrazos, bailes y cantos de júbilo cuando lo hacen. De algún modo, Ramadán encarna la dureza del solar de su gimnasio, que convierte en su templo, y es opuesto a Zebiba, con quien, quizá por eso, forja una relación especial.

“El capitán Ramadán no era solo un entrenador, sino mi padre y toda mi vida. Aprendí de él muchas cosas, como cómo respetar a los pequeños antes que a los mayores, o cómo aprender a tratar con la gente con buenas formas”, apunta Zebiba. “Era importante para mí porque vio en mí algo bueno, el proyecto de un buen campeón que puede alcanzar sus sueños”, añade.

Prejuicios

Uno de los aspectos más llamativos de la figura de Ramadán es su filosofía en cuestiones de género en un país ultraconservador y patriarcal. Más allá de su apuesta por formar a levantadoras de pesas y de su duro trato, se le puede ver diciéndole a un hombre religioso del barrio que “dar prioridad a los chicos está anticuado” y que “las chicas tienen que ser tan fuertes como un toro”. Y al mismo tiempo llama a las atletas a que “sean hombres”.

“Era inteligente, progresista, carismático y convincente. No es fácil convencer a un padre o a una madre de ese barrio de que dejen a sus hijas hacer deporte”, señala Zayed, que nota, aun así, sus contradicciones, y espera que el documental abra un diálogo sobre normas de género, en especial en el deporte, y sobre prejuicios de género enredados en el lenguaje.

En esta línea, también destaca la apuesta de Ramadán y del resto del grupo por un deporte popular, inclusivo y arraigado a su comunidad, incluso después de todos los hitos logrados. En este sentido, casi todo el documental se centra en el modesto solar donde se entrena, que para el grupo supone mucho más que un gimnasio: se trata, en palabras de él, de una fábrica de campeones, en la que una comunidad local muy diversa se junta para apoyar y empujar a las suyas.

“Un día me dijo que, después de que Nahla ganara el campeonato mundial, recibieron ofertas de grandes clubes deportivos de Alejandría para que las chicas fueran a entrenar allí. Pero eran para egipcios de clase media-alta, en cierto modo elitistas, y Ramadán no quería eso. Si alguien quería apoyar el deporte, tenía que apoyar el lugar”, cuenta Zayed.

“Y las jóvenes que antes entrenaban allí cuando eran niñas, ahora entrenan gratis a otras chicas y chicos. En cierto modo, están devolviendo al lugar que las formó, y ese es el modelo que han encontrado. Por eso sigue adelante: porque no es solo un hombre que cree en él”, desliza, “sino todo un grupo que cree en esto y en la importancia que tiene para ellos, para la comunidad, para el barrio, para Alejandría y para Egipto”.

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