Mamdani y el voto LGTBIQ+ en Nueva York
Los intentos de perfilar al alcalde electo como un radical y sembrar miedo no funcionaron ante la autenticidad del demócrata
Este texto es una entrega de la Queerletter, la newsletter LGTBIQ+ de EL PAÍS, coordinada por Pablo León. Apúntate aquí para recibirla.
Zohran Mamdani acaba de ganar las elecciones para la alcaldía de Nueva York. Su victoria sobre Andrew Cuomo es una señal de que los votantes, —especialmente los jóvenes y las personas LGTBIQ+ (más de un 80% de estos últimos lo apoyaron, según los sondeos a pie de urna)— vieron más allá del desesperado intento por parte de sus opositores de vincular a Mamdani con un “imán radical” para sembrar el miedo. En el último tramo de la campaña, Cuomo (que perdió las primarias demócratas contra el alcalde electo y se presentó como independiente con al apoyo del republicano Donald Trump) aprovechó una foto de Mamdani con el imán Siraj Wahhaj para insinuar que el joven socialista tenía, por asociación, animadversión hacia la comunidad LGTBIQ+, además de agitar la islamofobia.
Es una estrategia probada y explotada en el manual de la guerra cultural: vincula a tu oponente con una figura de alguien controvertido o impopular y deja que el estigma haga el trabajo sucio. Como politólogos que hemos estudiado tales estrategias, sostenemos que esa vinculación, ese “encadenamiento reputacional”, solo funciona cuando parece auténtico. El resultado de la campaña para la alcaldía de Nueva York en 2025 acaba de demostrar que en este caso no lo fue.
Nuestra investigación junto con Douglas Page sobre la vinculación reputacional —es decir, la estrategia de asociar de manera deliberada e interesada a actores políticos locales con figuras desacreditadas— muestra que esta táctica puede ser efectiva. También, que la clave es la credibilidad. En diversas elecciones europeas, descubrimos que vincular a políticos locales con figuras impopulares (en nuestro caso, asociar la retórica homofóbica de un líder local con la de Vladímir Putin) desplazó apoyos en su contra. En esos casos, la vinculación se sostenía porque el mensajero (Putin) cargaba con un notable lastre moral para esa ciudadanía, y porque los líderes locales repicaban con convicción (y similar narrativa al presidente ruso) el discurso anti-LGTBIQ+. La autenticidad, y no la vinculación por sí misma, mostró ser esencial.
La jugada de Cuomo carecía de esa autenticidad. En primer lugar, Mamdani no estaba recurriendo a un “lavado arcoíris” (rainbow-washing, el uso de los derechos LGTBIQ+ para blanquear su imagen). Así, hizo campaña junto a organizaciones LGTBIQ+, marchó en el Orgullo y colocó los derechos trans en el centro de su agenda de manera constante y durante toda su campaña. Los votantes vieron cómo asumía esos compromisos de forma genuina, no de manera oportunista. Esas acciones, unidas al apoyo de muchos influencers queer del ámbito político, entre ellos Matt Bernstein, construyó una base de confianza.
Es complicado retratar de manera creíble a alguien como anti-LGTBIQ+ cuando su coalición incluye mítines en el marco de Gays for Zohran o la visita al icónico espacio de Brooklyn Papi Juice durante una de sus fiestas. Los votantes saben distinguir entre una foto oportunista y un programa real que conecta con ellos.
Un mensajero desacreditado
La vinculación reputacional exitosa depende de una figura ampliamente reconocida, cuya autoridad moral ya está en disputa. Cuomo intentó hacer que el imán Wahhaj cumpliera ese papel, destacando declaraciones y vínculos pasados. Sin embargo, el electorado neoyorquino al que apuntaba —votantes interesados y preocupados por los derechos LGTBIQ+— está alerta ante la política de difamación, especialmente cuando la islamofobia también está en el menú. Así, las risas de Cuomo mientras en la radio un locutor afirmaba que Mamdani “estaría celebrando otro 11-S” evidenció su estrategia: reveló a los votantes más sobre los cálculos políticos de Cuomo que sobre el supuesto peligro que representaba de Mamdani.
Peor aún para Cuomo, él mismo se convirtió en el mensajero desacreditado que, según nuestra investigación, resulta tan crucial para la vinculación reputacional. Un video con inteligencia artificial que difundió —y que incluía burdos estereotipos, como un ladrón con kufiyya— es otro ejemplo de ello.
La vinculación reputacional depende del contraste moral. Y es difícil presentarse como defensor del pluralismo de Nueva York, a la vez que se difunde contenido racista y polarizante. Eso daña el intento de vinculación desde la propia fuente, además de evidenciar algo para lo que los votantes neoyorkinos tienen poca tolerancia: una política que habla de dignidad mientras se practica el desprecio.
En este caso hay una lección más amplia. La vinculación reputacional funciona cuando ayuda a las audiencias a conectar una retórica con algo que ya consideran censurable o ilegítimo, como la guerra de un dictador extranjero o un largo historial de represión. Así, la vinculación de los mensajes lgtbifóbicos de la campaña en Polonia con Putin provocó un movimiento de votos, según nuestra investigación: reveló una coherencia moral que la gente rechazaba.
En cambio, intentar encadenar a un candidato progresista y visiblemente pro-LGTBIQ+ con un imán controvertido, al mismo tiempo que se recurre al uso de tópicos racistas, ignoró por completo el mecanismo esencial que hace que esa vinculación reputacional funcione.
El riesgo político de la campaña de Cuomo contra Mamdani no era imaginario. Algunos neoyorquinos ciertamente vieron la foto con el imán y confundieron islam con extremismo. A pesar de ello, el segmento de la población neoyorquina que impulsó la campaña del alcalde electo es una coalición multirracial, joven y que ha convivido con la visibilidad queer y la islamofobia post 11-S. Un grupo de votantes frustrado por los intentos vacíos de romper las discriminaciones interseccionales que sienten o por decidir qué injusticias merecen su empatía.
Muchos votantes jóvenes ven en el silencio ante el racismo, los ataques contra la inmigración usando una supuesta defensa de los derechos de las mujeres y de las personas LGTBIQ+, o el sufrimiento palestino como relativismo moral.
Mamdani habló sobre Gaza con la misma claridad y coherencia con la que sustentó su apoyo a la comunidad LGTBIQ+, lo que hizo que el ataque de Cuomo quedará aún más fuera de lugar. Observamos la siguiente dinámica: después de los comentarios de Cuomo, Mamdani realizó una defensa sin disculpas de su identidad musulmana en un emotivo discurso frente a una mezquita del Bronx, una apuesta por la autenticidad que neutralizó esos ataques y volvió a poner el foco en la inclusión real.
Si observamos de una manera más amplia los resultados de las elecciones (valorando también el triunfo demócrata en las votaciones de Nueva Jersey o Virginia), el patrón es aún más claro: las campañas que recurrieron al pánico tránsfobo y al racismo obtuvieron peores resultados que los candidatos que combinaron credibilidad política y propuestas tangibles con un respaldo real a las minorías. Como señaló The Advocate en su análisis postelectoral, las victorias demócratas en todo EE UU también han sido un rechazo a la transfobia como estrategia.
La conclusión confirmada en las urnas es que la “culpabilidad por asociación” solo funciona cuando revela una alineación moral genuina de la que los votantes ya desconfían. En este caso, esa vinculación no funcionó. Las credenciales LGTBIQ+ de Mamdani y su atractivo entre los jóvenes complicaron la estrategia. A la vez, las tácticas de Cuomo erosionaron su propia autoridad moral.
En una ciudad donde las comunidades se superponen y las identidades son complejas, la autenticidad no es solo una virtud: es una estrategia. Y el oportunismo se nota. Esa es una lección, no solo de esta elección, sino para los demócratas en general: en la política de 2025, la autenticidad supera a las maniobras alarmistas.
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