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Los pobres también lloran (y enferman)

Antena 3 estrenó un nuevo programa protagonizado por famosos porque de los anónimos ya no nos interesa nada, y mucho menos sus problemas de salud mental

Resulta que Chenoa usa ropa interior roja y Lolita está soltera. No se lo contaron al Deluxe, sino a Nuria Roca en el estreno de Family Feud: La batalla de los famosos (Antena 3). El formato va por su cuarta adaptación en España. En la primera enfrentaba a familias y lo conducía Pedro Osinaga, un actor extraordinario que como presentador nunca pretendía ser más listo que los concursantes, cualidad poco frecuente que comparte Roca y a la que esta suma además entusiasmo suficiente para abastecer a un país medi...

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Resulta que Chenoa usa ropa interior roja y Lolita está soltera. No se lo contaron al Deluxe, sino a Nuria Roca en el estreno de Family Feud: La batalla de los famosos (Antena 3). El formato va por su cuarta adaptación en España. En la primera enfrentaba a familias y lo conducía Pedro Osinaga, un actor extraordinario que como presentador nunca pretendía ser más listo que los concursantes, cualidad poco frecuente que comparte Roca y a la que esta suma además entusiasmo suficiente para abastecer a un país mediano.

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Ahora en Family Feud compiten famosos porque los anónimos ya no son carne de prime time. Su valor empezó a decaer cuando Antena 3 adquirió los derechos de aquel Supervivientes de Telecinco en el que participaban geógrafos y socorristas y lo transformó en La isla de los famoS.O.S. Del reality de supervivencia presentado por Paco Lobatón —imposible imaginarlo lidiando con las barras bravas de Olga y los hooligans de Rocío— solo quedó la playa.

Nada parece interesar ya si no implica a famosos. Ni la enfermedad. La endometriosis necesitó a Lena Dunham, la fibromialgia, a Lady Gaga. Ahora le toca a la salud mental. No sirve que los datos de incidencia apabullen. Necesitamos ver romperse a Simone Biles, a Osaka, Phelps o Iniesta.

Antena 3 sabía que nos gusta comprobar lo que escribió la cubana Inés Rodena, que los ricos también lloran. Ahora confirmamos que además enferman. Gracias a su voz, la epidemia silenciosa es un grito. Solo falta que también se escuche cuando afecta a los que nadie jalea a golpe de hashtag. A los que cuando se rompen no pueden permitirse decirle a su jefe que ese día no cuente con ellos para conquistar el oro. A los que ya no tienen hueco en el prime time.

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