Tres historias ocultas de abusos y encubrimiento: la opacidad de la diócesis de Getafe en tiempos de Zornoza
La denuncia de pederastia contra el obispo de Cádiz no es la única en un lugar donde era un cargo influyente y los tres jefes del episcopado son cuestionados por trasladar acusados y ningunear a las víctimas
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos...
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es
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La denuncia contra el obispo de Cádiz, Rafael Zornoza, por presunta pederastia cuando era rector del seminario de Getafe en los años noventa, desvelada por este periódico, no es el único caso de abusos del clero conocido en esta diócesis madrileña, donde era uno de los miembros más influyentes de la jerarquía. EL PAÍS ha podido documentar al menos otras tres denuncias, ocultas y desconocidas hasta ahora, que muestran un patrón común que, en realidad, ha sido la práctica generalizada en la Iglesia española: traslado del acusado de un lugar a otro, ninguneo de las víctimas y sospechas de encubrimiento de los responsables del obispado, en el que Zornoza tenía un papel destacado y estrecha relación con algunos implicados.
De hecho, en dos de las denuncias el actual obispo de Cádiz aparece mencionado como posible conocedor de los hechos. Las acusaciones cuestionan la actuación de los tres obispos que ha tenido Getafe desde que se creó la diócesis en 1991, como una escisión de la de Madrid: Francisco José Pérez (1991-2004), ya fallecido; Joaquín María López de Andújar (2004-2018), hoy obispo emérito; y el actual, Ginés García Beltrán.
Consultada por estos casos, la diócesis ha admitido que “la ausencia de protocolos y directrices hizo que en algunos casos antiguos no siempre se gestionasen adecuadamente y con celeridad las denuncias presentadas”.
La contabilidad de este diario, la única conocida sobre la pederastia del clero en la Iglesia española, señala que en la diócesis de Getafe constan, además, otros tres casos, seis en total. De algunos de ellos hay detalles en la lista secreta de casos de pederastia de la Conferencia Episcopal Española (CEE) que este periódico desveló el año pasado. Uno es una denuncia de 2017 de una mujer que acusaba a tres sacerdotes (dos eran pertenecientes a la orden de Comunión y Liberación) de abusar de hasta 11 víctimas. Los acusados fueron expulsados del estado clerical.
Otro es un caso que salió en prensa en 2010 que revelaba que el obispado acogió cinco años antes al sacerdote José Poveda, enviado desde Italia con una carta de recomendación tras abusar de al menos 11 niños en una parroquia en Roma. La diócesis lo trasladó a Belmonte de Cuenca, su pueblo natal. En 2007 le nombró párroco en Valdelaguna y un año más tarde, en Belmonte de Tajo. El obispo de entonces, López de Andújar, aseguró que solo conoció los delitos en 2008 y lo envió a una residencia de ancianos. Ni abrió proceso canónico ni lo denunció a las autoridades.
Otra denuncia que aparece en la lista secreta de la CEE llegó a la diócesis en 2010. Relataba abusos de 2008 de un sacerdote sobre tres menores de 14 años a los que hizo tocamientos y obligó a hacerle una felación. Pese a que el caso no estaba prescrito y las víctimas seguían siendo menores en el momento de la denuncia, el obispado, dirigido entonces por López de Andújar, no lo comunicó a las autoridades civiles, tal y como le obliga la ley. El resultado de proceso canónico fue la expulsión del cura del estado clerical y que la diócesis abonó 14.000 euros para pagar costes de terapia psicológica a una de las víctimas. El obispo siguió pagando el sueldo al abusador tras expulsarle de la Iglesia hasta su muerte.
Caso 1: Un cura movido de aquí para allá durante 14 años
Los datos de ese último caso coinciden, aunque la Iglesia no ha confirmado si se trata del mismo, con el de José María Carrascosa, ya fallecido. Era un sacerdote de Getafe que en 2011 fue expulsado del clero por varias acusaciones de pederastia desde 1994 a 2008 en distintos lugares, confirman fuentes eclesiásticas, pues fue pasando de un destino a otro cuando era obispo Francisco José Pérez. En este periodo estuvo en el seminario menor de Getafe, situado en Rozas de Puerto Real; luego en el seminario mayor del Cerro de los Ángeles, y finalmente, en la parroquia de la Asunción de Valdemoro, donde tuvo lugar el último caso. Finalmente entonces se abrió un proceso contra él que acabó con la expulsión. Luego se retiró a Lisboa, donde falleció años más tarde. La diócesis de Getafe explica que “aunque hoy está claro que es un error trasladar a una persona denunciada, en aquel momento fue una medida temporal hasta que la Congregación de la Doctrina de la Fe emitió su veredicto”.
Pérez fue el primer obispo de la diócesis y venía de la parroquia de San Jorge, en Madrid, donde también estaba Rafael Zornoza, como mano derecha suya. Cuando se creó el obispado de Getafe se lo llevó en 1991 con él, donde fue su secretario particular “con el que colaboró de modo muy estrecho hasta su muerte”, en 2004, según la información de la CEE. Cuando se abrió el seminario mayor, en 1994, el obispo le colocó al frente como rector. Es en este lugar donde sitúa los abusos la persona que ahora ha denunciado a Zornoza: fueron a partir de 1994, durante siete años. Y es allí donde llegó rebotado Carrascosa del seminario menor en esa misma época, a mediados de los noventa. Según un cura que desea mantenerse en el anonimato, se hizo muy amigo de Zornoza: “Eran inseparables”. Siendo ya Zornoza obispo auxiliar de Getafe (desde 2005) pero aún rector del seminario y superior de Carrascosa, el cura fue acusado de nuevos abusos en el centro. Salió de allí repentinamente y fue enviado de párroco a Valdemoro, donde volvió a cometer agresiones. Entonces ya era obispo Joaquín López Andújar. En el mismo año de la condena de Carrascosa, 2011, Zornoza fue nombrado obispo de Cádiz.
Caso 2: “No me creo que Zornoza no supiera lo que sufrí”
La historia de Alberto Arrastia Cebrián, otro cura de Getafe, fallecido en 2021, acusado de abusos por dos personas que lo han denunciado en el obispado, también sucede en la órbita de Rafael Zornoza. Jorge, nombre ficticio, tiene 40 años y entre 2001 y 2004, cuando tenía 16, fue víctima de abusos sexuales de este sacerdote en la parroquia San José Obrero de Móstoles. Arrastia tenía por aquella época 32 años. Jorge lo denunció en enero de 2024 ante el obispado de Getafe.
Jorge cuenta a este diario que se decidió a contarlo a Zornoza en 2002 en un viaje a Italia de los que la diócesis organizaba para captar seminaristas y al que el actual obispo de Cádiz fue, precisamente, como rector del centro. Era quien elegía a los jóvenes candidatos. Se lo intentó contar en Asís. “Salíamos de ver a Santa Clara y le dije: ‘Don Rafael, tengo que hablar con usted de una cosa que está pasando con don Alberto en la parroquia y que no está bien’”, cuenta a este periódico. “Me largó con un: ‘Bueno, bueno, después hablamos’. Nunca lo hicimos. Yo me quedé bloqueado y no volví a intentar sacar el tema. Me largó, no me hizo ni caso”.
Los abusos, añade Jorge, le dejaron heridas que todavía sigue tratando en terapia: “Esto te atormenta de por vida”. Arrastia dirigía las actividades infantiles y juveniles en la parroquia. “Casi todos los viernes venía a verme a catequesis y me llamaba para que fuera con él con cualquier excusa: mover un armario, comentarme algo de peregrinación, darme mi sotana de monaguillo. Cuando lo acompañaba, me obligaba a confesarme, me llevaba a la capilla o a la sacristía y cuando me arrodillaba para la absolución, apretaba mi cabeza contra sus genitales dando en mi cara. Se notaba su erección”. También narra que en el despacho parroquial le obligaba a darle masajes en los hombros y aprovechaba para tocarle. “Me decía que yo era uno de sus favoritos”, relata. Otras veces invitaba a varios chicos a un bar y bebían cerveza con él, aunque eran menores. “Luego al salir siempre me pedía que fuéramos al parque de la parroquia para que me confesara. Siempre con la misma técnica”, figura en la denuncia al obispado.
Rafael Arrabé, de 38 años, también ha denunciado en el obispado abusos a Arrastia entre 2003 y 2004, cuando él tenía entre 16 y 17 años. Era su director espiritual y también el cura que hacía servicio a su comunidad neocatecumenal. “Teníamos una relación de confianza, me hice amigo de un sobrino suyo y fuimos juntos a verlo a su casa de Almería. A la vuelta del viaje, se volvió atosigante, con adulaciones constantes y alguna salida de tono”, relata a este periódico. Cuenta que le decía: “‘No pasa nada porque manifiestes tu afecto por los demás con un beso, los hombres también se besan’”.
En unas fiestas de Móstoles en mayo de 2004 Arrastia le invitó a unas copas. Luego le propuso quedarse a dormir en la parroquia y que avisara a sus padres con un mensaje. Relata que en la casa parroquial solo había una habitación, le cedió su cama y él se fue a dormir al salón. “Pero me desperté de repente cuando noté que Alberto estaba tratando de masturbarme con una mano y con la otra se masturbaba él. No sé cuánto tiempo llevaba metido en la cama conmigo. Fue tal la repugnancia que sentí que salté de la cama mientras él siguió masturbándose”, asegura.
Arrabé lo contó por primera vez en 2009, ya con 21 años, al cura de su parroquia, que se lo comunicó al obispo, Joaquín María López de Andújar. Según la víctima, el obispo “lo silenció y no hizo nada”. Para entonces, Arrastia ya había sido trasladado de parroquia. Supuestamente, matiza Arrabé, por “problemas con el alcohol más que conocidos por todos”. Murió de cirrosis, señala. Años después, en 2024, denunció los hechos él mismo en el obispado.
“López Andújar no me dijo nada ni hizo nada, tanto es así que mi madre, a la que finalmente tuve el valor de contarle que había sufrido abusos, le llegó a recriminar su inacción durante una penitencial”, se lee en la copia del burofax, fechado en enero de 2024 que Arrabé envió al actual obispo de Getafe, Ginés García Beltrán. Según cuenta Arrabé, López Andújar, hoy obispo emérito de la diócesis, le pidió perdón a su madre: “Pero le justificaba, le dijo que se estaba reformando, que estaba haciendo un proceso de cambio de vida, que lo estaban acompañando mucho”.
En el escrito enviado al actual obispo, Arrabé le escribe a García Beltrán que “podría citar nombres de sacerdotes que me consta que eran conscientes de esto, por no nombrar a Mons. Rafael Zornoza”. Acusa a la diócesis de Getafe de “flagrante encubrimiento”. Insiste en conversación con este periódico: “Cuando todo esto sucede, 2004, Zornoza es el rector del seminario. Y de alguna forma también es el responsable de la casa sacerdotal. Arrastia se ordena sacerdote con él y tenían cierta vinculación. Además, cuando informan a López Andújar de los abusos, Zornoza era obispo auxiliar de Getafe. No me creo que no fuera conocedor de lo que sufrí”.
García Beltrán contestó enseguida a Arrabé con una carta en la que le pide perdón “por el sufrimiento” y le asegura que “los hechos narrados no eran de su conocimiento”. Abrió una investigación y las dos víctimas, Jorge y Arrabé, prestaron declaración en febrero de 2024. Allí insistieron en que Zornoza tenía que estar al tanto y ser conocedor de los abusos. No obstante, en octubre de 2024 la diócesis les escribió para decirles que no habían encontrado más víctimas y cerraban la investigación. Les invitó a pedir una indemnización a través del plan PRIVA de la CEE. A las víctimas no les consta que la diócesis haya comunicado el caso, como es su obligación, al Vaticano.
Caso 3: Cuatro años mareando a una víctima
Otro caso es el del sacerdote J. A. F., denunciado en el obispado de Getafe a principios de 2021, ya con el actual obispo Ginés García Beltrán, después de que este periódico remitiese a la víctima a su oficina de atención a víctimas de abusos. Sin embargo, durante cuatro años la diócesis le ha mareado sin informarle de nada, ocultándole información y sin decidirse a resolver su caso.
Los hechos denunciados ocurrieron entre 1989 y 1992 en la parroquia de La Asunción de Móstoles, cuando el menor tenía entre 13 y 15 años. El sacerdote lo condujo de la parroquia a la casa del cura. Allí, sin recordar cómo se fueron sucediendo los hechos, acabaron desnudos y el sacerdote abusó de él.
El obispado abrió una investigación canónica previa en 2022, más de un año después de la denuncia, pero después comunicó a la víctima que su caso lo llevaría el Tribunal de la Rota, porque el acusado había pasado por diferentes diócesis. En efecto, la carrera de J.A. F. está repleta de cambios y saltos geográficos. En el momento de los hechos, pertenecía a la orden de Misioneros del Sagrado Corazón. A finales de esa década fue asesor en la CEE, cuando el presidente era el cardenal Antonio María Rouco Varela. Entre el 2000 y 2002 ocupó un alto cargo en Radio María. También consta como adscrito al exarcado greco-melquita católico, en el que ha ejercido como secretario. En el 2002, fue exclaustrado, es decir, abandonó su orden por razones que se desconocen y su rastro se pierde. A partir de 2017 aparece como sacerdote en la diócesis de Orihuela-Alicante en distintas parroquias, y según la web del obispado de José Ignacio Munilla sigue activo hasta la actualidad.
El vicario general de la diócesis de Getafe denunció en 2023 el caso ante la Fiscalía de Móstoles-Fuenlabrada, aportando los documentos de la investigación canónica con esta conclusión: “Parece verosímil que los hechos hayan ocurrido en los términos que el denunciante afirma”. Pero luego en realidad la Iglesia no ha hecho nada, solo una simple amonestación al cura, que sigue ejerciendo en la diócesis de Orihuela-Alicante.
El caso solo ha salido adelante por la constante insistencia de la víctima, bombardeando de correos electrónicos y llamadas a las diócesis implicadas. En Orihuela-Alicante, un portavoz del obispado le contestó que había contactado con la diócesis de Getafe para conocer los detalles del caso: “De todo esto informé en nuestro obispado. Después de preguntar sobre este sacerdote [en la diócesis de Alicante], me dijeron que no se sabe de ninguna cuestión referida a abuso sexual hacia menores (...). Si algo surgiera y llegara a mi conocimiento actuaríamos”.
El afectado solo descubrió que su caso se había cerrado cuando EL PAÍS desveló en abril de 2024 el informe secreto de la CEE con su lista de casos de abusos. Entonces preguntó al obispado por un caso que parecía coincidir con el suyo, y que había concluido con una “amonestación formal” al sacerdote. La diócesis no tuvo más remedio que confirmárselo, pero le avanzó que había enviado su caso a la comisión de reparación de la CEE “al haber un juicio de verosimilitud” para que fuera indemnizado. Esta primavera aceptó la cuantía de la reparación que le ofrecieron. Solo pidió una cosa más: que le dijeran al sacerdote que le perdonaba. “Soy católico y no quiero perjudicar a la Iglesia. Al final he recibido una indemnización, pero el proceso se ha alargado: he enviado mails a todos lados, he declarado varias veces, no me informaban... Por fin he podido cerrar esto, pero siento que el proceso se ha alargado demasiado”, dice la víctima a este periódico.
La diócesis explica que el acusado “dejó de ejercer su ministerio en el año 2000 en la diócesis y entonces no constaba ninguna denuncia”. “De hecho no se ha podido probar su autoría y diversas circunstancias han dilatado en el tiempo la investigación”, añade.