Columna

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Democracia, libertad, comunismo, fascismo, socialismo. Estos conceptos tan serios jamás habían sido tan manoseados por la clase política

La candidata del PP a la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, saluda durante un encuentro con representantes de asociaciones de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, el 29 de abril de 2021, en Valdemoro, Madrid.Ricardo Rubio (Europa Press)

Aseguran los que saben y poseen datos que el estado nervioso de la mayoría del personal está ligera o seriamente trastornado, que es el castigo psicológico que exige una peste tan larga. Percibo en mí ese desequilibrio no por los clásicos síntomas depresivos, sino porque me duele mogollón la cabeza y empiezo a blasfemar cada vez que escucho las palabras democracia, libertad, comunismo, fascismo, ...

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Aseguran los que saben y poseen datos que el estado nervioso de la mayoría del personal está ligera o seriamente trastornado, que es el castigo psicológico que exige una peste tan larga. Percibo en mí ese desequilibrio no por los clásicos síntomas depresivos, sino porque me duele mogollón la cabeza y empiezo a blasfemar cada vez que escucho las palabras democracia, libertad, comunismo, fascismo, socialismo. O sea, me ocurre todo el rato. Y es mareante. Estos conceptos tan serios jamás habían sido tan manoseados por la clase política, los transforman en frases y lugares comunes, los utilizan como armas oportunistas y mezquinas. Espero que mantra tan pesado se calme después de las elecciones.

Un guía ateniense me explicó de forma muy hermosa, al lado del Partenón, el nacimiento y el significado de la democracia. El fascismo, más que una ideología (que lo es) lo he visto y sentido desde que tengo uso de razón como una forma asquerosa de andar por la vida, un comportamiento, una aptitud, un estilo. Si hubiera vivido en países comunistas, sospecho que me hubieran enviado al Gulag. He intentado mantener, vocacional e irremediablemente, mi concepto de la libertad, sabiendo la cuota que te puede imponer, que te lluevan hostias de variados colores. Las razones ayusianas explicando su madrileña libertad, incluido lo de no encontrarte con tus exparejas, desprende aroma esperpéntico o involuntariamente dadaísta.

La machaconería verbal pretende acaparar votos, que nadie se quede en casa, seguir alimentando un eterno negocio. Y me contaron la historia de un escritor y guionista admirable que agonizaba días antes de unas elecciones decisivas. Exigió a su familia que viniera un notario al lado de su cama para poder votar. Lo hizo. En blanco. Y se murió.

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