Mariano Alcañiz, asesor de la UE en realidad extendida: “Hubo un ‘hype’ enorme con el metaverso. Hoy hay un ‘hype’ natural con la IA”
El catedrático de Ingeniería Biomédica de la UPV, que trabaja desde hace 30 años con realidad virtual, asesora a la Comisión Europea sobre proyectos de investigación y acciones en este terreno
Lo suyo es una frontera en contacto con otra frontera. La simbiosis de la biología y la medicina, para entender las enfermedades humanas y explorar tratamientos, mezclada con el afán de los adelantos tecnológicos. Mariano Alcañiz (París, 61 años), catedrático de Ingeniería Biomédica de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), utiliza desde hace tres décadas realidad virtual e inteligencia artificial para comprender nuestro cerebro. Afirma que con ...
Lo suyo es una frontera en contacto con otra frontera. La simbiosis de la biología y la medicina, para entender las enfermedades humanas y explorar tratamientos, mezclada con el afán de los adelantos tecnológicos. Mariano Alcañiz (París, 61 años), catedrático de Ingeniería Biomédica de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), utiliza desde hace tres décadas realidad virtual e inteligencia artificial para comprender nuestro cerebro. Afirma que con estas tecnologías se puede entender mejor “cómo nuestro cerebro crea realidades”.
Empezó su carrera cuando habría “cuatro o cinco cascos de realidad virtual en España” y muy pocos laboratorios dedicados. El primer equipo que usó para ejecutar escenarios virtuales “costaba lo que vale un piso ahora” y los cascos eran primitivos. Pronto exploró aplicaciones en la cirugía y la salud mental. Su grupo de investigación fue el primero en utilizar la simulación virtual para tratar la claustrofobia.
Hoy Alcañiz es una de las pocas voces españolas que asesora a la Comisión Europea como experto en realidad extendida, con el objetivo de no quedarse atrás en este campo respecto a Estados Unidos y China. El catedrático conversa en un tono reflexivo, sin la excitación mesiánica de algunos gurús tecnológicos.
Pregunta. Usted trabaja en la interacción entre neurociencia y realidad extendida. ¿Qué conecta a estos dos campos?
Respuesta. La realidad extendida nos permite crear estímulos que el cerebro procesa como reales, porque hemos visto que la actividad neuronal es muy parecida, pero yo puedo alterar estos estímulos como quiero. Así entiendo mejor muchos conceptos de psicología social o de la condición social.
P. Por cierto, realidad extendida, mixta, virtual y aumentada. Cada vez es más confusa la nomenclatura…
R. En realidad es muy fácil. La realidad virtual es un entorno totalmente inmersivo, sin nada de la realidad física. La aumentada mezcla realidad física con algunos elementos virtuales y la mixta combina ambos conceptos, para intentar que no sea discernible lo que es real de lo que es virtual. Frente a esto, la realidad extendida es un paraguas que engloba a las tres, realidad virtual, aumentada y mixta. Como usuario puedo elegir entre cualquiera de ellas.
P. Usted es uno de los pioneros en el uso de estas tecnologías inmersivas para el estudio de la salud mental. ¿Cómo se aplican a este terreno?
R. Hay dos maneras de estudiar el cerebro. Tú tienes una medida indirecta de mi cerebro estudiando mi comportamiento. Y de ahí ha derivado toda la psicometría. Y la otra manera son los estudios de neuroimagen, pinchando directamente electrodos en el cerebro, utilizando resonancia funcional o un PET. Si te meto en un entorno virtual puedo tomar, en tiempo real, más de 300 medidas por segundo de ti: dónde estás mirando, qué estás diciendo, cómo lo estás diciendo, cómo mueves la cabeza, las manos o el cuerpo. Y con inteligencia artificial intento ver si a partir de toda esa miríada de datos, que antes era muy difícil de procesar, puedo deducir constructos psicológicos importantes como si el paciente tiene depresión o no y en qué medida.
P. ¿Dónde encajaría este proceso de diagnóstico temprano en nuestro sistema médico?
R. Ahora hay una enorme necesidad de tener herramientas cada vez más sencillas, baratas y precisas para detectar de forma temprana comportamientos relacionados con trastornos mentales. Un médico de atención primaria, con la carga asistencial que tiene, es muy difícil que le dedique a un paciente el tiempo necesario para hacer una serie de pruebas y psicometrías que existen, que le permitirían discernir que un adolescente no tiene una depresión leve, que su condición podría derivar en algo más complicado y que hay que monitorizarlo.
P. ¿En qué punto están las investigaciones ahora mismo?
R. Estamos haciendo ensayos clínicos. Colaboramos con los servicios de Psicología y Psiquiatría del Hospital de la Fe (Valencia). Y hemos obtenido resultados en muchos campos. La prosodia, la manera como decimos las cosas, nos da más datos acerca del estado depresivo. Otro dato interesante tiene que ver con la proxemia: cuando hablamos, nos acercamos o nos movemos. Pues esa proximidad en las personas y los movimientos de ladeo de la cabeza son un biomarcador muy estable de estados depresivos.
P. Son datos sensibles. ¿Cómo se garantiza la privacidad de los pacientes?
R. Lo que hemos hecho es entrenar esos modelos [de IA] que generan los biomarcadores en servidores seguros nuestros, que cumplen toda la normativa de protección de datos. Debido a la investigación clínica que hacemos, tenemos que garantizar que esos datos que procesamos están bajo absoluto control nuestro.
P. Su experiencia en el campo de la realidad extendida le ha valido que la Comisión Europea le escoja como asesor en esta tecnología. ¿Cuál es su función?
R. Estoy en comunicación con la Comisión Europea para poner en marcha el partenariado de mundos virtuales, como experto individual en realidad extendida. Se trata de conseguir un interlocutor válido que asesore a la Comisión sobre el camino que tienen que tomar los futuros proyectos de investigación y las acciones de Europa en este campo. Se decidió crear hace un año y medio y ahora estamos ultimando su puesta en marcha.
P. Este objetivo concuerda con el anhelo de soberanía tecnológica de la UE. ¿Por qué es necesario tener alternativas frente a Estados Unidos y China?
R. No podemos depender en exclusiva de tecnología que viene de Asia o que viene de Estados Unidos. Cuando los cascos de realidad extendida se usen para mejorar la industria europea, por ejemplo, no podemos dejar la tecnología en manos de grandes empresas que encima no están bajo el paraguas europeo.
P. Aquí entra en juego la cuestión regulatoria. ¿Cómo se alcanza el equilibrio entre garantías legales sin lastrar la innovación?
R. Es una situación complicada. De repente estamos en el tablero de ajedrez con otros jugadores. En Estados Unidos esa tecnología está en manos de empresas privadas y solamente cuando hay amenazas preocupantes, el Congreso [de Estados Unidos] puede intervenir. Y también entra en juego China, un régimen donde los datos están en manos del Estado. Desde Europa tenemos que mantener esa regulación, pero creo que no deberíamos regular de manera tan severa a los grupos de investigación.
P. Pese a todo, el entusiasmo por las tecnologías virtuales se ha desinflado en los últimos tiempos…
R. Hubo un hype enorme con el metaverso. Parecía que sería el futuro, que todos íbamos a estar en el metaverso. Todo esto decayó, principalmente por una falta de interoperabilidad, una falta de contenidos interesantes y también una cierta barrera ante los cascos de realidad virtual. Aunque son más baratos que un smartphone, todavía hay resistencia a ponerse un casco. Pero es significativo que Meta siga invirtiendo, que lance [las gafas] Quest 2 y Quest Pro y que Apple haya hecho su apuesta por un casco de realidad mixta.
P. Pero la adopción masiva está muy lejos. ¿Qué falta?
R. Conseguir una adopción masiva de las gafas de Apple o de Meta Quest requiere otro tipo de actuaciones, como una serie de contenidos más interesantes, para que al final la gente decida pasar tiempo en ese entorno virtual inmersivo 3D, en vez de pasar tiempo mirando una pantalla 2D. Además, las gafas necesitan transformarse. Cuando consigamos hacer gafas de realidad extendida portables, con mucha capacidad de batería, muy inmersivas y muy cómodas de usar, ahí podremos tener adopción masiva. Solo con la voz podré decir: pásame a una realidad virtual o mantenme en la realidad primaria.
P. Usted también utiliza la inteligencia artificial en su día a día para sus investigaciones. ¿Existe hoy un hype con la IA generativa?
R. Yo creo que hay un hype natural. Hasta los investigadores que se dedican únicamente a inteligencia artificial no esperaban que el bebé creciera tanto. Faltaba capacidad de computación y, de repente, investigadores como Geoffrey Hinton o Yann LeCun empiezan a aplicar tarjetas gráficas para conseguir mucha computación. Y nadie que hayamos trabajado en IA esperábamos que eso se comportara tan bien y que fueran tan aparentes los resultados. Creo que es indudable que existe ese hype ahora.
P. ¿A dónde conducirá?
R. Eso es otro debate, si vamos a conseguir tener una inteligencia artificial general o no. Hay gente que opina que los actuales LLM [modelos de lenguaje de gran tamaño] sí que van a ser capaces de crearla y hay otros que opinan que tiene que haber un nuevo salto tecnológico en IA para que lleguemos a alcanzar ese estado.
P. ¿Qué opina usted?
R. A nivel tecnológico tenemos capacidad de meterle más conocimiento que el que hay en Internet. El siguiente paso es que la IA genere datos sintéticos para auto-entrenarse, algo que ya está ocurriendo. Si unimos esas dos capacidades, es posible que con el modelo que tenemos ahora, que es relativamente sencillo, podamos alcanzar una IA general.
P. ¿No percibe que hay un exceso de confianza en la tecnología como solucionadora de todos nuestros problemas?
R. Sí que lo percibo. Creo que es un efecto natural del hype que estamos viviendo en IA. Estamos viendo que es capaz de resolver problemas cada vez más complejos. Estamos deslumbrados. Yo también estoy deslumbrado. Quizá se nos ocurra pensar en qué más podemos hacer los humanos, si parece que esto es cuestión de darle más potencia a la máquina y ella es capaz de hablar o diseñar fármacos. Esto es ahora porque la tecnología que tenemos es muy prometedora, pero es una tecnología más. Nos deslumbra ahora porque hace seis años no la teníamos.