Pablo Larraín: “Ojalá la pandemia nos haga menos crueles”
El cineasta chileno produce para Netflix la colección de cortometrajes 'Hecho en casa', en la que él mismo dirige uno, y prepara el 'biopic' de Lady Di 'Spencer'
Pablo Larraín no entiende de descansos. En los últimos meses, mientras vivía en su ciudad natal, Santiago de Chile, el confinamiento provocado por la covid-19, el cineasta, de 43 años, ha producido la colección de cortometrajes Hecho en casa, recién estrenada en Netflix, mientras planeaba cómo acabar sus últimas semanas de rodaje en Nueva York de la serie La historia de Lisey, la primera vez que Stephen King adapta él mismo para la pequeña ...
Pablo Larraín no entiende de descansos. En los últimos meses, mientras vivía en su ciudad natal, Santiago de Chile, el confinamiento provocado por la covid-19, el cineasta, de 43 años, ha producido la colección de cortometrajes Hecho en casa, recién estrenada en Netflix, mientras planeaba cómo acabar sus últimas semanas de rodaje en Nueva York de la serie La historia de Lisey, la primera vez que Stephen King adapta él mismo para la pequeña pantalla una de sus historias, y comenzaba la preproducción de Spencer, su próximo largometraje, que se desarrolla en tres días, los que viven en común en sus últimas navidades como esposos Carlos de Inglaterra y Diana Spencer, junto a la familia real en la finca de Sandringham, en Norfolk, unas jornadas en las que Diana de Gales se percata de que no podrá continuar con ese matrimonio.
Por teléfono, Larraín abandona unas horas la promoción de Spencer, uno de los proyectos más calientes del mercado virtual de Cannes, para hablar de Hecho en casa y del futuro del audiovisual tras la pandemia. No solo ha producido junto a su hermano Juan de Dios los 17 cortos, dirigidos por realizadores de todos los continentes, como Paolo Sorrentino, Naomi Kawase, Ladj Ly, Rachel Morrison, las actrices Maggie Gyllenhaal y Kristen Stewart, Nadine Labaki, Ana Lily Amirpour, Gurinder Chadha o Sebastián Lelio, sino que él mismo ha dirigido uno. “Es mi primera incursión en la comedia”, cuenta y ríe al puntualizar. “Me animé a entrar en la comedia negra para jugar con lo que está pasando. Y del resto, hay varios que me gustan mucho. Como el tono evocativo de Maggie, o el discurso de Kristen y de Ana Lily. Básicamente buscamos diversidad geográfica y de género, y que fuera gente que admiramos”.
“El trabajo es una noble manera de mantener el equilibrio físico y mental. También hay algunas cosas que llevaban mucho tiempo fraguándose y que ahora se plasman. En cambio, Hecho en casa nace de la necesidad de nuestra productora Fábula de generar contenidos en una industria que está completamente paralizada”, comenta el chileno. “En Chile en octubre arrancó el estallido social y después pasamos a la pandemia, y en esa crisis en una reunión surge esta idea desde Julio Rojas, jefe de guiones, y creció, creció... Se lo enseñamos a Netflix Europa, y les gustó”. Al director de El club, Ema, No o Neruda no le parece que la covid-19 vaya a cambiar el consumo cinematográfico: “Cuando esto acabe creo que habrá carreras para volver a las salas. Al menos, yo lo echo muchísimo de menos, es lo que más añoro más allá de la familia. Al cine lo han intentado matar muchas veces y no creo que ni la pandemia pueda con él. Esto sirve para subrayar lo mucho que nos gusta e impacta. Las ausencias ayudan a comprender lo que verdad extrañamos”.
El confinamiento en el que aún vive el director le lleva a reflexiones ulteriores nacidas del productor audiovisual: “Son días extraños. Hecho en casa se arma como un festival de cine alternativo, con gente de todo el mundo, a contracorriente del motor habitual de los trabajos que participan en los principales certámenes, que es la crueldad. La crueldad contra nosotros mismos. Aquí, sin ninguna indicación previa, surge algo bastante optimista”, cree Larraín. Y tiene explicación para ese tono: “Es la resiliencia orgánica del ser humano, un sentimiento bello alejado de la impostura. Emana una alegría que yo no esperaba. Ojalá la pandemia nos haga menos crueles”. También quiere huir del pesimismo global: “No tenemos que someternos al coronavirus, sino que en algún momento habrá vacuna y llegará la amnesia colectiva que nos hará olvidar los peores momentos. Espero, eso sí, que nos sirva para prepararnos para futuras pandemias. El cine ahora debe cambiar porque los rodajes son trabajos de proximidad; sin embargo, espero que no sean permanentes los protocolos sanitarios”.
¿Y qué ha visto Larraín estos días de encierro? “Muchas películas viejas, y, sobre todo de vampiros. Me pareció interesante esta idea romántica de este hombre que arrastra la peste también, que así es el mito original de Drácula. También he visto trabajos de Melville, Hawks, Ford... Y series de documentales que me parecen interesantes”. Al director se le escapa la risa: “Pues, por ejemplo, la de Michael Jordan [El último baile], y también el absurdo galáctico que es Tiger King, que retrata un mundo delirante. En realidad, Trump y algunos estadounidenses forman parte de la misma postura apocalíptica, de gente que está... cocinándose”. Y eso le lleva a otra reflexión: “Tiger King es un melodrama, y me parece muy interesante, porque hoy los géneros se mezclan. Hay piezas audiovisuales que devienen en cócteles indescriptibles que me fascinan”.
El chileno quiere sacar otra cosa buena de la cuarentena: “Como estamos consumiendo mucho arte, y me refiero a música, audiovisual y literatura, aumenta nuestra consciencia de que la cultura nos salva la vida. El arte nos insufla aire”. De ahí viene su nuevo optimismo: “Nos ha llenado de historias, de humanidad, y esa revalorización del arte es maravillosa, y espero que de la pandemia también salgamos con más amor por el patrimonio cultural. Ahí entra Hecho en casa, como testimonio del momento, como álbum familiar que revisitaremos en unos años. ¿Sabes qué es para mí una característica fundamental del arte? La memoria”.
Cuando acabe la serie La historia de Lisey, Larraín viajará a Europa a preparar Spencer, con Kristen Stewart. Él ya sabe lo que es encarar mitos femeninos históricos en el cine: lo hizo con Jacqueline Kennedy, en Jackie, en la que retrataba a una primera dama aún con la sangre de su marido asesinado, el presidente Kennedy, en su vestido. Larraín no quiere adelantar mucho: “Las películas no se pueden describir antes de rodar, porque mezcla el riesgo con el mal gusto y la mala suerte. Mi máximo placer es hacer un filme, y en el proceso, que encaro con ideas claras, de realización pasan con cosas que transforman la obra. Sí puedo decirte que es un privilegio y un placer seguir trabajando”.