País de ‘pandeireta’ en Eurovisión
No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que en Cataluña nadie mete piedras en las mochilas de los escolares. Tampoco de que a muchos les indignaría que Tanxugueiras vaya al festival de la canción cantando en gallego
El rumor de que España no quiere ganar Eurovisión lleva años sustentándose tanto en elecciones disparatadas como en el recuerdo de aquel jurado patrio que en el último suspiro dio sus 10 puntos a Israel dejando a Betty Missiego con una plata que supo a hiel.
Ha tardado, porque los niños que gritaban “¡eh, mayor!” están ya en edad de rescatar su plan de pensiones, pero por fin RTVE combatirá la maledicencia con nombres ilusionantes y un proceso de se...
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El rumor de que España no quiere ganar Eurovisión lleva años sustentándose tanto en elecciones disparatadas como en el recuerdo de aquel jurado patrio que en el último suspiro dio sus 10 puntos a Israel dejando a Betty Missiego con una plata que supo a hiel.
Ha tardado, porque los niños que gritaban “¡eh, mayor!” están ya en edad de rescatar su plan de pensiones, pero por fin RTVE combatirá la maledicencia con nombres ilusionantes y un proceso de selección que ya no será una gala cutre, sino un Festival de Benidorm remozado —me niego a llamarle Benidorm Fest. Un respeto a una marca que sabe a boite y pipermín—.
Entre las candidatas a viajar a Turín brillan Rigoberta Bandini, Varry Brava homenajeando a Raffaella Carrà —eso es saber manejar el factor campo, no como cuando mandamos a Lucía a Londres con un tango en plena guerra de las Malvinas— y la deslumbrante Terra de Tanxugueiras, tres pandereteras cantando en gallego que reivindican una tradición y un idioma que debería ser un orgullo nacional, porque a ver qué hay más rico que una lengua y más penoso que renegar de esa opulencia.
No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que no hay piedras en las mochilas de los escolares castellanohablantes en Cataluña, como nadie pretende que en mi tierra los niños solo sepan de hórreos y frixuelos, otro disparate de un señor instalado en la sandez —in Asturias we call it babayada—. Tampoco dudo de que más que piedras habrá rocas en el camino de quien ose desafiar el centralismo peor entendido. Pero qué buen homenaje sería para ese Serrat en retirada al que hace 54 años se le negó la posibilidad del triunfo ver a las gallegas en Turín y que nos escoiten berrar coa pandeireta na man.
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